miércoles, 13 de junio de 2007

Sin abrazos


A la muerte, la propia o la ajena, hay que dejarle su espacio y, sobre todo, su tiempo. Sea la de un ser querido o la de alguien a quien quiere un ser querido, ella necesita representarse adecuadamente aunque ello nos pueda impedir –como es el caso- escribir.

Aún no había tenido tiempo para hacerlo y no quiero dejar pasar más lunas sin comentarlo. Bien por Rajoy y bien por Zapatero, por muy extraño que les pueda sonar a quienes piensen que en mi cabeza solo soy capaz de albergar pensamientos y sentimientos de desaprobación para lo que Rodríguez Zapatero ha venido realizando en materia de política antiterrorista durante su mandato. Soy capaz –no os santigüéis los escépticos- de reconocer cuando Zapatero lo hace medianamente bien. No necesito que saque sobresaliente –sobre todo en esta materia- y me conformo con que actúe con la sensatez con la que creo actuaríamos la mayoría de los españoles en un tema en el que –queramos o no- nos puede ir la vida. O la muerte.

No importa que en los momentos iniciales las cosas se vayan diciendo a regañadientes, sin grandes sonrisas y con menos abrazos. Lo importante es que nos sintamos capaces de derrotar a ETA con el concurso de los demócratas –todos los demócratas- y los partidos en torno a los cuales se articula nuestra representación parlamentaria. Los parabienes ya vendrán cuando corresponda. Ahora toca luchar juntos y recordar que los responsables de las víctimas causadas por el terrorismo son siempre los terroristas.

Ciento cuarenta y siete, treinta y cuatro, dos, cuarenta y ocho, ochenta y nueve, siete, tres, diecisiete, ciento treinta y dos, uno, tres, cinco, sesenta y dos…y así hasta completar una cifra que nos provocaría un escalofrío imparable. Podríamos añadir nombres de ciudades, playas fundamentalmente, de Canarias y de Andalucía. Sigue la sangría. Sigue el inhumano éxodo humano. Sigue la lucha hasta el último aliento por alcanzar la soñada libertad o el ansiado futuro. Sigue el goteo incesante.

El calor y la compra de la propia muerte a través de las ansias de libertad transportadas en la fragilidad de un cayuco llegan parejos. De nuevo tenemos ante nosotros la anunciada atrocidad. No es por malmeter contra Zapatero. Ya escribí que él o Rajoy tendrán que poner un principio de solución a esta incesante tragedia. Nuestros apaciguados y satisfechos estómagos son capaces de ver a través de la pantalla del televisor las insufribles imágenes de devastadores huracanes, cruentas guerras, innobles mutilaciones sexistas, etc., ocurridas en lejanos rincones del mundo pero nos conmovemos -¡que gran carga de deshumanización la nuestra!- ante las imágenes de inmigrantes llegados a nuestras costas.

Cifras reiteradas de inmigrantes, de niños, de muertos, de mujeres, de desaparecidos…Cifras atormentadoras que nos recuerdan nuestra incapacidad y nuestra despreocupación. Y con la nuestra la de nuestros gobernantes.

Está siendo especialmente dolorosa esta última parte del juicio del 11M. Las conclusiones –y sobre todo la forma en que se están planteando- de la fiscalía y las acusaciones –ya veremos y nos escandalizaremos con las defensas- están ruborizándonos a casi todos. A Olga “Valeya” parece que no la ruborizan, pero es que da la sensación de que a ella lo que le va es el arte. El arte de la representación escénica. Aunque para eso también hay que servir. Están añadiendo dolor en donde parecía que no se podía generar más sufrimiento.

No hay comentarios: