jueves, 25 de marzo de 2010

Desde dentro


No solo porque es una gran amiga sino también –y especialmente- porque coincido en su punto de vista, hago algo que no suelo reproduciendo el texto que nos ha enviado a sus amigos. Cumplo con esto el doble objetivo de dar satisfacción a su demanda por un lado y contribuir a la queja por la superficialidad que embarga a nuestra sociedad. Un todo vale que no puede continuar instalándose entre nosotros si pretendemos poder mirarnos a los ojos dentro de unos años.

Mi amiga, como se puede desprender fácilmente por el texto que adjunto, está en tratamiento quimioterápico por un cáncer de mama. Su lucha -que es la de muchos y debería ser la de todos- no puede arroparse con frivolidades como la que denuncia.

Este es su mensaje:

“La mirada desde el cáncer

Estos días ha salido una inconmensurable “noticia” cuyo alcance no acierto a determinar. Será para lo de siempre, alucinar con fútbol, toros, tías y demás. O no. No lo sé, y me da igual. Sólo quiero comentaros la tal “noticia”, y que reflexionemos en que “esto” sea noticia.

Señores, señoras: Elsa Pataky se desnuda “para ayudar” a las mujeres con cáncer.

Esto es INSULTANTE, calificativo que agradezco a dos personas muy próximas.

YO ME ESTOY CURANDO UN CANCER. A mí me ayuda mi incansable marido, mis formidables y fuertes hijas, mis cariñosos y devotos hermanos, mis múltiples, diversos e incondicionales amigos, mi profe de yoga, mi impresionante ginecólogo y el enorme, empático, sereno profesional que es el oncólogo. Me ayudan las señoras que limpian la clínica, mi chica que me ayuda en casa, las maravillosas enfermeras que me ponen la medicación. Me ayudan otros enfermos, me ayudan colegas científicos, me ayudan las chicas de la peluquería, el frutero, el carnicero y el pescadero que me atienden con mucho cariño y me traen la compra a casa. Me ayuda la dedicación de mis cuñados para que cumplamos nuestros planes anuales a pesar de esto. Me ayudan los que me mandan mails y bromas, los que me llaman, los que vienen a verme. Me ayudan cada domingo mis Julios, me ayudan los profes de mis hijas, me ayudan mis amigos que han pasado por esto antes, y la madre que tiene un hijo así, y la compañera de yoga que ya ha pasado por dos raciones de lo mismo, y mi amiga que sufre otra cosa pero también lucha, y ponerme los pendientes y las pulseras que me regalan como símbolo de solidaridad, y darme el maquillaje y el colorete y la colonia que también me traen, y guardar los SMSs más preciosos que nunca he recibido. Me ayudan las que me dejaron pelucas aunque al final me haya hecho “pañuelera”. Ah, y me ayudo YO.

Esta tía a mí no me ayuda EN NADA. Verla en portada o en puzzle o en cartel publicitario me incrementa las náuseas. No creo que ninguna donación de ningún “beneficio” que pueda dar esto pueda paliar el sentido de absurdo y repulsa que me provoca ver a una –iba a decir “mujer”, pero este hermoso calificativo lo voy a reservar para las mujeres de verdad-, digo, ver a una “tía”, retocada con tratamiento de imagen para ponerla más galáctica, brillante y plasticosa de lo que la cirugía le haya dejado previamente, mirarme con morritos y PELO desmelenado desde un puzzle. Perdón por la expresión pero hay que joderse.

Donación es donar tiempo, amor y dedicación al enfermo.

Enferma debe de estar nuestra sociedad cuando la moda para “ayudar” es desnudarse.

He pensado en abrir un blog pero prefiero mandaros a todos mi opinión. Y si estáis de acuerdo conmigo, yo os agradeceré la difusión que le podáis dar a esta carta pero, sobre todo, que nos invite a todos a reflexionar sobre el sentido de muchas cosas que a diario pasan por nuestro lado.”

domingo, 14 de marzo de 2010

Être myope


Hace miles de años, cuando con mis libros debajo del brazo iba diariamente al instituto de enseñanza media de Aranjuez, empecé a darme cuenta de que algunas piedras a las que propinaba un puntapié mientras caminaba hacia clase estaban bien sujetas al suelo. No tenía esto mayor inconveniente que el de ocasionarme un traspiés de allá para cuando.

Sin embargo, cuando fui consciente de la frecuencia con la que esto ocurría se lo comenté a mi padre – ¡joder que suerte he tenido al disfrutar de un padre como él!- que no dudó un instante en llevarme al oftalmólogo. Y allí encontré –para el resto de mi vida- la explicación a mis traspiés y trompicones. Desde entonces uso gafas si quiero ver con nitidez lo que está un poco alejado de mí.

