miércoles, 6 de junio de 2007

Los olores


Me preguntaba en el post de ayer, en la cuenta de quién deberíamos apuntar el próximo muerto de ETA. La respuesta es clara y nunca ha tenido otra posibilidad. La apuntaremos en la larga, dolorosa y macabra lista de los asesinos de la mafiosa banda terrorista. Ningún gobierno es responsable de los muertos de los terroristas, aunque los gobiernos son responsables de algunos asuntos relacionados con el terrorismo.

Anoche, en el programa de debate que dirige en Telemadrid Ernesto Buruaga, se nos pusieron los datos encima de la mesa. Son datos incontestables a pesar de las payasadas que entre risas indebidas fue regurgitando Javier Pérez Royo, catedrático de derecho en la Universidad de Sevilla que, a lo visto y oído en la noche de ayer, debió pasear durante largas horas bajo el sol sevillano sin sombrero que le protegiera de los rigores climatológicos.

La abultada diferencia entre los medios con los que contaba ETA antes de la tregua/apaño y los que tiene ahora, hablan de un grado de responsabilidad enorme del gobierno de Rodríguez Zapatero que no puede ni debe pasar desapercibido. Y no se trata como quieren decir los Pepiños de turno de creer que el enemigo es Zapatero y no ETA. Se trata sencilla y llanamente de que es indispensable, estrictamente necesario, que el gobierno de Zapatero entienda y reconozca sus gravísimos errores en este delirante proceso para que no los vuelvan a repetir.

Estoy convencido que para Mariano Rajoy y el resto de dirigentes del Partido Popular es prioritaria la lucha contra ETA. Anteponen unos buenos resultados en esta empresa a la obtención de réditos electorales por muy justos que puedan ser. Pero no pueden arriesgarse a que Zapatero no entienda lo que ha hecho hasta ahora. Por eso la insistencia de Rajoy en que Zapatero diga que no volverá a dialogar, la exigencia de volver al Pacto por las libertades y contra el terrorismo, la necesidad, en suma, de que el Presidente del Gobierno conozca y reconozca los errores para poder apoyarlo sin fisuras en esta lucha que es –nunca debió dejar de serlo- de todos los demócratas, de todas las personas de bien de nuestro país.

No se si es una rectificación, un balón de oxigeno, una apariencia o un guiño, pero el hecho de que el repugnante asesino De Juana Chaos vuelva a la cárcel me parece que es una de las mejores noticias que nos podía dar el gobierno. No es la única necesaria, pero en ese camino es muy fácil que Rajoy y Zapatero puedan encontrar la fórmula el próximo lunes para reconducir esta lacerante situación.

Si fuéramos como ellos -los asesinos- nos iríamos a las puertas del centro penitenciario de Aranjuez a esperar a verle la cocorota por una ventana al repugnante asesino para darle fuerte en la coronilla. Como no somos así, nos sentimos satisfechos si cumple en la trena hasta el último segundo de su ridícula y menguada condena. Me fastidia –igual que al resto de ribereños- respirar el mismo aire que él por lo que pueda tener de contaminado después de oxigenar su sangre, pero lo admito con tal de verlo en donde debía haber pasado el resto de sus días. Nadie está moralmente capacitado para recriminarme por mis deseos cuando este repugnante asesino no se ha arrepentido en ningún momento de sus atroces 25 asesinatos.

Le daba vueltas a estos agrios asuntos en mi cabeza al tiempo que caminaba por una de las muchas calles arboladas –árboles centenarios muchos de ellos- de mi maravillosa Aranjuez. Cuando me di cuenta había dejado que mi pensamiento viajase unos cuantos kilómetros -500, 600, 700…- y mientras miraba los árboles, la hierba, la luz penetrando entre las hojas…estaba viendo mi maravillosa Galicia. Es curioso, ¡cuánto parecido entre muchos de los rincones de mis dos tierras!

Existen instantáneas de los ojos idénticas entre Aranjuez y Galicia. Hay momentos en los que solo se diferencian por el olor. Aranjuez huele a sol filtrado por la frondosidad. Galicia huele a Atlántico destilado por la bruma.

Lo siento, o mejor dicho, me alegro. El que quiera conocer estos olores ha de venir a Aranjuez y a Galicia. Mis meigas me permiten percibir ambos olores todos los días. Son las ventajas de subir cuando bajo o bajar cuando subo. Al fin y al cabo, lo mío es más sensato que lo de Zapatero.

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