viernes, 30 de marzo de 2007

El encuentro (parte II)


No podía quitarme aquel rostro de la cabeza. Me obsesionaba mucho más que lo que había ocurrido, pero por más esfuerzos que hacía no conseguía recordar a quien pertenecía. Y junto con él, aquel olor persistente que me tenía las glándulas olfativas en estado de atrofia permanente y que tampoco conseguía reconocer.

Fue mi confesable vicio (cuando es en demasía es vicio) de leer la prensa lo que me llevó a clarificar de una forma bastante aproximada todo lo ocurrido. Ojeaba un semanario local, el 4 Esquinas (http://www.4esquinas.com/ para los internautas), cuando descubrí el objeto de mi fijación.

Quiero aclarar que yo ojeo la prensa en Internet, ya que si nos paramos a ver con detenimiento los pasos que damos para leerla en papel y en pantalla son casi idénticos. Cogemos el periódico –abrimos la pagina web-, ojeamos la portada –también en la pantalla-, pasamos la página con el dedo –en el ordenador con el dedo también, haciendo clic- y cuando ha satisfecho nuestras necesidades de información lo cerramos y dejamos en la mesa –salimos de la página web y cerramos el ordenador-. Con la salvedad hecha de que al hacer clic en el ratón no solemos mojarnos el dedo con la lengua, el resto es idéntico.

Cuando vi aquella fotografía, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Era ella, ¡claro!, ¿cómo no caí en la cuenta inmediatamente? Estaba sentada tras una mesa en lo que parecía una comparecencia ante la prensa. No me fijé en la noticia que motivaba la fotografía, pero sobre lo que ya no me cabía duda era que se trataba de la Concejala de Asuntos Taurinos de nuestro Ayuntamiento. Vale –me dije- ¿y ahora qué? ¿qué sentido tiene todo esto?

Repasé una y mil veces los pocos detalles que mis ojos alcanzaron a ver cuando presa del pánico me tiré al suelo en aquella noche del encuentro, pero no había nada destacable. Las luces, el olor, ella portando la cruz de madera y el caldero. La memoria, que es capaz de retener detalles que incluso un ordenador no podría conservar, me echó una mano ya que en ese ir y venir de recuerdos me repetía insistentemente la imagen de la cruz de madera. ¡No era una cruz, sino un estoque!

Un estoque ¡por supuesto!, y el olor vino de nuevo a mi recuerdo, aunque esta vez con conocimiento de su origen. Era esa mezcla de olor a sangre, tabaco y polvo que rodea a todas las plazas de toros. Inconfundible pero irreconocible a bote pronto para quien respetando e incluso disfrutando de algunas faenas, no es aficionado y mucho menos aún entendido.

Penaba en procesión con la Santa Compaña el error cometido con el cierre de la Escuela Taurina y la injusticia cometida con los alumnos y su director. No hay discurso presupuestario que pueda justificar una actuación de éste tipo. Si se trataba de castigar al director -¿será su pecado haber apoyado públicamente al PP?- la medida castiga a un buen grupo de chavales que igual que le ocurre a innumerables colectivos en otros ámbitos, encuentran en el toreo el cauce adecuado para expresar su arte y también (no sé qué puede haber de malo en ello) una forma de ganarse la vida. ¿Acaso menos válida que la pintura, el teatro, la música, etc.? Solo un pequeño repaso a las actividades desarrolladas en el Area Cultural del Ayuntamiento desarma ese razonamiento.

Ahora, con el paso del tiempo, he comprendido la fuerza que inmovilizó mi brazo cuando levantaba la mano en aquella extraña noche. No era la imposibilidad de explicar lo inexplicable, sino el repaso urgente e inmediato que mi subconsciente dio a lo visto esa noche y a lo leído en días anteriores. ¿Tendrían aquellos policías las mismas órdenes que habían trasladado a los chavales de la Escuela Taurina con motivo de sus diarias concentraciones vespertinas en la plaza del Ayuntamiento? ¿Tendrían órdenes de prohibir cualquier referencia a este conflicto fuera de las inmediaciones de la Plaza de Toros? Esa duda de mi subconsciente paralizó mi señal.

¡Qué tiempos aquellos en los que esa céntrica plaza de nuestra ciudad podía ser utilizada -para reivindicar o no- por quienes quisiesen! Será cosa del talante.

Como ocurre en todas las apariciones conocidas de la Santa Compaña, quien porta la cruz y el caldero no pena sus propios pecados, que algunos también estarán allí por eso, sino que van penando los de otros. ¿Acaso no fue decisión suya la clausura de la Escuela Taurina?

En todo caso, conociendo que no figura en la candidatura de su partido a las próximas municipales, alguien puede pensar que en este caso la Santa Compaña anunciaba con algunas fechas de antelación que se trataba de un cadáver político. Entiendo –sin conocer los motivos por los que no repite- que no es así, porque si así ocurriese con la Santa Compaña, estaría de procesión todos los días en las últimas semanas.

jueves, 29 de marzo de 2007

El encuentro (parte I)


Lo vi no hace mucho, cuando aún nuestros biorritmos no se habían desencajado por el cambio horario que nos permitirá ahorrar un 5% de energía eléctrica en los próximos meses. Por no mencionar el ahorro en comida, ropa, vacaciones, etc. con lo que nos van a acortar la vida -¿habrán medido eso?- por estos continuos cambios en el reloj.
Aunque lo repitan todos los años dos veces, marzo y octubre, no nos acostumbraremos y por lo tanto nos alterarán en nuestras capacidades físicas e intelectuales dos veces todos los años. Eso no hay cuerpo que lo aguante. Ya sé que me dirán que hay personas a las que no se les nota absolutamente nada cuando nos cambian la hora, pero seremos muy libres de pensar que poco o nada se podía reducir en su capacidad intelectual. È così.

Era una noche fresca y ciertamente oscura. Había llovido prácticamente durante todo el día y las nubes, que presagiaban un nuevo día también pasado por agua, cubrían el cielo ocultando la poca luz que el cuarto menguante de la luna intentaba hacer llegar a nuestras calles. Me imagino que no era el día más apetecible para pasear por nuestra ciudad a esas horas de la noche porque amén de la climatología adversa, el día siguiente era laborable y, por eso, apenas me cruce con alguien. Yo había decidido que estaba acumulando más grasa de la que mi corazón está dispuesto a aceptar y salí a caminar durante algo más de una hora pertrechado con mis zapatillas de deportes (más bien de caminar, ya que es el único uso que les doy últimamente) y un chambergo que me protegiese de la humedad y el frío.

Seguro que a todos nos ha ocurrido en alguna ocasión ir caminando solos de noche y sentir de pronto, instintivamente, la necesidad de mirar hacia atrás por tener la impresión de que alguien está detrás de nosotros y, aliviados, no ver a nadie. ¿Nos ha ocurrido verdad? (seguramente se trata de nuestra sombra, más oculta cuanta menos luz hay, pero siempre pegada a nosotros). Pero no es eso lo que yo sentí. Un fuerte olor a cera quemada impregnó el ambiente al tiempo que una ráfaga de viento del noroeste llegó hasta mi cara y una claridad inusual y blanquecina empezó a moverse entre los árboles.

Intuyendo lo que se me venía encima intenté recordar entre el desasosiego y la sinrazón. ¿Ajos, castañas pilongas, acaso una bala de plata?, no, no. ¿San Silvestre? no, tampoco…. ¿cómo es?, ¿qué es lo que tengo que hacer? ¡Están muy cerca! ¡No tengo tiempo!...¡El círculo!, eso es. Sin pensármelo dos veces me tiré a suelo y con los dedos de la mano derecha hice un círculo en la tierra (aún no he conseguido limpiar el barro que se incrustó entre mis uñas) y me metí dentro pegando la cara al suelo.