Tienen los franceses una lengua –idioma- maravillosa, encantadora por su sonoridad, que siempre he admirado. Sin embargo he de reconocer que es un poco inexacta a la hora de expresar una determinada cuestión. El verbo “Être” es un verbo equívoco aplicado a la miopía, e incluso a la ceguera. Estar ciego y ser ciego –condiciones a todas luces distintas en nuestro idioma- se convierten para mis amigos franceses en lo mismo. “Être aveugle” dirían ellos. En el caso mío, es decir en el de la miopía lo resumirían en un “Être myope”. No puede ser así –mejor dicho, no debería ser así- ya que con esa doble utilización del mismo verbo me hacen igual a Miguel Bosé.

Vale, vale. Ya sé que muchos de vosotros amigos blogueros estaréis diciendo aquello de que ¡ya te gustaría!, pero en este caso me habéis de permitir que os diga que no es así. Yo soy miope y Miguel Bosé está miope. Si Bosé lo dijese en francés diría “Je suis myope” y si yo lo dijese en francés diría igualmente “Je suis myope” pero la realidad no es así. Si Miguel Bosé lo dice en español diría “Estoy miope” y si yo lo dijese en español lo haría diciendo “Soy miope”.

La diferencia está clara verdad. El está, yo soy.

Llevar durante toda la vida gafas, además de las pequeñas molestias que muchos de vosotros conoceréis, termina por apagar los ojos, les quita luminosidad, en buena medida debido a que los párpados tienden a caer algo más de lo normal.

Hace tiempo que le vengo dando vueltas a la posibilidad de pasar por el oftalmólogo para que me realice una sencilla operación consistente en quitar un poco de piel de los párpados con el fin de que recuperen su apertura normal. Uno tiene su punto de coqueto, además de que estoy convencido que ampliaría un poco mi campo visual.

Lamentablemente desde hace unos días mis dudas sobre la idoneidad de esta idea se han incrementado y negros nubarrones amenazan con tirarla por tierra. Al fin y al cabo cuando me quiten un poco de piel de los párpados, me habrán estirado el párpado y amigos blogueros, visto lo visto los estiramientos de piel son muy jodidos. Ejemplo inapelable de esta afirmación es lo ocurrido con Miguel Bosé. A juzgar por las fotografías y los vídeos divulgados en los pasados días, Miguel Bosé se ha pegado un estiramiento de piel de la leche. ¡Vamos, que parece un chaval! Y claro, se ve que al estirar la piel le han producido miopía –casi, casi ceguera me atrevería a aventurar- de tal suerte y manera que al día de hoy “está miope”.

Si no fuese por esa miopía, serían inexplicables las palabras que en defensa del mundialmente conocido actor Güili Toledo pronunció el otro día. Si no fuera porque el estiramiento le debe haber producido una ceguera casi absoluta, sería imposible entender la comparación que hace de la represión del caimán de Cuba y su hermano con la retirada de no sé qué fotografías de una exposición en Valencia.

Por eso amigos blogueros me estoy replanteando seriamente la cuestión de mis párpados. Por eso y porque no sé que otro tipo de efectos secundarios puede tener un estiramiento de ese tipo. No sé si afectará de alguna forma a las neuronas. Lo de Miguel Bosé está claro, pero ¿Moratinos se habrá estirado algo?, porque mira que es difícil alcanzar la doble personalidad de mencionado ministro. Es casi como el Doctor Jekill y Mister Hyde. Cuando está en Cuba, Venezuela o Bolivia es Idiotinos y cuando vuelve a España se convierte en Embustinos. A lo mejor no me opero.

jueves, 4 de marzo de 2010

Los innecesarios


No termino de decidirme sobre lo que corre más. ¿Son los días, o son los acontecimientos los que van a mayor velocidad? Sea como fuere amigos blogueros los asuntos y los días coinciden escasos instantes en el tiempo y ambos pasan al ámbito de los recuerdos casi en el mismo instante de su presente.

Sirva esta excusa –si a vosotros os parece oportuna e imaginativa- para justificar mi escasa dedicación en las últimas fechas a este vuestro/mi blog en el que tantas horas llevamos compartidas y espero sigamos compartiendo.

Moura, mi bella y entrañable amiga Meiga, se ríe cada vez que me ve abrir el blog con la intención de escribir unas líneas. Se ríe porque me ve hacerlo casi a diario y sin embargo son muy pocas las ocasiones en las que puedo rematar la cuestión.

