sábado, 26 de mayo de 2007

La confusión


No suelo molestaros amigos blogueros escribiendo los fines de semana, sin embargo no quería dejar de contaros en tiempo casi real lo que me ocurrió ayer por la noche. Asumo que esto de vivir rodeado de meigas nos traslada alguna que otra vez a estados de la conciencia un poco turbadores.

Lo reconozco. Ayer me metí –aún no sé cómo llegué- en el mitin de cierre de campaña del PSOE. La verdad es que la gente que me rodeaba no me resultaba extraña. Era como si estuviese entre los míos, entre los que tienen modos y costumbres muy similares a los míos.

Me di cuenta cuando vi aparecer al alcalde-candidato Dionisio acompañado de algunos de sus camaradas ¿se dice así o se decía así en la O.J.E. del antiguo régimen? Reconozco que la presencia del concejal Moreno me hace dudar sobre el tratamiento que el alcalde-candidato Dionisio dará a sus compañeros de aventuras y mentiras. Bueno, pues llegó Dionisio acompañado de Moreno y los integrantes del clan del ángulo entrante más algún sindicalista venido a menos –viene a menos el que se acerca a Dionisio- y esas presencias me confirmaron el espectáculo al que estaba asistiendo.

¡Qué pasión! ¡Qué forma de desgañitarse gritando ¡Bravo¡ cada dos por tres! Se ponían de pie, se sentaban, se removían en los asientos, aplaudían, gritaban, se desmelenaban…

Simancas, Sebastián, Moraleda, la ViceVogue, Zapatero…Uno tras otro nos ofrecían su extenso y consistente repertorio y nuestros municipales candidatos se retorcían en estertores de placer ante lo que estábamos escuchando.

Decía Simancas “no llores por mi Argentina” y al alcalde-candidato Dionisio le salía humo de las palmas de las manos por la vehemencia con la que aplaudía.

Continuaba don Rafael espetando “juntos, amor para dos, amor en buena compañía” y Moreno se tiraba en plancha aplaudiendo como si le fuera en ello la vida.

Se estrenaba Sebastián argumentando sobre la “paloma infiel” y el allegado al clan del ángulo entrante parecía entrar en éxtasis con los brazos en alto y los ojos en blanco, al tiempo que, coreado por sus acompañantes, gritaba “bravo, bravo”.

Le llegaba el turno a Moraleda en este frenesí de intervenciones sin medida y sin tiempo para recomponer la figura y, ante su explicación sobre “un largo camino” la actual concejala de obras de Aranjuez, representante sanguínea del clan del ángulo entrante, llevada por su empeño en conseguir la mayor pulcritud en las calles de Aranjuez (las que transita a diario el alcalde-candidato Dionisio; las demás parece que no pagamos impuestos), rompía en aplausos ensordecedores, como si la letra del discurso estuviese escrita para ella.

La ViceVogue cogió el micrófono y susurró “Siempre, quiéreme siempre, tanto como yo a ti. Nunca, nunca me olvides, dime, dime que sí” y entonces llegó el delirio. Dionisio, Moreno, los angulosos, gritaban como energúmenos ¡bravo!, ¡maravilloso! ¡espléndida! ¡superior! ¡guapa!. ¿Guapa? ¿Han dicho guapa? Esto no me encaja –me dije- ¿en dónde estoy?

Tras unos instantes –milésimas de segundo que me parecieron eternidades- me di cuenta de mi confusión. ¡No era la ViceVogue! Ni había escuchado en ningún momento a Sebastián, ni a don Rafael ni a Moraleda. Es más, no estaba en el mitin de cierre de campaña del PSOE en Fuenlabrada. Me encontraba en el Gran Casino de Aranjuez asistiendo a una deliciosa velada en la que actuaba la incomparable señora de la canción Paloma San Basilio.

Entonces ¿qué hacían allí, en pleno cierre de campaña electoral el candidato socialista a la alcaldía de Aranjuez acompañado de sus fieles? ¿porqué no estaban acompañando a sus líderes regionales y nacionales en el último esfuerzo antes del 27-M? ¿Tan pronto lo dan por perdido? ¿Acaso no quieren fotos con los perdedores Simancas y Sebastián? No sé. Allá ellos con las explicaciones que le tengan que dar a don Rafael por su inasistencia.

Yo me alegro que el grito de ¡guapa! que entendía en mi confusión iba destinado a la ViceVogue me despertase de ese mal sueño. Así pude disfrutar de la maravillosa voz de Paloma San Basilio y me ahorré escuchar las mentiras de Zapatero.

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