El olor a cera parecía abotargar mis sentidos y mi voluntad, y durante eternos segundos tuve la cara tan pegada a la tierra que creo que no era aire, sino barro lo que entraba en mis pulmones. Noté cómo una invisible presencia me rozaba la nuca, cómo la claridad iba pasando a mi lado, cómo un murmullo inhumano se alejaba poco a poco de mi cuerpo y de pronto solo oí los latidos de mi corazón. ¡Funciona! –pensé. Si late es que funciona y si funciona es que estoy vivo.

Como pude fui recobrando la respiración, y con ella el sosiego y las fuerzas para levantar la cara del barro. Cuando por fin icé la vista, clavado aún de rodillas en mi círculo protector, comprobé que estaba solo, completamente solo. Ni rastro de luces, ni de murmullos, ni de la ligerísima brisa. El intenso olor a cera quemada había desaparecido y en su lugar un aroma que no conseguí identificar.

Permanecí aún durante unos instantes de pié dentro del círculo que había sido para mí como un escudo protector, igual que esos que estamos acostumbrados a ver en las películas de guerras intergalácticas, en las que la nave del bueno consigue llegar siempre a su destino gracias a que los encargados de los efectos especiales de la película le ponen siempre mejores instrumentos que a los malos. Cuando recuperé el control de mis piernas y brazos comencé a caminar de nuevo hacia mi casa, ya sin ninguna intención de hacer ejercicio y con la mente en blanco, sin capacidad para reflexionar sobre lo que me había ocurrido.

Llegué a cruzarme con un coche de la policía (eran locales, pues en la chapa llevaban pintado el distintivo de la Bescam) y tentado estuve a levantar la mano para que me viesen y contarles lo ocurrido, pero en el momento que mi brazo empezaba a separarse del cuerpo para levantar la mano, el sentido común me lo dejó paralizado impidiéndome cometer tamaño disparate. ¿Contarles qué? ¿Que había hecho un círculo en el suelo y me había tirado de cabeza a él porque olía a cera quemada y había notado algo de viento? ¿Estás zumbado Jose o qué te pasa? –me dije-. Durante ocho años, como Alcalde, he sido por razones del cargo su máximo responsable, tengo un excepcional recuerdo de todos ellos y creo sinceramente que gozo de su consideración. No tenía derecho a que se viesen obligados por mi relato a escribir un parte de incidencias que no sabrían por donde empezar, ni a que me tuviesen que someter -por mucho que yo fuese caminando- a la prueba del alcoholímetro, que era lo menos que me hubiesen tenido que hacer.

Sin dar más vueltas al asunto llegué a casa y con un lacónico –me voy a dormir, evité la tentación de contar a los míos lo que sin duda les hubiese llevado a llamar a la policía, poniéndome de nuevo en la situación rechazada anteriormente. Dormí como un niño. No recuerdo haber soñado esa noche, aunque una imagen ha rondado mi cabeza de manera persistente durante varios días. Dos filas de siluetas blanquecinas, como inmateriales. Cada una de ellas portaba una luz oscilante. Y delante, en el centro, llevando una cruz de madera y un caldero… ¿de quién era esa cara? La conozco, pero no consigo ponerle nombre. Y el olor, de nuevo ese olor…

miércoles, 28 de marzo de 2007

Vayamos aclarando


No parece que sea una meiga la Presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre. O al menos así lo creo. En todo caso, si lo fuese sería AUREANA, una meiga de aspecto juvenil, cuyo encuentro casual, sobre todo en las riberas de ríos o fuentes, es símbolo de buena suerte y de buenos augurios. No en vano los encuentros con ella –casuales o no- han proporcionado y seguirán proporcionando cuantiosas e importantes inversiones para Aranjuez, ciudad de ríos y fuentes.

