lunes, 14 de diciembre de 2009

La "mani"


Simpáticos, lo que se dice simpáticos, he de reconocer que nunca me han resultado los sindicatos, pero ocurre con ellos lo mismo que con una buena parte de quienes deambulan –silentes unas veces y estridentes otras- por el amplio abanico de “lo público” en nuestro país. Es decir, están, tienen derecho a estar, se supone que se les supone un papel importante o al menos necesario y los dejamos estar sin llegar a plantearnos siquiera si podríamos emprender algún tipo de acción democrática y estrictamente legal que les ubicase o les adjudicase un papel distinto, más acorde con las necesidades de la sociedad española actual e, indudablemente, más ajustado a lo que han demostrado que saben hacer a lo largo de estos últimos decenios.

No es motivo de este post amigos blogueros reflexionar sobre esa posibilidad, aunque ahí lo dejo porque estoy convencido que muchos, muchísimos españoles, llevamos ya una buena cantidad de años pensando –posiblemente en voz baja, para que no nos señalen- que los sindicatos, al menos los grandes sindicatos de nuestro país no están respondiendo a lo que inicialmente estaba escrito en los papeles. Y estoy también convencido de que ese pensamiento expresado en voz alta puede servir para que alguien se plantee la necesidad de iniciar alguna reforma en ese ámbito. Es más, si se habla con ligereza y alegría de cambiar la Constitución, o se legisla -como es el caso del Estatuto catalán- tan al borde de los folios que contienen el texto constitucional, o se establecen alivios para la mayoría legal de las menores de 18 años que quieran abortar, ¿no será este un buen momento para que al tiempo que se habla de reformas del mercado laboral se hable también del papel del los sindicatos en nuestra sociedad española?

Os comentaba amigos blogueros que nunca me han caído excesivamente simpáticos los sindicatos –especialmente sus actividades y sus mensajes- pero desde la supuesta manifestación del pasado sábado, me caen antipáticos.

Ya el llamamiento a la manifestación –una manifestación tardía, con al menos dos años de retraso- encerraba una clara animosidad contra el sector empresarial y una nada oculta tendenciosidad contra lo que ellos denominan la derecha política y la derecha mediática. Es decir, una manifestación para poner a caer de un burro a quienes crean y mantienen los empleos en nuestra sociedad y a una derecha que –posiblemente con menos contundencia de la deseable- viene llamando a la cordura y al reconocimiento de la realidad al gobierno de Zapatero, el único por competencia funcional y por posibilidad de convocatoria que al día de hoy mantiene el drama de más de cuatro millones de parados y no plantea ninguna solución real.

Ya podíamos imaginar por donde vendrían los discursos de los sindicalistas –enclavados ¿cómo no? en el rojerío progre- y no nos defraudaron. Zapatero para ellos es un ángel bendito que sufre las horrorosas embestidas de la patronal y la derecha cavernícola, empeñadas en destruir el mayor número de empleos posible y someter a los trabajadores al estatus de esclavos. Zapatero el Benefactor, Zapatero el Gran Hacedor, Zapatero el Solidario, Zapatero el Libertador, en fin, Zapatero (el subvencionador) nada tiene de responsabilidad en las penurias que los trabajadores padecemos en este país. Lo dicho, más de lo mismo aunque el sábado sacaron a la calle a todos sus liberados y algunos a los que alguna engañosa promesa les habrán hecho.

En Facebook somos muchos los que compartimos una página que tiene por nombre “Yo opino lo contrario de lo que opine Pilar Bardem” y mira tú por donde, la dejaron subir otra vez al escenario y le dieron la alcachofa para que martirizase con sus gilipolleces a los allí presentes. Vale, más apoyos para la página mencionada de Facebook. En eso la “mani” del sábado -¡qué tiempos aquellos en que los sindicalistas estaban más cerca de los trabajadores que de los pijos!- discurrió tal y como era previsible, sin embargo dos temas me han llamado la atención –no por extraordinarios, sino por desagradables- que me han hecho terminar de perderle la simpatía a esta gente.

Por un lado la presencia y la intervención de ese titiritero estreñido que desde su ridículo programa televisivo manipula imágenes y palabras y señala con el dedo a quien -¡qué casualidades tiene la vida! es agredido bestialmente. Que Wyoming -¡semejante parásito de la farándula!- sea objeto de cariño y apoyo por parte de los sindicalistas, obviando cualquier atisbo de arrepentimiento por su payasa manipulación o de preocupación por la gravedad de la agresión a un periodista, dice muy poco de los “compañeros”. Será que como el discurso de la leña al mono en la figura de la derecha les gusta, le dejan el micro al primer indigente intelectual que lo pide.

Con mucho la imagen que más me desagradó fue la de un panel con las fotos de Zapatero, Rajoy y Díaz Ferrán –el patrono de los patronos- a las que tiraban huevos como si una atracción de feria se tratase. No entiendo muy bien qué pintan las fotos de Rajoy y Díaz Ferrán en esa bufonada, pero entiendo aún menos la invitación a la violencia que conlleva esa invitación a tirarles huevos, incluso a Zapatero y aunque sea a sus fotografías, pero con mucho lo que no entiendo y no puedo compartir es el mensaje que los sindicatos convocantes de la juerga del sábado pretenden trasladar. ¿Qué tienen huevos de sobra? A estas alturas ya muy pocos que no cobren la liberación les creen y sobre todo si, como ocurrió el sábado, intentar ocultar su servilismo al gobierno arrojando a las cavernas a la patronal y la derecha.

Seguro que a algunos les encantará acusarme de demagogo pero ¿acaso no han caído en la cuenta los líderes sindicales de la cantidad de personas que en nuestro país lo están pasando tan rematadamente mal, como para entender que los huevos que festivamente arrojaron contra las fotos de Zapatero, Rajoy y Díaz Ferrán en la manifestación hubieran permitido comer a un buen número de ciudadanos que posiblemente ese mismo sábado se las vieron y desearon para llevarse algo de alimento al estómago? Pero ellos, los sindicalistas ya no están en esa realidad. Están a años luz de los que necesitan empleo y de los que apenas pueden subsistir. Llevan ya muchos años , muy lejos.

Ya, ya sé que a la verdad algunos la confunden con la demagogia. Sobre todo si son verdades que ponen de manifiesto su insolidaridad y su mentira.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Aminatu


La verdad es que sea con el desgobierno de Zapatero –a quien más de la mitad del país le está pidiendo la dimisión- o sea con cualquiera de los anteriores gobiernos, las chorradas de Marruecos, su gobierno y su Mohamed ya cansan. Llevan tocándonos las narices toda la vida de Dios y demuestran a cada paso que las relaciones con ellos deben estar presididas por el rigor y la seriedad exclusivamente. No, no se trata de putearlos o menospreciarlos sino de dejarse de zalamerías, amiguitis y otro tipo de actitudes –en la línea de este gobierno- semiserviles que hoy sirven para solucionar en parte algún problema pero a la vuelta de la esquina se nos vuelven, porque Marruecos, su gobierno y su Mohamed, a la vuelta de la esquinan siempre se nos vuelven.

Independientemente de la actuación del gobierno en este lamentable asunto de la activista saharaui Aminatu Haidar –me refiero al gobierno de Zapatero, que en una cadena de inexplicables decisiones ha permitido la entrada de Aminatu en territorio español sin pasaporte y, por lo tanto, la realización de su huelga en un aeropuerto en el que se convierte en un problema para España y los españoles, dicho esto sin entrar en el fondo de la cuestión que reivindica- Marruecos está dando de nuevo la vuelta tras la vuelta a la esquina y utiliza para ello su ya conocido recurso al chantaje político. Lo han dicho muy claro, el apoyo de España a la búsqueda de una solución que pueda satisfacer las pretensiones de Aminatu puede poner en peligro la relación que en estos momentos Marruecos “nos permite” en materia de terrorismo y de inmigración. Así, con un par.

Marruecos –por mucho que el Rey Juan Carlos se sienta hermano de Mohamed VI- lleva jugando con nosotros mucho tiempo y en estos momentos en los que la ineficacia de la diplomacia española dirigida por Moratinos y las iluminadas decisiones de Zapatero en materia exterior nos han hecho perder peso en el ámbito internacional, aquel país que echa el aliento en el cogote de Ceuta y Melilla se cachondea cuando quiere y como quiere de éste país al que echan el aliento en el cogote desde Gibraltar.

Nuestro peso en el mundo mundial es tal que, ni somos capaces de encontrar y conseguir una solución para ese trozo de España que nos tienen okupado los ingleses, ni somos capaces de exigir a Marruecos el cumplimiento y respeto de la resolución de la ONU que reconoce al pueblo saharaui el derecho a la celebración de un referéndum de autodeterminación, porque aunque algunos no lo quieran recordar, nosotros tuvimos y por lo tanto tenemos mucho que ver con el Sahara, su pasado, su presente y su futuro.

Por lo tanto amigos blogueros, vaya desde aquí mi apoyo a Aminatu en sus reivindicaciones aunque no comparta que esté poniendo en grave riesgo su vida. Creo que la finalización de su huelga de hambre a través de un compromiso firmado por parte del gobierno y de la oposición mayoritaria –sí, no pasa nada porque el PP se moje a través de un documento firmado conjuntamente con el gobierno de Zapatero- que los comprometa a las gestiones inmediatas y oportunas para forzar el cumplimiento de la resolución de Naciones Unidas sobre el referéndum del Sahara podría ser un buen camino.

El desgobierno de Zapatero, que ya tienen larga experiencia en esto de volcarse en conseguir objetivos internacionales concretos -¿acaso podemos olvidar el despliegue que realizaron para conseguir que le dejasen media silla a Zapatero en la reunión del G-20?- no debería poner grandes trabas en solicitar el apoyo del PP. Su cagada en este asunto -como en la mayoría de las actuaciones llevadas a cabo en esta legislatura- es de tal grosor que a la hora de buscar soluciones debe tener cualquier cosa menos complejos.

De todas maneras Zapatero debería reflexionar sobre los últimos acontecimientos en los que la vida de personas depende de las decisiones que él y su gobierno van tomando. El Playa de Bakio, el Alakrana, los tres cooperantes secuestrados por Al Qaeda, o ahora la huelga de hambre de Aminatu Haidar nos dan a todos –y a él le darían si se quitase las gafas de iluminado- la impresión de que le han cogido la medida. Si fuese la medida de la solidaridad, o la medida de la humanidad, o la medida de la rectitud, o la medida…, pero no, lamentablemente a él la que le han cogido es la medida de la incapacidad mezclada con altas dosis de improvisación y una cucharadita de autosuficiencia. Vamos, lo que se dice una verdadera bomba ambulante.

Estoy convencido –y esperanzado también- de que en caso de que Aminatu decida continuar con su huelga hasta perder la vida, la justicia intervendrá ordenando su ingreso en un hospital para alimentarla a la fuerza. Será el momento en el que un médico forense determine que su estado “puede no ser compatible con la vida”.

¿No habrá algún médico forense que sea capaz de dictaminar que la presencia de Zapatero al frente del gobierno “no es compatible con la vida de la mayoría de los españoles”?

martes, 1 de diciembre de 2009

Casposos exhibicionistas


Se veía venir desde hace tiempo, pero tengo la sensación de que las más de las veces preferimos dejarnos llevar sin utilizar los recursos –nuestra voz es uno de los más importantes- de que disponemos para denunciar que el camino se está torciendo, que esto no es lo que tenía que ser. Nos dejamos convertir –por vagancia y comodidad la mayoría de las veces- en masa. Masa utilizable, masa manipulable, masa silente y consentidora que se conforma con la cercanía de la injusticia. Masa que escurre su conciencia por el grasiento laberinto del anonimato, escapando entre la colectividad de un deber inexcusable y sagrado, el deber de la denuncia de la injusticia aunque no nos afecte en primera persona.

