jueves, 14 de agosto de 2008

La boina

Seguro que los furtivos –por el mero hecho de serlo- corren como liebres. Cuando me imagino a un furtivo me imagino a una persona –personas las ha habido siempre de toda condición- que arrambla a la carrera con lo que pilla, ya que si se detiene en su pillaje puede terminar en la trena. Es decir, a los furtivos –como es el caso del alcalde de Muxía, el socialisto Félix Porto- les va como en su naturaleza el hecho de que los sucesos que los rodean se desarrollen a velocidad de vértigo.

He tenido la oportunidad de presenciar en el mismo día dos correrías político/absurdas de quien desde la inmoralidad de gobernar un municipio habiendo sido condenado como furtivo por lamparle a sus vecinos el pan de su existencia, no termina de discernir en dónde se encuentra la sutil raya que divide lo pulcro de lo lumpen.

Organizar una fiesta del mar en un municipio mariñeiro es buena idea si no se pretende utilizar tamaño evento –que a buen seguro ha costado dinero de los contribuyentes- para permitir que un patán que –por algún fallo del sistema- ostenta el noble título de profesor de instituto venga a dar un mitin rencoroso/paleto.

Al bueno del pregonero –seguro que en el fondo, muy en el fondo, tiene algo bueno- le salía el rencor por todos los poros de su cuerpo excepto por aquellos que llevaba tapados por la boina que le infundía un esperpéntico semblante de paleto de los que –a Dios gracias- ya no existen en Galicia.

La presencia del socialista Porto en el balcón desde donde este indígena titulado profería todo tipo de disloques históricos cargados de sectarismo revisionista, así como las claras y continuas referencias de agradecimiento del mismo al máximo mandatario municipal son clara muestras –los aplausos lo refrendan- del apoyo del furtivo a las burdas palabras de quien convirtió un pregón festivo en un mitin sectario pagado con el dinero de todos.

Eso sí, el ínclito profesor –ignoro la materia que impone- como buen rojo que se precie de ello, nos repartió carnés de muxians ¡cuánto les gusta a estos progres repartir carnés!- a quienes sin haber nacido en esta tierra nos consideramos aquí como en nuestra casa.

Tengo que deciros amigos blogueros que yo ya lo era antes de que este paleto –que tiene entre sus grandes hechos el haber renunciado a sus orígenes cambiando el apellido que sus padres le dieron- se subiese al balcón acompañado del furtivo.

Por considerar Muxía como mi propia casa, me duele que quieran utilizar cualquier resquicio para sembrar el rencor y para desvirtuar el carácter abierto y acogedor de esta maravillosa tierra.

Os he comentado que dos fueron las correrías del furtivo. La segunda consistió en la provocación clara y pública a una conocida familia de su municipio. Sabedor de las ideas políticas de esta familia –claramente distintas a las suyas- no se cortó un pelo en manifestarles sin mediar otra palabra, mientras la familia degustaba unos exquisitos mejillones al vapor: “¿Os jode?, pues vais a tener que aguantar mucho tiempo”. La contestación de la familia, entre mejillón y mejillón fue clara y ajustada: “¡FURTIVO!” le dijeron, y él se fue como tal.

Si yo me dedicase amigos blogueros a escribir un blog, este munícipe condenado por furtivismo sería un filón para la inspiración literaria, pero creo que lleva camino de inspirar más a los jueces.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Furtivos


Pasear con Moura a la orilla del Atlántico –da igual el nombre de la playa- es un reconstituyente para el alma de cualquier mortal. La plenitud de su presencia y la profundidad de sus reflexiones no dejan impasible a nadie.

He tenido la oportunidad a lo largo de los últimos días –me parece que han sido semanas, aunque no quiera reconocerlo- de compartir interminables jornadas con ella apurando hasta los últimos rayos del sol a la orilla del mar. Tardes de hondura para el ánimo que me han servido para centrar los convulsos sentimientos que la atropellada actualidad nacional me iban generando.

Ha sido esa posibilidad –transformada en cierta- de pasar largas horas conversando con mi extraordinaria y bella amiga Meiga, la que me ha mantenido alejado de vosotros amigos y amigas blogueros en los últimos días. Aún a pesar de pecar de una cierta infidelidad para con vosotros, no me he resistido al embrujo propuesto por Moura de compartir con ella más tiempo del ordinario. Me sorprendió sin embargo una afirmación poco menos que mundana que Moura dejó caer en uno de nuestros largos paseos.

Paseábamos en un atardecer por el malecón del puerto de Muxía –allí donde algún socialista hubiese hundido otro Prestige con tal de ganar la elecciones- cuando mientras yo esquivaba con un poco grácil movimiento del pié una enorme cagada de perro -me imagino que no fue un pequinés el que la depositó allí- Moura me dijo: habrá cagadas mientras haya furtivos.

¡Hala!, dile algo a la Meiga. Tal afirmación, hecha desde el conocimiento exacto de la realidad, me entretuvo durante un par de días hasta que di con la clave de lo que Moura me quería expresar. Ya os he comentado en más de una ocasión, amigos blogueros, que Moura –como cualquier Meiga que se precie- no se expresa con palabras, sino a través de los sentimientos, por lo que es mejor dejar que sean los sentimientos y el trabajo de la razón quienes nos lleven a comprender lo que nos quiere decir.

Difícilmente podrá establecer un ámbito de respeto y autoridad quien en tiempos de vacas flacas -y siendo cargo público- ha esquilmado con sus actos a aquellos que debían ser destinatarios de su labor protectora. Quien en los momentos de angustia generados por el hundimiento del Prestigequé bien ayudaron a la angustia los voceros del Nunca Mais!- ante el futuro incierto para quienes vivían de lo cosechado en las bravas aguas del Atlántico, fue pillado como furtivo de la pesca del longueirón –siendo Diputado Provincial- y condenado por los tribunales de justicia, no parece que esté en la mejor disposición como para investirse de la autoridad –moral- necesaria como para sancionar a quienes permiten que sus canes defequen en la vía pública.

Entendida por tanto la afirmación de mi extraordinaria y bella amiga Moura. El alcalde de Muxía –socialista para más gaitas- condenado como furtivo por quitarles a las familias del mar lo que solo a ellas les pertenece, está política y moralmente imposibilitado para poner orden entre algunos guarretas dueños de perros.

Curioso personaje este alcalde del que en pocos días he tenido noticias de sus andanzas que parece han de llevarlo en más de una ocasión ante los tribunales de justicia, que con toda certeza me llevarán a referirme a él en alguna otra ocasión si tardar mucho. La presunción de inocencia no se la puedo –ni quiero- negar, aunque por furtivismo ya ha sido condenado. ¿Los dineros municipales en manos de quien quitaba el pan a quienes viven del mar? No huele bien, como tampoco huelen bien las cagadas que no puede sancionar. Y por lo que veo –buscando el apoyo protector de su partido, que casualmente es el mismo que el de quien nos ha negado la crisis hasta que no podíamos ni respirar por la asfixia económica, el inimitable Zapatero- no solo cagadas admite, sino que permite que Portos de Galicia flagele inmisericordemente a los hosteleros de la Costa de la Muerte con unos impuestos claramente desmesurados.

Los furtivos, ya se sabe, llevan la traición escrita en la frente.