Digo que no debe ser una meiga, porque es difícil que alguien encante a tanta gente al mismo tiempo con magia y maleficios, sino que más bien parece fruto del trabajo y el buen hacer político el desarrollo experimentado por la Comunidad de Madrid en los últimos años. Los 8 nuevos hospitales, el metro, las viviendas para jóvenes, los colegios bilingües, la creación de nuevas empresas y de nuevos empleos, la reducción de las listas de espera en la sanidad pública madrileña y un larguísimo etc. -que a buen seguro nos recordarán con cierta insistencia a partir de ahora- nos hablan más de trabajo que de magia, aunque algunas de las cifras que se pueden dar, podrían ser consideradas como felizmente mágicas.

Me pregunta un amigo Alquimista (aún los tengo más raros) si una meiga tendría capacidad para intentar ser invisible y actuar, deplorablemente, metiendo los dedos (me imagino que huesudos y con largas uñas) en el sobre de un voto emitido por correo para conocer el sentido del mismo. Ignoro el interés de Alquimista en este supuesto, pero una meiga no se hubiese creído invisible (ellas conocen bien sus poderes) y sí hubiese podido cometer ese acto.

Si así fuese, a buen seguro estaríamos hablando de VEDOIRA, meiga que posee facultades adivinatorias, en este caso conseguidas a través de abrir un poco el sobre -nadie ha dicho que no sean tramposas- y que informan a los familiares de los fallecidos de si estos gozan ya del eterno descanso, aunque en este caso la supuesta meiga informaría a sus jefes de filas. Me inclino sin embargo a pensar que si el supuesto se diese, no nos encontraríamos ante una meiga sino ante un vulgar sinvergüenza. A lo mejor con algún dato más podríamos intentar concretar mejor el diagnóstico.

Ya veis estimados blogueros –que raro suena ¿verdad?- que no es trabajo fácil este de identificar a las meigas. Sí os reconozco sin embargo que es bastante más entretenido y gratificante que conocer el contenido trepidante y tenso de los distintos medios de comunicación. Sin ir más lejos ayer martes podíamos seguir a través de estos medios el periplo de 86 bolivianos que viajan en el crucero Sinfonía. Intentaron y no se les permitió desembarcar en Tenerife primero y en Cádiz después y hoy, según lo anunciado por el gobierno, les ocurrirá lo mismo en Valencia. Parece que no tener los papeles en regla es el motivo que les impide pisar suelo español.

Si eso es lo que dice la ley tendrá que ser así, no voy a entrar en ello. Pero ya que sigo la noticia me llama poderosamente la atención el aumento importante del número de bolivianos que están llegando a nuestro país en los últimos meses. Y no es por el incremento en la cifra de inmigrantes llegados, sino por el país de procedencia de los mismos. Tengo que confesar que no pensaba que entre quienes vienen a nuestro país en busca de un futuro más digno y estable hubiese bolivianos. ¿No es allí donde gobierna el señor del poncho y el jersey a rayas? Sí hombre, ese que es amigo -idólatra diría yo- de nuestro ZP (¿o es al contrario?). El que se derrite por los huesos del comandante Fidel y bebe de las babas ideológicas del demócrata venezolano. Con lo bien que nos habla nuestro gobierno de Evo, yo estaba convencido que lo último que harían los bolivianos sería largarse de su país.

Bueno, pues si la ley dice que no se pueden bajar del barco que no se bajen; pero que al menos les dejen un micrófono para que nos cuenten por qué huyen del abrazo de Evo. Y puestos a pedir, después de Valencia el crucero pondrá rumbo a Génova, y a mi me gustaría saber si dentro de unos días no nos encontraremos gastando un montón de euracos para traer hasta nuestro país a un nutrido grupo de bolivianos que metidos en un barco no consiguen que ningún estado de nuestro entorno los acoja. No sería la primera vez ¿verdad?

Ya que aclaré mi impresión sobre Esperanza Aguirre, quiero también hacerlo sobre otra persona de indudable relieve político. Me refiero al Alcalde de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón. Tampoco me parece que sea meiga transformada en el más doméstico de los animales, ni siquiera amoldado bajo los influjos de una. Más bien podríamos hablar de él como un mago.

La prodigiosa transformación llevada a cabo en la capital de España en cuatro años escasos no tiene precedentes. Solo una persona que responda a la definición de mago - persona singularmente capacitada para el éxito en una actividad determinada- podía plantearse una empresa de la envergadura que él acometió. Ninguna obra pública está exenta de problemas, molestias e imprevistos y menos aún si es de la importancia de las ejecutadas en Madrid, sin embargo el resultado ya lo están disfrutando los madrileños. No es una promesa sino una realidad.

¿Por qué hablo hoy de Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón? Porque no quiero que andemos despistados cuando intentemos localizar meigas. En ellos no las veo y, zanjando este extremo al principio, nos ahorraremos más de un camino equivocado en el futuro que nos llevaría a perder tiempo y a lo que es peor, a ser enredados por los engaños, sortilegios y maleficios que sin ningún género de dudas pondrán en nuestro camino las ancianas pilotos de escobas. Eso sí, cometen errores como cualquier humano, aunque para contarlos y exagerarlos emplean su tiempo Simancas y Sebastián.

Sin embargo que nadie entienda que en Esperanza y Alberto están representados a estos efectos todos los militan en la vida pública del PP. Como ocurre en las mejores familias, en el PP habelas, ainas que diríamos en Galicia.

martes, 27 de marzo de 2007

No eran meigas

No son meigas. No nos confundamos. Por mucho que queramos dibujar de una forma amable la realidad, ya sea esta local o nacional, no podemos achacar a las meigas lo que solo es producto de lo sembrado a lo largo de años. Son fascistas y no meigas quienes agredieron ayer a Antonio Aguirre, miembro del Foro de Ermua, a las puertas del juzgado donde Ibarretxe y Otegui prestaban declaración. Tres décadas de gobiernos nacionalistas en el País Vasco y la entreguista política de Rodríguez Zapatero han conseguido llevar a esa parte de España al peor escenario que nunca pudimos imaginar.

Seguro que encontramos voces que critican la presencia de miembros del Foro de Ermua a las puertas del Palacio de Justicia de Bilbao, pero no me merece la pena perder tiempo en razonar sobre quiénes son ellos para decidir quien puede y quien no puede transitar por según que lugares del País Vasco ¿y de España?

Encontraremos -¡cómo iban a faltar!- quienes verán en este deleznable hecho la penúltima ocasión para responsabilizar a la política de oposición del PP por haber creado el clima que está propiciando acontecimientos como el de ayer, pero saben que no es el PP quien está intentando negociar “como sea” con la banda terrorista, saben que no es Rajoy quien ha hincado la rodilla ante ETA-Batasuna y saben que nos es al líder de la oposición a quien los terroristas parecen tener cogido por la dolorosísima zona objeto de la agresión de ayer.

Y también veremos como hay quienes se llevarán las manos a la cabeza, sin pararse a saber quienes son responsables de lo ocurrido y dirán aquello de “pero ¿a dónde vamos a llegar?, esto tiene muy mala pinta; el día menos pensado hay un muerto y entonces a ver qué hacemos”. Porque esto hay mucha gente que lo piensa e incluso lo comenta en sus ambientes más íntimos. Y no se dan cuenta de que el muerto ya ha llegado. Llegó hace ya años, y no es uno sino que son cerca de mil. El último, fruto de la Kale Borroka. Los dos anteriores en la T4 de Barajas.

Los muertos llegaron ya hace mucho y vinieron de la mano de los terroristas (bueno, algunos de la del señor X). Por lo tanto quienes teman lo que ocurriría si hubiese un muerto, solo tienen que mirar a nuestra historia más reciente para ver las consecuencias.

La patada que ayer recibió Antonio Aguirre -¡joder cómo tiene que doler!- no es otra cosa que una más, por muy brutal que fuese, de las múltiples agresiones físicas, psicológicas, verbales y de toda índole que a diario reciben en el País Vasco aquellos que no opinan igual que los descerebrados matones que campan a sus anchas por la geografía política vasca pasándose por lo que más le dolió ayer a Antonio Aguirre, la Ley de Partidos, el Pacto antiterrorista, la inclusión de ETA y Batasuna en la lista internacional de organizaciones terroristas, el Estado de Derecho y la memoria de las víctimas.

