lunes, 29 de octubre de 2007

La libertad


Dicen que el que avisa no es traidor. Vale, entonces no quedaré yo como traidor a las buenas maneras que imperan permanentemente en este blog, ya que hoy corro el riesgo de perderlas, pero aviso de ello de antemano. Es más, digo el motivo, que no es otro que la alteración de los biorritmos por el cambio horario. Otra vez me lo han –nos lo han- vuelto a hacer. El domingo nos tocó vivir una hora más aunque no nos diese la gana -evitarlo hubiera sido suicidio y por lo tanto delito- por ese empeño mundial de regularnos todo, absolutamente todo. Por lo tanto si hoy me expreso en este post de manera menos delicada o más espesa de lo que acostumbro, que no pille a nadie desprevenido.

Quienes seguís desde su comienzo -¡qué paciencia tenéis conmigo!- este blog, recordaréis que soy un firme detractor de esta disposición del cambio horario que, en aras a un supuesto ahorro del 5% de la energía que consumimos, permite que unos pocos decidan sobre algo tan indivisible de cada uno de nosotros como es nuestro tiempo, el tiempo de nuestra vida. Un día al año, todos los años, nos roban una hora de vida y un día al año, todos los años, nos obligan a vivir una hora más. ¿Y a eso algunos le llaman vivir en libertad? ¡Y una mierda!

Veis, ya me ha podido la alteración de los biorritmos. Va a llevar razón un buen amigo que se cabrea cada vez que piensa en el ansia de regulación de nuestras vidas que embarga a quienes ostenta el poder. Se queja –y no le falta un ápice de razón- de que el exceso de regulación en nuestras vidas solo sirve a quien lo impone, que con ello obtiene la satisfacción –muy personal y nada solidaria- de intentar manejar a los demás a su antojo. Algo muy parecido a lo de la Gran Duna de Corrubedo o las Cuevas de Altamira sobre las que os escribía la semana pasada.

El criterio más liberal, el menos intervencionista, nos lleva a pensar que la libertad es un bien individual cuyo ejercicio termina en el justo instante y lugar en el que invadimos la libertad de otra persona. Aquello tan reiterado de que la libertad de uno acaba en donde comienza la de otro. Pues bien, se queja mi amigo –llamémosle Carlos, por ejemplo- de que los “reguladores oficiales”, amparándose en supuestos criterios de igualdad y equidad, nos dan a todos la misma medida de libertad, la regulan. Esto se puede comprobar fácilmente a través de lo que nos prohíben, de lo que nos quitan de nuestros ámbitos individuales de libertad con las innumerables leyes y reglamentos que presiden nuestra cotidianidad.

Lo explica muy bien mi amigo Carlos –ya he dicho que supongamos que se llama así, que es mucho suponer- cuando me pide que imagine que la libertad se midiese en metros. Si yo necesito cinco metros de libertad para poder vivir –me dice- y tú solo necesitas medio metro y deciden que cada uno tenemos tres metros, lo que ocurrirá es que tú te encontrarás solo la mayoría de las veces, aislado por ese espacio de libertad que los demás no podrán invadir y yo me pasaré la vida asfixiado, sin aire, oprimido por el espacio que otros, legalmente, reglamentariamente, me están ocupando. Pues va a ser que tiene razón Carlos.

Hablando de cambios horarios, ¿habrá conseguido aclararse ya el gorila rojo venezolano sobre si sus compatriotas tienen que adelantar o atrasar el reloj la media hora que quería cambiarles? Le he perdido la pista.

Ayer, coincidiendo con que la mayoría de los barceloneses no trabajaban debido a que era domingo, Zapatero se fue a ver los socavones –uno nuevo se hizo con su llegada, ¿quién estará gafando a Barcelona?- de la obra del AVE. Allí, ante los medios de comunicación –podía haber ido hoy, a contárselo a los cientos de miles de catalanes que se habrán quitado dos horas de sueño extras para poder llegar a sus trabajos- asumió la responsabilidad de los fallos que se están produciendo en esa obra. No llevó a Maleni, me imagino que para no exhibirla como pus que segrega la herida de la incapacidaZ, con “Z” de Zapatero, de este gobierno.

Me recordó –curiosamente se cumplían 25 años de la primera victoria de los socialistas en las elecciones generales- a Felipe González cuando públicamente decía que asumiría sus responsabilidades por los innumerables casos de corrupción que rodeaban a su gobierno. Me recordaron las palabras de Zapatero que a Felipe González lo tuvimos que echar a través de las urnas, que nunca asumió sus responsabilidades. Me recordó que él, igual que Felipe González, no se irá nunca, que tendremos que echarlo con las urnas, ejerciendo con responsabilidad nuestro deber y derecho en las próximas elecciones de marzo.

No hay comentarios: