jueves, 27 de marzo de 2008

Sinrazón


No hay duda, esto es España. Sé que de nuevo esta afirmación puede molestar a más de uno –no me refiero en esta ocasión a ese ignorante que preside uno de los clubs de fútbol más importantes de nuestro país que, pese a su edad y posición social y económica, aún no se ha enterado de que Cataluña es España- sino a aquellos que puedan ver en mis comentarios un ánimo de desprecio insultante para nuestro país. Nada más lejos de mi intención. Quiero situarme –y me sitúo haciendo uso de esa libertad que algunos tienen negada en determinados rincones de España- en una línea crítica suficiente para motivar cambios. Es decir, no intento descalificar y destruir por el hecho de deshacer sino que intento poner de manifiesto verdades como puños, con las que convivimos habitualmente y que por cotidianas creemos que van unidas a nuestra cultura y nuestras tradiciones y, por tanto, no nos planteamos su posible remedio.

Si decidimos establecer comparaciones –siempre son odiosas- nos encontraremos a buen seguro con un importante elenco de países en los que podemos encontrar situaciones y hechos al menos tan lacerantes como los nuestros, pero aquello de “mal de muchos consuelo de bobos” cada día me gusta menos. Seguro que si nos fijamos en EE.UU. o en Francia, Inglaterra, Suecia, Holanda, Australia,… nos podremos llevar las manos a la cabeza por las historias reales que –siempre ocurre así- superan en lo absurdo, macabro o repugnante a cualquier guión cinematográfico que se precie de tal, pero me interesa en primer lugar mi país, el país en el que a lo largo de siglos nuestras generaciones antepasadas se han dejado la vida, las ilusiones, esfuerzos e ideas, con la noble intención de que nosotros –al igual que nosotros lo deseamos para las generaciones futuras- vivamos razonablemente mejor.

Esto es España y aquí, de nuevo, lo más oscuro y abyecto de la condición humana aflora hasta la luz y los taquígrafos de la opinión pública, recordándonos que al margen de folclores políticos y garambainas nacionalistas la España oscura –esa de triste recuerdo y luto permanente- continúa manifestándose mientras que quienes tienen el poder y la obligación de legislar para defendernos –incluso de nosotros mismos- se dedican a otros menesteres.

¿Cómo si no se puede entender lo ocurrido con la niña Mari Luz? ¿Acaso no era previsible que el causante de su muerte –dice él que accidental, tan accidental como el hecho de que semejante degenerado haya sido parido por una mujer- pudiese cometer fechoría tal? He tenido la oportunidad –como cualquiera que quiera ojear un periódico digital- de escuchar a este engendro de la naturaleza –Santiago del Valle se llama la “criaturita”- acusado de violar a su propia hija en el año 2002 y sinceramente lleva escrito en la frente, en la mirada y en los razonamientos –sinrazones más bien- lo que es capaz de hacer. Está claro que la legislación tiene que variarse –han de moverse los legisladores- para protegernos de nosotros mismos, de lo que de nosotros mismos –de los Santiago del Valle que andan pululando a lo largo y ancho de nuestro país- conocemos y, sobre todo, conoce la policía y la justicia.

A Mari Luz nadie le devolverá la vida, pero lamentablemente hay y habrá muchas posibles Mari Luz. Que constituyan las Cortes, que Zapatero nombre a su gobierno y que se pongan de una puñetera vez a trabajar. ¡Menos negociar los cargos y las prebendas y más trabajar para los españoles! Es lo menos que pueden hacer como desagravio a Mari Luz.

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