lunes, 22 de octubre de 2007

Los dinosaurios


Era de esperar. En cuanto Rajoy ha hecho público lo que piensa sobre el cambio climático han tardado cinco minutos los ecologistas en montar la jarana. Lo del primo catedrático de Física en la Universidad de Sevilla me ha sonado más a gallega simplificación del asunto que a otra cosa, pues imagino que el líder del PP y próximo Presidente del Gobierno de España -como le gusta decir ahora a Zapatero- tendrá asesores dentro del propio partido -esto sin desmerecer en absoluto a su primo- que le aportarán los informes necesarios para hacer las declaraciones que ha hecho.

Declaraciones que creo coinciden con lo que pensamos la mayoría de los ciudadanos -posiblemente Al Gore no- y que no solemos manifestar por evitarnos problemas. Rajoy de entrada ya se ha ganado la crítica de los Greenpeace, Adena, Ecologistas en Acción y demás entidades encargadas de acojonarnos a diario con el susodicho cambio climático para procurarse una acomodada forma de vida a cuenta de algo que no nos paramos a analizar con detenimiento.

¿Cómo es posible que seamos tan pretenciosos? ¿Acaso nos creemos de verdad que somos capaces de influir tanto en nuestro planeta como para ocasionar un cambio climático de la envergadura que nos cuentan todos los días? ¿Quién nos ha hecho creer que somos dioses y para qué? Asistimos confundidos -pero con los instrumentos necesarios para medirlo- a un cambio que nada tiene que ver con nuestro paso por este mundo. Si en vez de personas hubiese dinosaurios el cambio se produciría igual, con la única diferencia de que ellos no dispondrían de la tecnología adecuada para darse cuenta de lo que ocurría.

Otra cosa muy distinta es que interviniendo en la microescala en que podemos hacerlo, no contribuyamos a través de nuestra acción responsable para salvaguardar lo mejor posible nuestro planeta. El sueño de que nuestros hijos hereden un planeta mejor nos debe llevar al trabajo serio y diario en defensa del medio ambiente, pero sin abstraernos de una realidad ajena por completo a nuestro devenir por la tierra, sin perder de vista que el cambio climático que estamos observando forma parte de la evolución a gran escala de nuestro planeta.

Tenéis perfectamente claro amigos blogueros -a Moura no le gusta lo de blogueros, dice que parece que os estoy llamando ‘gordos’- que no rechazo el hecho -que es incuestionable- sino la causa. Rechazo la pretensión de cuasidivinidad que conlleva la autoría del cambio climático. ¿Provocamos nosotros las glaciaciones? ¿Tuvimos algo que ver en la desaparición de los dinosaurios? ¿Se mueven los continentes por cusas achacables a la actividad humana?

Más nos debería preocupar -creo que Rajoy ha insistido en este punto- el irracional uso que hacemos de las energías, sobre todo teniendo en cuenta que vamos camino de agotar las más importantes y tenemos montado todo nuestro tinglado de vida dependiendo de ellas. Si los dineros públicos que se gastan para luchar contra el cambio climático se utilizasen fundamentalmente en la investigación sobre nuevas fuentes de energías renovables y en la necesaria sustitución que debemos llevar adelante en el uso de determinados materiales, más a salvo estaría nuestro planeta.

Alguien debería empezar a explicarnos -a nosotros o a nuestros hijos- qué vamos a hacer cuando ya no se pueda obtener plástico, por ejemplo. Esa sí es una actuación humana, la del consumo de energía y la de la dependencia absoluta del petróleo y su posible modificación, en la que bien merece la pena que embarquemos nuestros esfuerzos. Porque no se trata de que Fernando Alonso se quede sin combustible para el monoplaza, sino de que estamos completamente rodeados por productos derivados del oro negro y ¡no sabemos vivir sin ellos! Ahí sí tenemos un problemón creado por nosotros mismos y al que hemos de encontrar solución también nosotros mismos.

¿Qué queréis que os diga amigos blogueros? Rajoy ha hecho sus declaraciones sobre el cambio climático sabiendo lo que se juega electoralmente. Al Gore ha hecho las suyas -por supuesto alertando sobre el cambio climático- y ha cobrado por ello cerca de 200.000 euros. Sin ningún género de dudas, a algunos les reporta importantes beneficios hablar de lo que el planeta lleva haciendo solo -sin que el hombre le ayude- desde hace miles de millones de años, aunque limitándolo al corto espacio de tiempo que somos capaces de asimilar a través de nuestro paso por esta vida.

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