lunes, 8 de octubre de 2007

Los collares


No recuerdo si lo que cambiaban eran los perros o los collares, me imagino que serían los perros. El caso es que permanecía lo esencial –negativo en este caso, pues siempre me he imaginado los collares del refrán llenos de pinchos dispuestos a destruir a la presa- y cambiaba lo accesorio. Así es como se encuentran los socialistas madrileños tras la Conferencia Política que han celebrado este pasado fin de semana.

De la intervención de la ViceVogue –lo único que no tiene artificial son las arrugas- solo se podía esperar, como ocurre siempre, el sopor infumable de un catecismo laico leído como si el auditorio estuviese compuesto –que a buen seguro no era el caso- por lerdos. De nuestro bien amado y nunca bien ponderado Zapatero tampoco esperamos mucho más que las habituales mentiras, los patanes chascarrillos con los que suele encandilar a la progresía militante. Pero del sucesor de don Rafael, del sr. Gómez, esperaba una forma de hacer distinta, algo que le distanciase –al menos en las formas- de todo aquello que llevó a don Rafael a la más absoluta defenestración y que ha alejado en nuestra Comunidad a los votantes socialistas de las siglas del puño y la rosa.

No ha sido así. Pese a que a lo largo del fin de semana han intentado hacernos creer que estaban inmersos en una importante labor de autocrítica y renovación, lo cierto y verdad es que en cuanto al sr. Gómez se le ha calentado la boca ha ido a parar al mismo sitio a donde van siempre, a la descalificación sin argumentos.

El sr. Gómez ha llamado a los madrileños a incorporarse al ‘nuevo socialismo madrileño’ que parece ser consiste en seguir ofreciendo datos falsos sobre Madrid, sobre las inversiones –mejor dicho la falta de ellas- del gobierno de Zapatero en nuestra Comunidad, en acusar a Esperanza Aguirre de buscar continuamente la confrontación –a Zapatero parece que solo le gusta que Esperanza le de un par de besos, pero no quiere que hable del acoso al que nos tienen sometidos- y en acusarla ¡cómo no! de mentir permanentemente.

Pues para este viaje no hacían falta alforjas. Si todo lo que sabe hacer el sucesor de don Rafael es esto, mejor hubiera sido que siguiese el mismo ya que una nueva frustración para los socialistas madrileños, puede suponer una brecha difícil de taponar en el barco que a duras penas mantiene a flote nuestro trolero presidente Zapatero.

No sé si merece la pena insistir en comentar la sensación agridulce que tenemos todos los españoles tras la encarcelación de la Mesa de Batasuna. Dulce por comprobar –con el regusto que proporciona que se haga justicia- que están en la trena esa caterva de terroristas y, agrio, por comprobar cómo se nos toma el pelo desde los distintos ámbitos del poder. Los que ahora han entrado en prisión, son los mismos que se han puesto las botas de la indecencia haciendo reuniones con el consentimiento de la justicia, dando ruedas de prensa, participando y convocando manifestaciones, son los mismos delincuentes que han estado delinquiendo con el consentimiento de ese juez estrella que tan abochornados nos tiene a los españoles.

¿Hasta qué punto un juez puede para dejar en suspenso la aplicación de las leyes porque él considere que no ha de aplicarlas mientras dure una negociación política? Aquí estamos confundiendo las churras con las merinas, porque una cosa es interpretar la ley y otra muy distinta es derogar su vigencia. Si un juez puede omitir durante el tiempo que estime pertinente la aplicación de algunas leyes, eso nos sitúa directamente en Cuba o en Birmania y es que lamentablemente en este momento esa es la sensación que uno percibe.

Yo iré a votar el próximo mes de marzo y lo haré depositando mi voto a la lista del PP encabezada por Mariano Rajoy, pero me encantaría tener la certeza absoluta de que con ese acto estaré depositando mi porcentual trocito de soberanía popular en las instituciones que tendrán –tal y como establece nuestra Constitución- las plenas competencias para aprobar y derogar leyes y que velarán porque nadie esté al margen ni por encima de las mismas, ni siquiera los jueces.

Que los terroristas de Batasuna estén en la cárcel en este momento no satisface en absoluto la tomadura de pelo a la que hemos sido sometidos –sí, sí, sometidos, haciéndonos comulgar con ruedas de molino- durante muchísimos meses. Será bueno que los españoles recordemos esto con claridad en las cercanas Elecciones Generales del próximo marzo. Será bueno mirar bien los perros y mirar bien los collares.

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