Durante diez días hemos podido disfrutar de momentos mágicos, momentos que solo nos puede proporcionar uno de los deportes más bellos del mundo, el baloncesto. O el basket, admitiendo que el inglés es el idioma en el que se entienden unos con otros en este deporte. España –hemos jugado a través de la selección que nos representa, la que siente nuestros colores- ha jugado magistralmente a lo largo del campeonato. Salvo el pinchazo inicial frente a Croacia y los nervios azuzados por el peor arbitraje posible frente a Grecia, el equipo que dirige Pepu ha brillado con luz propia.
Ayer todos estábamos preparados para asistir no solo a la victoria de España frente a la selección rusa y la consiguiente consecución del oro europeo, sino a un partido que nos permitiese disfrutar una vez más de la raza de Reyes, los vuelos de Rudy, las genialidades de Navarro, la claridad y las piernas de Calderón o la omnipresencia anotadora y reboteadora de Pau Gasol. Pero no fue así. Tras cinco minutos iniciales descomunalmente maravillosos por parte de nuestros jugadores, la magia desapareció.
Los chicos de Pepu, aunque parezcan dioses, son humanos y como tales están sometidos a los distintos influjos que condicionan y determinan constantemente el devenir de nuestras vidas. Es cierto que la reiteración en determinados errores a lo largo del partido se pudo corregir y que las rotaciones –mover el banquillo para permitir descansos o cubrir necesidades del partido- se pudieron hacer de otra forma. Ayer no era el día de Pau y Pepu no se atrevió a jugar la baza de su hermano Marc, que a buen seguro hubiese obtenido rendimientos más positivos para el equipo, pero también Pepu es humano.
Dice Moura –ya sabéis de quien os hablo- que las cosas “si son de ser” no se pueden cambiar, pero dice también que aún siendo así, alguna causa tienen. Es decir, que ayer “estábamos de perder” y la cosa era inevitable, pero hubo una causa, algo, que determinó que así fuese. Lo vi –me imagino que como nos ocurrió a todos los que presenciamos el partido por televisión- al comienzo del partido, pero no le di mayor importancia. Sin embargo fue la causa que motivó el irregular partido de nuestra selección. ¡La presencia del Gran Gafe! ¡La aparición de Zapatero! ¿Qué no? Venga, a ver si alguien es capaz de darme una explicación mejor.
¿Era tan necesario que Zapatero estuviese ayer allí, viendo la final en directo? Sabiendo lo gafe que es, ¿no podrían tener un poco de misericordia sus asesores con el resto de los españoles convenciéndolo para que viese el partido por la tele? ¿Se merecen nuestros jugadores –que cuando pasen un par de días se darán cuenta de la importancia que tiene la plata conseguida ayer- que les visite el gafe Zapatero en el último partido del campeonato? ¡Menos mal que no le dio tiempo a estar en Moscú para ver la final del europeo de voleibol! Gracias a ello –y por supuesto al buen juego de nuestra selección- conseguimos el oro.
Pese a que no conseguimos el oro del Eurobasket, tenemos la mejor selección del mundo. ¡Mi enhorabuena para Pepu y los doce jugadores!
Moura, que estos días está muy pendiente de los aires independentistas que soplan desde algunos rincones de España, me sugiere una idea que no me parece tan descabellada. Ya que nacionalistas catalanes y vascos están empeñados en el perverso juego de las selecciones deportivas autonómicas, demos un paso más que sea ilustrativo. ¡Qué hagan sus propias ligas! Es decir liga de fútbol catalana, por poner un ejemplo. Y que sus equipos jueguen entre ellos, pero solo entre ellos. Barça-L’Hospitalet, Nastic-Igualada, Espanyol-Santa Coloma….y que vivan de los derechos de televisión que generen las trasmisiones de esos partidos. ¡Ahí empezarían algunos a darse cuenta de lo que supone ser independientes! No me parece insensata la idea de Moura, lo que si me parece irracional es que Zapatero pretenda escaquearse en la responsabilidad sobre lo que está ocurriendo estos días con distintos radicales independentistas. ¿Quién les dio más alas que él? Pero claro, lo racional y Zapatero andan reñidos desde siempre.
Quieren los socialistas de Aranjuez –lo aprobaron con su mayoría en el último Pleno- dotar a la democracia local de dos herramientas muy importantes según ellos. La creación del la figura de Jefe de la Oposición y la de Defensor del Ciudadano. Puro teatro. El estatus de jefe de la oposición municipal se reconoce no solo a través de la nominación de dicho estatus, sino –y esta es la parte más fundamental- dotándolo de competencias, contenido y garantías. Poder para el acceso a la información y para el control del gobierno municipal en definitiva, y eso es lo que no lleva parejo el cargo que han creado. Dicho de otra forma, le ponen al destinatario –destinataria en este caso- un traje de seda encima de la camisa de fuerza.
El Defensor del Ciudadano, sin una ley que ampare sus competencias y nombrado por el gobierno municipal, no pasará de ser un correveidile del Alcalde, un puesto creado para colocar a algún amiguete. ¿Necesitamos los ciudadanos de Aranjuez un intermediario entre quienes cobran un interesante salario por atender a nuestros problemas y nosotros? Si lo hacen, si imponen el rodillo, por lo menos que cuiden las formas –que en democracia son fundamentales- y sometan su nombramiento a una mayoría cualificada de dos tercios de la corporación. Ya los vamos viendo.
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