miércoles, 31 de octubre de 2007

El virus


Ayer martes los virus informáticos me dieron de bofetadas por todos los lados. Me fue completamente imposible escribir en el blog. Vamos, de hecho no me era posible ni tan siquiera acercarme al teclado ya que parecía que algún duende oculto en el mismo, cada vez que me veía, decidía poner la pantalla en rojo –podía haberla puesto colorada en vez de roja- y como fondo una calavera que movía rítmicamente la mandíbula inferior mientras me decía “dile adiós a tu disco duro pringaaaooo, ja, ja, ja”. ¡Como para acercarme a las teclas!

Según pasaron los primeros momentos de aturdimiento y sorpresa, me di cuenta –muestra de la calidad de mi perspicacia y sagacidad informática- de que algún virus informático se había hecho dueño y señor de mi ordenador. Pude comprobar igualmente que cualquier intento –siguiendo mi instinto sanitario- no hacía sino empeorar la situación, hasta llegar el momento en el que hiciese lo que hiciese el ordenador no se inmutaba. Se me quedó “petao”. Con el paso de las horas y alguna buena ayuda cualificada pude albergar serias esperanzas de volver a manejar mi ordenador hoy miércoles.

Entre otras cosas, de esta invasión vírica de mi ordenador, he sacado alguna conclusión que considero de cierta importancia para el futuro. Ponerme a navegar por Internet en un momento en el que había desconectado el antivirus, es una verdadera gilipollez por mi parte. Liarme a tocar funciones y programas cuando soy consciente de la presencia de los virus para intentar arreglar algo, es otra gilipollez por mi parte. Insultar a la calavera que me repetía que me despidiese del disco duro, constituye también una inmensa gilipollez por mi parte y por último pretender que Moura me ayude a enderezar el desaguisado por entender que sus extraordinarios poderes alcanzan a las nuevas tecnologías no deja de ser, una vez más, otra gilipollez por mi parte.

Hoy miércoles es difícil abstraerse de la noticia que ocupa a la totalidad de los medios de comunicación, la sentencia del 11-M. Una sentencia –sea cual sea su contenido- que deberá ser acatada y respetada por todos y que espero nos sirva también a todos para superar este momento tan traumático de nuestra historia. El dolor de las víctimas -las vidas perdidas y las vidas truncadas -no tiene remedio, pero el dolor debido al enfrentamiento entre españoles por las distintas opiniones sobre las causas, los instigadores y los autores debe cesar. Las víctimas, herramientas de los terroristas en su ataque contra la sociedad, solo podrán resarcirse económica y moralmente de su desgracia sin embargo la sociedad en su conjunto, podemos y debemos aprovechar la sentencia para mirar adelante, para no repetir la historia.

Será en otro momento cuando en este blog comente la sentencia que en estos mismos instantes está leyendo el Presidente del Tribunal del 11-M. Creo que lo mejor sería que nos dejasen a todos leer la sentencia y reflexionar sin la intervención opinada de ningún medio. Algunos se han acostumbrado a creernos incapaces de entender lo que leemos, a considerarnos intelectualmente insuficientes para razonar sobre lo que ocurre a nuestro alrededor sin que ellos vengan a “echarnos una mano”. Al cuello es a donde generalmente nos la quieren echar.

Yo, con vuestro permiso amigos blogueros, aprovecharé estos días para poner en orden las tripas de mi ordenador, leer con sosiego la sentencia e intentar bucear en la condición humana, en las claves de la modernez –aceptado el término por la RAE y equiparable a modernidad pero en cutre- con “Z” de Zapatero que puede llevar a un hijo a agredir a su madre hasta que entre en coma, tal y como ha ocurrido en Málaga. Si cogéis el puente y usáis el coche, además de acordaros del Director General de Tráfico –debe llevar, al igual que Maleni, la “no dimisión” en los genes - no os olvidéis de volver. Es lo más importante.

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