viernes, 7 de septiembre de 2007

Los síndromes


El síndrome postvacacional genera no pocos inconvenientes y perjuicios a numerosas empresas, amén del malestar que por el mismo padecen quienes lo sufren. Digo quienes lo sufren, porque yo nunca lo he tenido. Lo que he tenido casi toda mi vida es el síndrome prevacacional, que no sé si estará definido en los libros de medicina pero que es fácilmente diagnosticable. Unas ganas enormes de irte de vacaciones que te imposibilitan sobremanera para llevar a cabo las labores cotidianas. Una necesidad imperiosa de disfrutar del sol un montón de horas al día y un deseo incontrolable de estrellar el despertador contra el suelo. Pero todo esto sin violencia y con la pereza –no con nivel de pecado- propia de los días subidos de temperatura.

El postvacacional no creo que sea así. Me da que la pereza es más bien ansiedad, el deseo de sol se torna en depresión y las ganas de estrellar el despertador conllevan una buena carga de violencia. Está claro que el motivo del síndrome prevacacional son las ganas de pillar el petate y la carretera y su cura dar cumplimiento a ese anhelo pero, ¿a qué es achacable el síndrome postvacacional? ¿Al deseo de irse de vacaciones? No, puesto que ese es el prevacacional. ¿Entonces?

La vuelta al trabajo, ver de nuevo a los compañeros, sufrir al jefe o a los subordinados, madrugar, atascarnos en el coche al ir y volver al curro, pelear con clientes y proveedores, someternos a la tiranía de los monstruos tecnológicos de los que nos hemos hecho totalmente dependientes, organizar matrículas del cole, comprar libros y material, buscar actividades extraescolares, organizar la agenda…no son motivos suficientes para padecer este dichoso y cada día más conocido y padecido síndrome. De nuevo la pregunta ¿entonces?

A poco de volver de vacaciones te das cuenta de que en el momento en que antes disfrutabas de un delicioso vermut colorado –a mí no me gusta pedirlos rojos- ahora estás bebiendo un enorme vaso de agua para engañar al estómago. La inconmensurable tabla de pulpo “a feira” preparado por Lola en El Cordobés o las navajas de Belén en la Raxería, ha sido sustituida por un inexpresivo plato de acelgas hervidas, que en ocasiones son sustituidas por judías verdes, coliflor, brócoli, lombarda o similares.

El churrasco, la carne asada, el rodaballo al orujo -¡qué bien lo hace mi buen amigo Pablo Guzmán en su restaurante Casa Pablo!- los calamares fritos de Moreira en El Sirena o los callos a la gallega de Maruja en O Pinar, han dejado su sabroso espacio a las pechugas de pollo a la plancha, a los lenguados a la plancha, a la merluza a la plancha, a los filetes a la plancha y a la madre que parió a la plancha. ¡Ahí está la causa del síndrome postvacional! En la lucha sin cuartel iniciada nada más incorporarnos a la rutina diaria para eliminar las consecuencias de los deliciosos excesos gastronómicos de las vacaciones. Lucha que mantendremos sin concesiones de ningún tipo hasta la llegada de las fiestas navideñas.

Este año el síndrome va a ser mayor para millones de españoles –en esta parte el síndrome también me afecta a mi- que vemos cómo sin haber disfrutado más de nuestra vivienda que el resto de los meses del año –es más, durante las vacaciones no hemos disfrutado de ella- vamos a tener que pagar los excesos del precio de las hipotecas. ¿Llegaríamos por este camino a la conclusión de que Zapatero es el responsable del síndrome postvacacional de millones de españoles? Si siguiésemos en el razonamiento indudablemente se lo podríamos endilgar, pero no lo voy a hacer porque él ya es responsable de demasiados males de los que nos achacan y acechan en este momento sin necesidad de colgarle ningún sambenito más.

Este mes parece que estamos salvados. El Banco Central Europeo ha decidido mantener los tipos de interés en el 4% en su reunión de este mes. No nos aseguran lo que ocurrirá en su próxima reunión, pero nos dejan con la soga al cuello. ¿Puede haber mayor causa de síndrome antes, durante y después de las vacaciones?

El caso de Madeleine, la niña británica desaparecida en Portugal hace más de cuatro meses -¿quién no ha seguido con interés diario esta noticia?- está dando un vuelco inhumano en estos días. La policía lusa está interrogando por separado a los padres de la niña y, según medios de comunicación británicos, la madre podría ser declarada sospechosa. Esperemos a la investigación policial con la esperanza de que una desaparición dolorosa no se convierta en monstruosa.

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