martes, 24 de febrero de 2009

Corte de coleta

plaza Parece que fue ayer -¿acaso no lo fue?- cuando el rojo Bermejo lanzaba al viento besos que, con fruición veinteañera, eran recogidos por sus compañeros de escaño y pensamiento. Acentuados contoneos dibujaban la diestra figura –solo diestra la figura, nunca el pensamiento de aquellos, incluido su padre, contra los que tuvo que luchar- del lidiador tras la faena de aliño con que había sorteado las embestidas de la manada a cuya cacería había contribuido sin la licencia oportuna.

Entre beso y beso y contoneo y contoneo, el respetable –venido a menos, a mucho menos en este caso- llenaba hasta el último rincón del improvisado coso con enfervorizados gritos de ¡torero, torero, torero!

No debió gustarle la faena al apoderado, que entendió con prontitud que por ese camino antes que después se tornarían los ¡olés! en pitos y estaría llamada a intervenir la fuerza pública para impedir un escándalo.

Muy aficionado el apoderado a la lectura de los contemporáneos –sobre todo en ideología- y como aunque vallisoletano se pregonaba leonés, buscó y encontró entre su gente las palabras –en forma de verso- que le permitieron expresar su pensamiento.

Fueron palabras de un burgalés criado y afincado en León, que formó parte de la corriente conocida como “poesía desarraigada” -¡qué bien le rima este “conceto”!, que diría su friki, con su alucinógena Alianza de Civilizaciones- agrupada fundamentalmente en aquellos autores que tenían como medio de expresión la revista Espadaña, aunque esto amigos blogueros es asunto en el que podemos bucear en otro post. Hoy estamos con la faena.

¡Que a mí no me engañas, no!

Luminosa serpentina

sorbiéndose la rutina.

¡Más que tú, torero yo...!

Fue el verso de Victoriano Crémer, ese espléndido hacedor de la palabra, que utilizó el apoderado ZP para dar por finiquitada la relación que les unía.

Atrás quedan para la historia importantes faenas del diestro conocido como “Coloraillo de Arenas” -sin ningún género de dudas el que más ríos de tinta ha cosechado en su permanencia arriba del escalafón- faenas como su intento de abrir el acceso a la carrera judicial a los “mejores” de la universidad, saltándose a la torera –cuánto se ha ceñido esta expresión a sus andanzas- las oposiciones que nos protegen, faenas como permitir la presencia de ANV en las elecciones vascas, faenas como sus cacerías de muflones alados, faenas como sus reiterados insultos a la oposición representada por el PP, faenas como sus bravucones enfrentamientos con los jueces...malas pasadas que ahora, desde su banco de diputado tendrá tiempo de repasar y sopesar.

Le vendrá también el tiempo –que lamentable es aquí la condición humana- de ver cómo los que le jaleaban y coreaban ¡torero, torero, torero! van abriendo hueco en el hemiciclo, van dejando bancos de por medio.

Ahora ha de completar sus faenas un gallego, pero no un gallego cualquiera –si es que hay alguno que así se pueda llamar- sino un gallego de la Costa da Morte.

Moura, mi entrañable y encantadora amiga Meiga, me dice que ha de depararnos momentos importantes, que es muy buen jurista aunque en su debe tiene el ser responsable del Estatuto Catalán que tan indigesto se le está volviendo al Tribunal Constitucional.

Deberíamos darle cien días de cortesía, pero el erial que su predecesor deja dudo mucho que aguante cien días sin reventar.

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