Quienes vivimos en otros rincones de la geografía española, inmersos en nuestros problemas o disfrutando de nuestras alegrías, no somos realmente conscientes de la situación de acoso a la que viven sometidos los demócratas en el País Vasco. Un acoso en el que tiene mucho que ver la actuación de los nacionalistas desde el gobierno autonómico. No nos olvidemos que quienes ayer increpan, insultan y agreden a los miembros del Foro de Ermua estaban arropando al Lehendakari. Quienes en este momento defienden la libertad y la democracia en ese territorio español tienen, hemos de reconocerlo, una firmeza y un valor que solo puede ser recompensado a través del apoyo público y constante a su posición.

Ellos saben muy bien -porque lo llevan haciendo muchos años- que tienen que plantar cara a los matones, que no se pueden dejar amilanar, que su poder está en la razón y que cuentan con nosotros. Por que nosotros aunque estemos físicamente lejos, nos sentimos con ellos continuamente y aportaremos nuestro granito de arena para ayudarles en su lucha, que es la nuestra.

Por lo pronto, vamos a impedir que quienes les acosan, insultan y agreden continúen recibiendo apoyos que les permitan actuar con impunidad. Uno de nuestros objetivos debe ser quitarnos de encima a través de las urnas al presidente más nefasto que ha llegado a ocupar ese cargo en nuestro país (a lo que hace no se le puede llamar gobernar).

Venzo la tentación de hablar en el espacio que me queda de las meigas, porque al hilo del tema que hoy me ocupa me gustaría dejar constancia de lo que opino sobre las palabras de Felipe González al afirmar que en España se vive un clima prebélico.

Nada más lejos de la realidad. En España vivimos, asombro tras asombro, las consecuencias de un mal gobierno de la nación y los sueños de inmortalidad histórica de un presidente que ya había perdido el sentido común incluso antes de ser elegido. En esos términos y no en los que nos quiere trasladar FG resolveremos nuestro futuro.

Quien nos intenta vender la burra de la situación prebélica trabaja en esta ocasión para los intereses mezquinos de Rodríguez Zapatero. Es bien sencillo, si aceptamos ese presupuesto estaremos dando carta de naturaleza al denominado por el gobierno “proceso de paz”, ya que en tiempo de guerra es consecuente hablar de proceso de paz. Pero no, nosotros seguimos hablando de proceso de rendición ante el chantaje terrorista. Es en lo que están. Los de ayer no eran meigas, eran fascistas.

lunes, 26 de marzo de 2007

La Santa Compaña


Quienes hayáis tenido la amabilidad (ese es el calificativo que me merece vuestra acción, ya que escribo para ser leído y al así hacerlo sois amables conmigo), tendréis a buen seguro la sana curiosidad de ver cómo meigas y personajes públicos van coincidiendo en su aspecto, sus virtudes y defectos y cómo las consecuencias de sus actos nos llevan a conclusiones –lamentablemente, por ser cosas de meigas, nunca demostrables- sobre el uso que de sus extraordinarios poderes están haciendo mis amigas gallegas para intervenir en nuestras vidas.

Entenderéis que es mera precaución lo de referirme a ellas como “amigas”. Si leen estas líneas, que a buen seguro lo harán, no me gustaría encontrarme entre los objetivos de sus mágicos entretenimientos, por lo que prefiero hablar de ellas como amigas, aunque guarde una herradura en casa, tras la puerta de entrada y lleve en el bolsillo un diente de ajo y una castaña pilonga así como otros objetos que libran del mal de ojo y otros hechizos. ¡Tal es el poder que tienen!

