Lo de los símbolos es muy importante, mucho más de lo que los nacionalistas quieren hacernos ver en estos momentos, sobre todo si hablamos de los símbolos de la nación. La Bandera no es algo a cambiar en función de los gustos cromáticos de los gobernantes de turno, ni la Corona es un aro metálico más o menos enjoyado que pueda ser insultado gratuitamente por cualquier progre del tres al cuarto. Por eso hizo muy bien el Rey en su discurso en la universidad de Oviedo al recordar –en vista de que el Gobierno de España no lo hacía- que “la Monarquía Constitucional ha propiciado el periodo más largo de estabilidad en España”. Le faltó tiempo al friki Pepiño para salir a la palestra diciendo que ellos piensan lo mismo, aunque –hechos son amores y no buenas razones- las docenas de energúmenos que han quemado retratos de los reyes no han sido detenidos.
Parece que la letra del Himno de España será aprobada por la SGAE en vez de por las Cortes ¿¿?? Yo os aseguro que no he sido, pero ¿acaso alguno de vosotros amigos blogueros habéis elegido como representantes de la soberanía popular a esos señores? Independientemente de la opinión que me merezca la existencia de esa sociedad y la forma en que recauda impuestos, me parece que está fuera de toda lógica democrática que quienes decidan sobre un símbolo de mi país sean unas personas que no han sido elegidas en las urnas como representantes de la soberanía nacional.
Es más, después de escuchar a Víctor Manuel –el autor de la canción Homenaje a Franco- llamar hijo de puta al portavoz de la Conferencia Episcopal, me parece que la letra de nuestro himno va a nacer con la innoble virtud de mentar a las madres de algunos como recurso intelectual habitual de quienes no tienen capacidad para contarnos las cosas como son, porque las cosas son como son y no como ellos nos quieren contar que son.
Flaco favor el que le hace la Generalitat catalana a una niña al obligar al colegio a que la admita con velo. No está defendiendo la libertad de la niña, sino la de sus padres –si es que alguna vez han sabido ser libres- ya que lo que debería garantizar la Generalitat, al igual que todos los poderes públicos en un país democrático como el nuestro, es que la niña sea educada en libertad y eso, a todas luces, no ocurre. Perdemos con estas decisiones la esencia cultural que nos permite ser libres y que tanto atrae a quienes quieren tapar con velos a las mujeres –las suyas y las nuestras- y damos un enorme salto hacia atrás en una lucha en la que llevamos inmersos muchos siglos.
No me gustan las mujeres con burka –no porque no les vea la cara, que también, ni porque me recuerden en su apariencia al protagonista de una serie que cuando era niño me producía mucho miedo, por no utilizar una expresión más gruesa como acojon seguido de aba, El Fantasma del Louvre- sino porque encierran en su apariencia y sometimiento todo aquello que a lo largo de siglos hemos ido desechando de nuestra civilización. Es cierto que un velo no es un burka, aunque no es menos cierto que la falta de educación en libertad del velo es un camino abonado para la elección ¿libre? del burka.
El ICO (Instituto de Crédito Oficial) indica en un informe que el Indice de Confianza de los Consumidores españoles –que por lo visto es algo factible de ser medido- ha alcanzado en este momento mínimos históricos. ¡¿?! ¿Qué esperaban? ¿Acaso alguien se puede sorprender? Vamos, que no movemos el dinero, que lo dejamos quietecito en el banco cuando no –vistos los guarrazos que se están pegando algunos bancos, tampoco es de extrañar- debajo de una baldosa. Este informe del ICO –completamente alejado de la grandilocuencia y bonanza de los mensajes de Zapatero- deja muy claro que los consumidores -¿y quién no lo es?- no nos fiamos de las cuentas que nos hace el gobierno.
Pero vamos a ver, pagamos religiosamente la larga retahíla de impuestos con la que nos sablean a diario, y contemplamos estupefactos cómo ese dinero se lo gastan Zapatero y sus colegas en regalos preelectorales tales como viviendas gratis en Andalucía, operaciones de cambio de sexo gratis mientras nos dejamos los ahorros, -o los créditos- en el dentista porque no lo cubre la S.Social o dinero a espuertas para que los independentistas catalanes se mofen de nuestros símbolos. ¿Alguien puede pretender que tengamos confianza?
Ni en Zapatero, ni en el alcalde de Aranjuez que ayer presentó un supuesto plan estratégico hasta el año 2011 para cuya ejecución curiosamente pidió no cuatro años –distancia cronológica que media entre el 2007 y el 2011- sino ¡ocho años!. No contento con esta alegría, responsabilizó ya –sin esperar al devenir de los acontecimientos- de la imposibilidad de llevar adelante su estratégico plan –ya sé que en el diccionario estrategia no se define como mentira, pero no quiero ser muy duro en los comentarios- al gobierno regional de Esperanza Aguirre.
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