miércoles, 17 de octubre de 2007

El estiércol


Lleva más razón que un santo –la comparación le viene que ni pintada a este energúmeno que insulta a los cristianos echándole después la culpa de la supuesta “gracieta” de la corona de espinas al insulso Maragall- más razón que nadie, repito, cuando dice que él se llama Josep Lluís aquí y en China. Y donde haga falta sr. Carod, ¡faltaría más!

Ayer en el show que dirige/controla/manipula el inefable Lorenzo Milá varios ciudadanos tuvieron la ocurrencia de llamar José Luís al independentista catalán -aunque a él le gustaría arramplar con todos los territorios que pudiese, no solo Cataluña- en un poco estudiado intento de recordarle que él es español. Se confundieron estos ciudadanos en dos aspectos importantísimos al traducirle al español el nombre. En primer lugar Carod no es español, según reiteró hasta la saciedad –tendría que investigar la policía sobre el origen de este supuesto inmigrante, más que nada por ver el método que ha utilizado para legalizar su residencia en España- ante la complacencia de Milá.

En segundo lugar, convendría no embarullar las cosas para permitirnos ahora y en el futuro –cuando alguien escriba esta parte de la historia- saber con claridad el papel jugado por cada uno y su cuota de responsabilidad. La negociación realizada por Carod con la banda asesina ETA para que no atentasen en Cataluña ni contra intereses catalanes, es indudablemente el mejor argumento que el resto de los europeos –ahora que Carod se quiere llevar una parte del territorio nacional para establecer relaciones de tu a tu con Europa- para darle un cortés, escueto y concreto corte de mangas. Lo mismo que pactó con ETA con respecto a España, lo pactaría si viniese al caso con respecto a Europa.

Por eso es necesario que si él dice que se llama Josep Lluís, se le llame siempre así. No vayamos a despistar al personal. Para decir su nombre –al contrario de lo que manifestaron los ciudadanos que le preguntaron- no es necesario saber catalán, exactamente igual que para nombrar al friki Pepiño no hay que saber gallego, ni valenciano para decir el nombre de Ignasi Plá, el dirigente socialista valenciano. Ni siquiera es necesario saber catalán –a mi no me importaría saber hablar catalán, pero no hago el esfuerzo por la inutilidad del mismo- para decirle a Carod Rovira que su negociación con ETA es una de las mayores bajezas que un representante de los ciudadanos, aunque solo sea de los catalanes –de algunos de los catalanes- ha realizado en este país desde que murió –en la cama, por cierto- el dictador. No me voy más atrás en el tiempo, ya que la Ley de Memoria Histórica se encargará de que unos y otros vayamos recordando hasta donde –los unos y los otros- hemos sido capaces de odiar.

Tampoco es necesario saber gallego ni valenciano para llamar la atención sobre como las gastan dentro del partido que dirige Zapatero y ejecuta/tiraniza el friki Pepiño. Ignasi Plá, el dirigente de los socialistas valencianos, que para desgracia suya –el friki no perdona- ha coincidido en más de una ocasión con los argumentos del PP valenciano en defensa de la españolidad de la Comunidad Valenciana y en contra de los intereses anexionistas de los independentistas catalanes con respecto a Valencia, puede comprobar ahora cómo el friki, lejos de explicarnos a los españoles su autorización para el cobro de comisiones ilegales en Ibiza, ha decidido utilizar toda la maquinaria del estiércol de que dispone para embadurnar pública y ostensiblemente a Plá. También nos afecta a los que no somos del PSOE, porque el friki utiliza los mismos métodos contra todo el que le puede suponer un obstáculo.

Después de escuchar ayer a nuestro bravucón ministro de taberna, Ibarretxe puede estar tranquilo. Le ayudarán a hacer el referéndum.

Con la Ley de Memoria Histórica ¿obligarán a quitar los nombres de calles que en numerosas localidades de la Comunidad Vasca –en la que viven los vascos y vascas- recuerdan a los asesinos de la banda terrorista ETA? Al fin y al cabo, mayor símbolo franquista no podemos encontrar en estos días ¿no?

En Aranjuez, el alcalde Dionisio se sigue cubriendo de gloria totalitaria. El decide lo que se puede debatir y lo que no, lo que se puede proponer y lo que no. El, ¡qué extraña similitud con lo que anoche escuchamos a Carod Rovira, don Josep Lluís!, busca y utiliza la vía de la imposición, la de las comuniones con ruedas de molino. Cuando uno pregunta, pregunta. Cuando uno ruega, ruega. Cuando uno propone, propone. En catalán, en valenciano, en gallego y en español.

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