Atención y observación serán las herramientas que básicamente utilizaremos para ir localizándolas y para ello, me vendrían de maravilla vuestros comentarios sobre los distintos personajes públicos de Aranjuez, sin que nos tengamos que centrar (por mucho que nos lo pida el cuerpo por el asombro nacional con el que nos hacen despertar cada día) en los políticos. No todo es política. Son múltiples y variadas las actividades públicas que intervienen e influyen en nuestra vida. Exactamente igual que no todo lo que nos afecta ocurre directamente en Aranjuez. Somos españoles y por lo tanto no solo no nos son ajenos, sino que pueden ser decisivos en nuestras vidas muchos de los acontecimientos y muchas de las decisiones que ocupan diariamente los titulares de los medios de comunicación.

Entre todos, en base a los comentarios que me vayáis enviando, fruto de vuestra observación, y con unas pequeñas pinceladas que yo pueda aportar sobre las características más notables de algunas meigas, podremos ir descubriendo hasta qué punto están inmersas en la cotidianidad que nos rodea. Ese ha de ser por mi parte el siguiente paso: contar algunas de sus características.

Pero antes, si me lo permitís, creo que sería bueno que nos fijásemos en otro elemento destacado de la mitología popular gallega de la que, curiosamente, encontramos en Aranjuez algunos pasajes, algo difusos, aunque relativamente cercanos en el tiempo.

Algún día, con un poco de calma, os contaré las referencias que algunos amigos (en este caso no utilizo esta expresión para protegerme de ellos, sino como manifestación pública de la sincera relación que nos une) me hacen a la presencia de la Santa Compaña en nuestra ciudad hace menos de cincuenta años. Es la negrita una forma de llamar la atención de la afirmación sobre la "presencia", toda vez que es generalmente conocido que se recomienda no mirar a la cara de los espíritus, tumbarse boca abajo en el suelo, trazar un círculo y meterse dentro... Si no se hace así el testigo se verá obligado inapelablemente a unirse a la comitiva por las noches. Y claro, mis amigos no han tenido que unirse a tan animosa procesión, por lo que habremos de suponer que en su momento sintieron o intuyeron, aunque no presenciaron, el paso de la Santa Compaña por la calle del Capitán de Aranjuez.

Os preguntaréis el por qué de esta referencia. Rápidamente lo explico. Según cuenta la leyenda, la Santa Compaña aparece en procesión por diversos motivos tales como reclamar el alma de alguien que morirá pronto, cumplir una pena impuesta por una autoridad del más allá o –y este es el caso que nos ocupa- reprochar a los vivos faltas o errores cometidos. Y digo yo que tal y como nos tienen el país y el pueblo estoy seguro que veremos en breve la Santa Compaña por alguna de nuestras calles ¿que no?

Pero aún hay más. La procesión de la Santa Compaña va encabezada por un vivo portando una cruz y un caldero de agua bendita. Esta persona no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de la noche. Únicamente se podrá reconocer a estas personas por su extremada delgadez y palidez. Cada noche su palidez irá en aumento. No les permiten descansar ninguna noche, por lo que su salud se va debilitando hasta enfermar y morir, salvo que otro incauto sea sorprendido y pase a ocupar su lugar.

Bueno, bueno, tampoco es necesario que empecemos a sospechar de cualquiera de nuestros vecinos por muy achacosos que los podamos ver últimamente. Con el cambio de hora estaremos todos durante unos días con aspecto algo cansino y hasta con ojeras, lo que no significará que estemos pasando las noches en vela encabezando ninguna procesión de ánimas.

Nuestros amigos crápulas, ¿quién no tiene un amigo crápula?, están también excluidos automáticamente. Ellos trasnochan y malviven por gusto, no por imposición de la compañía fantasmal. Y por supuesto, todos los que trabajan de noche, no están bajo sospecha, aunque los veamos demacrados por la mañana. Un buen sueño reparador los deja como nuevos.

Muchos de los testigos que afirman haber visto la Santa Compaña aseguran haberla encontrado en un cruce de caminos, en una encrucijada. Precisamente España se encuentra en estos momentos –sería mejor decir que nos han puesto- en una encrucijada histórica. La errática política llevada a cabo por el gobierno de la nación en la actual Legislatura abriendo un melón tras otro, a cual más disparatado, nos sitúa en un cruce de caminos propicio para que haga su aparición la Santa Compaña. Veremos quien es el primero que lleva la cruz y el caldero.