Diréis amigos blogueros que ¡vaya filípica! os he largado para animaros el día, pero incluidme a mí entre los receptores del mensaje, porque no me puedo sentir ajeno ni excluido de esa pertenencia a la masa. Nos da pereza, o miedo, o vergüenza o vaya usted a saber qué extraño sentimiento llamar a las cosas por su nombre. Me imagino que el temor instaurado por una parte del rojerío progre ante la denuncia de cualquier hecho que esté al margen de lo políticamente correcto influye –aunque ninguna excusa nos debería servir- a la hora de arrugarnos ante la manifestación de lo que pensamos.

Viene todo esto a cuento de lo ocurrido con un joven en Tenerife, su condena y lapidación moral inmediata con la participación y el aliento de los medios de comunicación y el inexplicable error de unos sanitarios en doble sentido. En primer lugar el diagnóstico y en segundo la publicidad.

El derecho a la presunción de inocencia –ese derecho que a algunos entre los que me incluyo nos han quitado, con el que se han limpiado el culo jueces, medios de comunicación organizaciones de todo tipo y mentes ciudadanas tan sucias como chillonas- ha brillado una vez más por su ausencia, y digo una vez más, porque la falta de ese derecho forma parte diaria de un sinfín de procesos judiciales en nuestro país. A Diego, el supuesto maltratador y asesino –que ignoro si es un santo o un canalla- lo han hundido, lo hemos hundido. Es –esto lo he explicado miles de veces, siempre que ha venido al caso- como tirar un cubo de agua en la calle. Una vez tirada, alguien es capaz de volver a meter toda el agua en el cubo. Imposible ¿verdad? Pues igual le pasa al buen nombre de Diego, a su honorabilidad y a su imagen.

Ahora nos tiramos todos –los medios de comunicación y los legisladores los que más- de los pelos y nos rasgamos las vestiduras ante el despropósito cometido. Hacemos funcionar en el propósito de la enmienda un péndulo que a poco que nos despistemos nos llevará al extremo opuesto. Contestamos afirmativamente a todo tipo de encuestas en las que nos inquieren sobre la necesidad de respetar más la presunción de inocencia, sin ser capaces de entender que esa presunción no se puede respetar más o menos, sino que es inherente a los derechos que tenemos como ciudadanos, y su vulneración debería estar seriamente castigada por la justicia.

Espantados por lo hecho con Diego –repito que no sé si es un santo o un canalla- nos disponemos a exigir a los poderes públicos una mayor profundización en la legislación sin caer en la cuenta de que siendo un tema jurídico, no es tanto un problema de legislación como de toma de conciencia por parte de la sociedad. Nos inculcan a través de la educación y los medios de comunicación –me imagino que excepciones habrá como en toda regla- una vida sin valores objetivos, una vida en la que aceptamos como iconos a las Belenes Esteban de turno y en la que somos más importantes y admirados en la medida en que conocemos más o menos intimidades de los casposos al uso.

Se veía venir y ahora con Diego ha llegado. Este es el punto y hora en el que tenemos la obligación de decidir sobre nuestro futuro y el de las generaciones que –a pesar de la horripilante situación en la que nos tiene sumidos Zapatero- vendrán después que nosotros. Si queremos una vida en libertad, alejada de prácticas y planteamientos fascistas, este es el momento de enderezar el rumbo. Sin complejos, sin miedos a las etiquetas que nos querrá colgar el rojerío progre, sin miedo a llamar a las cosas por su nombre aunque la corriente vaya en sentido contrario.

En una sociedad de casposos exhibicionistas, ninguna legislación podrá garantizar la presunción de inocencia de nadie. Todos somos carne de espectáculo.