lunes, 25 de junio de 2007

El presupuesto


Lo primero –por encima de todo están las personas- es trasmitir a los familiares y amigos de los seis militares españoles asesinados ayer en Líbano mi sentimiento de pesar, mi apoyo y mi solidaridad. Morir por efecto de las armas, sean estas del tipo que sean, es uno de los riesgos inherentes a la profesión militar. Morir a traición –la vil traición de un atentado terrorista- no le resta ni un ápice de grandeza al hecho glorioso de entregar la vida en defensa de los intereses de la patria.

Muertos donde sea y como sea, lo cierto y verdad es que esos seis valerosos militares han fallecido en acto de servicio. Un servicio que les ha sido encomendado por el gobierno español en nombre de nuestra nación y que realizaban en representación nuestra. Que descansen en paz y se les rindan los debidos honores.

La unión necesaria ante la barbarie terrorista no puede –ni debe- sin embargo evitar el análisis de lo ocurrido. Para recoger los datos que permitan después estudiar los hechos ya se han desplazado a Líbano los expertos necesarios. Ha viajado también el Ministro de Defensa que, a poco de tomar tierra, nos ha corroborado un dato que –se quiera o no- va a ser determinante a la hora de saber lo ocurrido. El vehículo atacado carecía de inhibidor.

Es decir, mandamos a nuestra mujeres y hombres del ejercito a la guerra –si no hubiera guerra no seriamos necesarios allí- y los mandamos sin los medios de defensa adecuados para garantizar su seguridad. Así es imposible. Si se quiere asumir la presencia de nuestras tropas en distintos conflictos bélicos en el mundo tendrá que ser haciendo el esfuerzo necesario –también el ideológico- para que nuestros soldados cuenten con los mejores medios.

¿O es que le da vergüenza a Zapatero llevar al Congreso un incremento importante en el presupuesto de defensa? Claro, ¿cómo va a hablar de su Alianza de Civilizaciones y al mismo tiempo meter presupuesto para defenderse de los teóricos colegas de la alianza a golpe de cañones? Una y otra vez nos estrellamos contra el muro de la demagogia de Zapatero. Con el fin de la legislatura, se amontonan los errores, las falacias del “talante”, los hechos imposibles.

Para un presidente que hizo como primer y ostentoso gesto al llegar al cargo la retirada de las tropas españolas desplegadas en Irak, y que ha intentado colocar su ensueño de la Alianza de Civilizaciones en todos los foros que han estado a su alcance, es paradigmático el número de militares españoles que tenemos repartidos en misiones –que teóricamente sean de paz es algo que a la vista de lo ocurrido ayer no tiene ningún sentido creerse- en el extranjero. Más de 2.800.

Esperemos que Zapatero saque conclusiones válidas del sangriento atentado de ayer. Sabe que el PP apoyará en el Congreso-¡ojalá todas las oposiciones fuesen tan leales!- las medidas necesarias para dotar de seguridad a nuestros soldados. Ahora hace falta saber si a Zapatero aún le queda un mínimo de sentido común y de dignidad.

Curiosamente –independientemente de los análisis que hagan los expertos- de lo ocurrido ayer podemos extraer algún elemento ajeno al hecho bélico/terrorista. Me refiero a la procedencia de los militares asesinados. Tres de ellos eran colombianos de nacimiento. Ya es llamativo –agradablemente llamativo- que nuestro ejercito esté pertrechado por un importantísimo número de personas nacidas fuera de España. Suena raro pero bien.

Lo que realmente llama la atención es el hecho de que estas personas estén dispuestas a dar su vida por nuestro país. Resulta que nuestra patria también puede ser –de hecho lo es- la patria de personas que no nacieron como españolas. Los terroristas –sean de donde sean, maten en donde maten- son unos malnacidos sobre los que debe caer inexorablemente el peso de la Ley. Algunas veces, como ocurre en esta ocasión, sus viles barbaridades sirven para poner de manifiesto elementos de nuestra vida cotidiana que pasan a menudo desapercibidos.

Los inmigrantes que vienen a nuestro país –habrá excepciones como ocurre en todas las parcelas de la vida- no vienen a llevarse nada, sino a vivir con nosotros. Algunos de ellos –ocurrió con los dos asesinados por ETA en la T-4 de Barajas y con los tres colombianos asesinados en el atentado de ayer en el Líbano- vienen para morir con nosotros y por nosotros.

1 comentario:

El Alquimista dijo...

HONOR Y GLORIA PARA LOS QUE MUEREN EN CUMPLIMIENTO DE SU DEBER, Y VERGÜENZA Y DESHONOR PARA LOS GOBERNANTES QUE ENVÍAN A LOS SOLDADOS A GUERRAS EXTRANJERAS, DICIÉNDOLES QUE VAN EN MISIÓN DE PAZ AMPARADOS POR UN ORGANISMO QUE NO EVITA LAS MUERTES, Y SIN LA PROTECCIÓN BLINDADA DE LA QUE NUESTRO EJÉRCITO DISPONE, Y QUE SE QUEDÓ EN ESPAÑA.

Y después, que alquien me explique a qué engaño nos tiene sometidos este presidente de pacotilla diciendo que estamos en una guerra en misión de paz.
Ja, Ja ,Ja Zapatero.
Cuando envías militares armados a un país en guerra,no envías a una ONG precisamente (que es lo que a ti te gusta hacernos creer), envías hombres armados que se juegan la vida y mueren por una guerra que no es nuestra. Y si no asume el sr. zetap esto, que los saque de allí. Y si no, que deje que nuestras tropas se defiendan luchando.
Porque no será esto lo que quiere el sr. presidente ¿verdad?