martes, 11 de septiembre de 2007

Esperanza y Zapatero


La entrevista que ayer mantuvieron Esperanza Aguirre y Zapatero no nos descubrió nada nuevo, era totalmente previsible su resultado, aunque era necesaria su celebración. Era la escenificación con los protagonistas adecuados del abandono al que Zapatero ha sometido a la Comunidad de Madrid desde que llegó al poder tres días después del 11M. En eso hay que reconocerle que es constante. Decidió no apoyar a nuestra comunidad en tanto en cuanto votásemos al PP y lo está cumpliendo a rajatabla.

Allá él con su uso sectario y torticero del poder. Los electores madrileños hemos vuelto a confiar mayoritariamente en Esperanza Aguirre por su cercanía, su rectitud y su buen hacer en el gobierno de la Comunidad. Sin ayuda de Zapatero Madrid se ha convertido en una de las regiones más prósperas de Europa. Sin ayuda de Zapatero –por poner un ejemplo recientísimo- Madrid es la tercera región de Europa en creación de empleos tecnológicos. ¿Para qué necesitamos entonces a Zapatero? Para nada me diréis algunos, pero no es así.

A Zapatero, como Presidente del Gobierno de España –le pregunta mi buen amigo Pío García Escudero, portavoz del PP en el Senado, a Zapatero por qué le llama ahora al Gobierno de España, Gobierno de España, y no podrá decir la verdad nuestro trolero Presidente para no quedar en evidencia- os decía que a Zapatero lo necesitamos para que nos dé lo que es nuestro, lo que como región de España nos pertenece. Lo que por nuestra aportación a las “solidarias” arcas del Estado nos corresponde.

Nadie en su sano juicio sería capaz de negar el impulso espectacular que ha experimentado la Comunidad de Madrid con los gobiernos autonómicos del PP desde 1995. Desde 2004, con la presencia de Zapatero al frente del gobierno del país y sin recibir ni un euro de inversión desde el Estado, el crecimiento de Madrid ha sido aún más espectacular si cabe. ¿Os podéis imaginar lo que las justas –ajustadas a derecho- inversiones del gobierno de España hubiesen supuesto en incremento de este desarrollo?

Las cuentas –las que le exigiremos los madrileños a Zapatero en las urnas el próximo mes de marzo- no han de ser solamente de los millones de euros no invertidos, sino de la oportunidad perdida de esas inversiones. Dicho de otra manera ¿Cuántos beneficios habrá dejado de obtener Madrid como ciudad y como región por el escandaloso retraso en la construcción de la R-1, o el cierre de la M-50, o la gestión de las cercanías ferroviarias desde la Comunidad? ¿Cuánto dinero le va a suponer a Madrid –y por tanto a los madrileños- el descarado retraso en la terminación de las obras en Sol por parte del ministerio que dirige Maleni, la ministra que no sabe el nombre de una de las provincias gallegas?

Decía ayer Mariano Rajoy en su intervención ante la Junta Directiva del Partido Popular que puede formar 50 gobiernos mejores que los de Zapatero. No le falta razón. Lo puede hacer por arriba y por abajo, por exceso y por defecto, por abundancia y por carencia. Es decir, los podría hacer dado el importante cuadro de dirigentes perfectamente cualificados para gobernar este país con que cuenta el PP y los podría hacer también con personas menos cualificadas, dado el deplorable nivel mostrado una y otra vez por el gobierno de Zapatero.

Sin embargo lo importante de la intervención de Rajoy no estaba en esta frase, sino en la exigencia que planteó a todo el partido de ponerse a trabajar en lo que es fundamental en este momento, la elaboración del programa electoral. Un programa con el que el PP tiene que conseguir recuperar la ilusión de los españoles, llamando a las cosas por su nombre, pero sin caer en la reiteración cansina. Son muchos los asuntos sobre los que los españoles tenemos serias preocupaciones en estos momentos. La situación económica, la desastrosa política de inmigración de Zapatero, la educación de nuestros hijos, la inseguridad ciudadana, el terrorismo –por supuesto que nos preocupa el terrorismo-, el desequilibrio territorial al que nos están sometiendo las inconfesables cesiones a los nacionalismos más radicales, el adormecimiento en el que está sumido el mundo cultural e intelectual de nuestro país, la corrupción urbanística, nuestra decadente presencia en el ámbito internacional, el deterioro del medio ambiente….

Nos preocupan muchas cosas y por eso está muy bien que Mariano Rajoy haya ordenado que el PP empiece a plantear por escrito las soluciones y alternativas que nos van a ofrecer. Ya sabemos que el friki Pepiño y su laboratorio de parir insultos se pondrán en marcha inmediatamente, pero esta vez tenemos la gran ventaja de que los ciudadanos ya conocemos al friki y a quien representa. Sabemos de su bilis y de la facilidad que tiene para expulsarla por la boca. Sabemos que la solución a nuestros problemas pasa por la derrota democrática de elementos –aunque sea gallego de nacimiento- como el friki Pepiño.

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