BRUTA es una meiga siniestra. Posee una cabeza desproporcionadamente grande. Solicita limosna y acepta cualquier donativo por poco que sea, agradeciéndolo con un beso. Pero este beso es maléfico y enloquece a quien lo recibe. No sé si se encontrará entre nosotros tal cual es o si se habrá transformado, pero el caso es que así, a bote pronto, es como si me recordase a alguien.

viernes, 23 de marzo de 2007

Haberlas, haylas

Haberlas, haylas. Aunque no se vean, aunque no tengamos la más mínima idea de donde pueden esconderse, lo cierto y verdad es que haylas.

Y ya que están, ¿harán algo?, ¿intervendrán de alguna forma en el devenir de los acontecimientos -grandes o pequeños- que van conformando nuestra existencia? Seguro que sí. Fundamentalmente en aquellos cuya explicación no alcanzamos a obtener nunca, pero en los que tenemos la sensación de que alguien -no sabemos quién- de los que están a nuestro alrededor participan sin consultarnos ni advertirnos.

Las meigas son (perdón pero la mitología no atiende a la recientemente aprobada Ley de Igualdad) mujeres adoradoras del diablo, que pueden echar maleficios o hacer pociones curativas.

¡Vaya! mira por donde acabamos de descartar todos a un montón de posibles candidatos a esa condición-estado de meiga. Sean buenos o malos, los hombres no pueden ser meigas.

Pero aclaremos bien en esto, las meigas no son especialmente malas. Hay de todo, como en botica. Será la suerte, buena o mala, la que determinará que nos encontremos con unas o con otras y, serán nuestros sentidos los que nos ayudarán a sacar lo mejor o lo peor que ellas tengan.

Balura, Marmanta, Feiticeira, Lurpia, Muller loba, Vedoira, Alen, Cartuxeira, Bruta, Moucha, Aquelarre, Agoreira, Lavandeira, Basilisco, Maria Soliña, Aureana, Sabia, Moura...son algunos de los nombres de las más conocidas.

Se me olvidaba comentar que entre sus habilidades se encuentra la de transformarse en animales domésticos y, por acercarme sin excesiva demora a uno de los ejes entorno al cual girará este blog, ¿conocemos algún animal más domestico que el hombre? Pues sirva esto para aclarar que si bien las meigas son mujeres, no impide esto que usando sus extraordinarios poderes tengan por adoptado en más de un caso (y a buen seguro en más de mil) la figura de un hombre.

Aranjuez, nombrada Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en Diciembre del año 2.001, es una de las ciudades más bellas, en la que el hombre ha dado muestra clara de su inteligencia y sensibilidad a la hora de diseñar y construir una ciudad armonizándola con la naturaleza. Naturaleza que por cierto ha modelado a su antojo para conseguir el resultado deseado.

En este Aranjuez, situado a 500 km de los paisajes húmedos e inquietantes de la tierra de las meigas, mi querida Galicia, estoy completamente convencido que habitan un buen número de ellas y que, aunque nos pueda parecer improbable, ejercen sus poderes habitualmente e influyen en nuestras vidas.

Es más, creo firmemente que con atención y capacidad de observación podríamos llegar a reconocer a alguna de ellas por muy disimulada que tengan su apariencia. Y por dejar constancia en estas líneas de aquello de lo que estoy convencido, terminaría por afirmar que algunas de las personas que intervienen en la vida pública ribereña, si no son meigas -ya con su aspecto real, ya transformadas en animales domésticos- sí son, al menos, personas en las que nuestras amigas han conseguido influir en buena medida.

A irlas conociendo, a conocer sus nombres suplantados y su intervención en la vida de nuestra ciudad iremos dedicando una parte muy importante de este blog, que pretende ser amable y respetuoso en sus planteamientos, aunque nunca independiente de las ideas y convicciones de quien lo ha creado.