Las ideas fluyen y escapan a la misma velocidad que los acontecimientos y los días y soy consciente de que mi memoria –mala y escasa para la mayoría de las cosas- almacena un buen saco de opiniones que algún día he de tener tiempo para convertir en post y poder así compartirlas con vosotros.

A raíz de las soplapolleces vertidas por el tal Guili –me imagino que así lo escribirá un antiamericano de su envergadura- Toledo en torno a las bondades del criminal régimen castrista y las maldades del bueno de Orlando Zapata, empecé a darle vueltas en mi cabeza –ya, ya sé que para el rojerío progre es la cabeza de un fascista- a la cantidad de cosas innecesarias que nos perturban y amargan la vida.

Sin ir más lejos, Guili. Sus soplapolleces ¿son realmente necesarias? Seguro que si hubiese estado callado, si no hubiese abierto su bocaza para injuriar falazmente la memoria de un muerto, si no hubiese derrochado mentiras a diestro y siniestro, nadie la hubiera echado en falta. ¿O acaso alguien piensa que sí? ¿De verdad alguien tras el aberrante asesinato por omisión de auxilio –previas torturas de lo más dispares y disparatadas- de Orlando Zapata se preguntaba sobre el tiempo que Guili tardaría en abrir la boca? Pues no. Está claro que no.

Sin embargo, al soltar sus exabruptos, Guili nos ha revuelto las tripas, nos ha hecho despreciarlo por su indignidad y su felonía. Nos ha hecho la vida, durante unos días, menos amable, más amarga. Es por tanto algo innecesario que solo sirve para turbarnos durante unos instantes. Es verdad que a él sí le sirve. A él le vale lo dicho para intentar saltar al ámbito de la fama, aunque es verdad que a través de una actividad que no es la suya habitual, que por lo visto es la de actor y en la que por lo que parece que no lo consigue. Se ve que en el sindicato de los de la ceja los ascensos son complicados y desbancar a los Bardem Family solo se consigue a base de actuaciones indecorosas como la que protagonizó el superfluo Guili. Hay famas que no merecen lo pagado por ellas y famosos innecesarios.

Le pasa a este Guili lo mismo que a algunas mujeres con los tacones de los zapatos. ¿Cuándo entenderán algunas de ellas que no son necesarios para todas? Para algunas sí lo son. Algunas mujeres parece que han nacido para llevar tacones, para lucirlos y lucirse con ellos pero por el contrario algunas otras no caen en la cuenta de lo innecesario que les resulta a ellas ir torciéndose continuamente los tobillos, o deformándose los pies en un intento tan innecesario como dañino por permanecer izadas sobre unas esquivas prolongaciones de su ego para las que no fueron creadas. Tampoco caen en la cuenta de la innecesario que es que nos torturen con el sufrimiento de verlas descangallarse a través de unos andares que son tan incontrolables como lesivos. No todos hemos nacido para andar en patines y no todos ni todas hemos nacido para llevar tacones. Igual que no todos ni todas hemos nacido para decir soplapolleces como Guili Toledo.

Acabo este post con la intención de dedicarme durante un rato a pensar sobre la figura del insigne Moratinos. Como Cagancho lo ha dejado su amigo el Gorila Rojo. A él y a su jefe el “in”. Pues ¿en qué quedamos? ¿Le exigió explicaciones o le llamó para disculparse a él y a sus compis de gobierno por lo que ha dicho la Audiencia?

Y digo yo, si la Audiencia llega a la conclusión de la colaboración de Hugo Golpista Chávez con ETA fundamentalmente a través de la información que le proporciona la Policía Nacional y la Guardia Civil, que dependen de nuestro bien amado y nunca bien ponderado Trolalcaba, ¿para qué cojones se lo tiene que preguntar Moratinos al gorila? Para reírse un rato –de nosotros, por supuesto- como siempre.

Lo que ocurre es que en esta ocasión, el caudillo venezolano –que no tiene a su lado al Rey mandándole callar- ha decidido que para chulo él y que si el “in” tiene narices, que le haga la preguntita de marras por escrito. A lo mejor le contesta y nos cuenta el contubernio que se traen entre manos.

Mientras Moratinos, en ese continuo intento de contagiarnos su idiotez galopante, pretende convencernos de que es un problema semántico. Para él, es lo mismo echarle un par de huevos que salir con el rabo entre las piernas. Otro innecesario que nos ahorraría muchas vergüenzas y malos tragos si no estuviese. Nada de generación “ni-ni”. Estos se han empeñado en instalarnos en la generación “in-in”.