Lo de la falta de médicos se veía venir. Esperanza Aguirre, además de pedir al Gobierno central que asigne más médicos a la Comunidad de Madrid, ha anunciado –en el debate de investidura que se está celebrando en la Asamblea de Madrid- que instará al Gobierno a eliminar el numerus clausus para estudiar medicina. Repito que se veía venir. Ha sido todo un mal ejemplo de planificación en el desarrollo de un país. Y esta vez tengo que reconocer que no es culpa de Zapatero.
Quienes en las últimas tres décadas han tenido la responsabilidad de organizar el sistema educativo para dotar a nuestro país de los profesionales adecuados para los retos que nos habían de llegar, han vivido muy cómodamente en la mayor operación anti-liberal que podíamos imaginarnos.
Poner los medios para que los que no estén capacitados no lleguen a ocupar los puestos que no deben, es correcto. Máxime si estamos refiriéndonos a quienes tienen en sus manos nuestra salud y, por lo tanto, nuestra vida. Sin embargo impedir el acceso a miles de estudiantes que sí podían estar capacitados, porque los que tenían que haber aplicado correctos estudios de prospectiva no lo hicieron, es un error muy grave que debería tener consecuencias públicas en cuanto a asunción de responsabilidades se refiere.
Además de frustrar la vocación de miles de jóvenes, nos tienen en este momento en una situación realmente delicada, porque no estamos hablando de la falta de médicos para el futuro –por muy inmediato que lo queramos contemplar- sino de la falta de médicos para atendernos al día de hoy. Se está supliendo esta carencia desde hace años con la incorporación a nuestro sistema sanitario de un importante número de médicos venidos de otros países. Nada tengo que decir sobre su preparación y sus conocimientos –para velar por ello están las autoridades sanitarias y académicas- pero es muy importante la dificultad que con el idioma nos estamos empezando a encontrar cuando acudimos a consulta.
Ellos –los médicos- y nosotros –los pacientes- lo suplimos con buena voluntad y mutuo interés en la buena comunicación, pero cuando vas a urgencias con un cólico nefrítico y te dicen aquello de “¿a ti duele tripita?”, las iniciales contracciones se transforman en violentos espasmos y en vez de salir el cálculo, lo que te sale por la boca es un recuerdo poco agradable para la santa madre de los artistas de la prospectiva que impusieron por narices –los estudiantes nunca hemos estado de acuerdo- el numerus clausus.
Dicen quienes los han padecido, que los cólicos nefríticos son peores que un parto de los de cuando no se usaba la epidural. Para los hombres también, aunque en nuestro caso el dolor se prolonga –es una cuestión de longitud- algo más. Espero que aquellos hombres que participaron en la toma de decisión de la implantación del numerus clausus en Medicina, si han tenido –o han de tener- un cólico nefrítico tengan un órgano de reproducción de considerable longitud.
El sábado se constituyeron la mayoría de los ayuntamientos de nuestro país. Los broncas abertzales –por cierto, las chiquitas estas ¿no podrían cortarse el pelo de una forma más agradable?- incordiaron en algunos ayuntamientos, pero lo más destacable es que ETA está de nuevo en los ayuntamientos y las consecuencias futuras serán lamentables.
Me pregunta un amigo si podríamos considerar a las jóvenes abertzales como meigas. Bajo mi punto de vista –fruto del conocimiento a través de las experiencias vividas con ellas- tengo que afirmar con rotundidad que no. No son meigas. Las meigas –no niego que algunas sean revoltosas- no son malas. Estas jóvenes tienen más pinta de brujas que de otra cosa.
La vuelta de José Tomás, en la Monumental de Barcelona, apoteósica. Tal y como se esperaba. A quienes no somos especialmente entendidos en asuntos taurinos, actuaciones como la suya nos acercan un poco más a saber disfrutar de esa fiesta. A mi, además, me permiten una vez más manifestar que Joan Manuel Serrat tiene muchas cosas buenas –estuvo en la Monumental- aunque de vez en cuando se equivoque.
Dos o tres mil personas se manifestaron ante la entrada de la Monumental para llamar asesinos a los aficionados que llenaron a reventar la plaza. Los debían haber encaminado hacia las prisiones de Martutene o Aranjuez en donde pasan un merecido y sombrío descanso Otegi y De Juana Chaos, ante los que sí hubiesen tenido todo el sentido del mundo los gritos de “asesinos” que escupían los antitaurinos. Y si era por cosa de cuernos, pues también.
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