martes, 11 de marzo de 2008

El balcón


Para chulos nosotros. Sí, sí, para chulos los españoles y más concretamente los que militamos en el Partido Popular. Si se trata de permitirnos lujos, estamos los primeros, a la cabeza de cualquier país de nuestro entorno.

¿¡Qué digo a la cabeza!? Estamos a años luz. No nos supera nadie. ¡Somos la leche! Repito, para chulos nosotros. ¿Qué más nos da a nosotros el atesorado valor de la experiencia y el conocimiento? ¿Qué nos importa el contrastado sentido de la responsabilidad y el rigor en el trabajo? ¿Qué más nos dan los años invertidos en generar una opción creíble y un liderazgo sólido?

¿Que lo tenemos que apartar porque su sonrisa no entra en las urnas? Pues nada hombre, a hacer puñetas, lo apartamos.

¿Que cuando da un vote –a petición del personal- es tan soso que no se le hace el culo pesicola a ninguno de los que se han empeñado en que salte? Pues ¡hala, a hacer gárgaras!

¿Que le traiciona su honradez y su respeto a los españoles y es incapaz de envolver una mentira en una tierna mirada ante las cámaras? ¡A los cocodrilos con él!

Con una preparación y unas cualidades para dirigir este país excepcionales, con un trabajo extraordinario para conseguir la unidad del Partido Popular tras perder en el 2004, con un proyecto de futuro para España difícil de mejorar, con el apoyo de más de 10.000.000 millones de españoles, cuando aún no ha cumplido los 53 años de edad, algunos están planteando abiertamente que debe retirarse y otros –en la sombra, a la espera del momento adecuado- guardan silencio esperando que tome la decisión de irse.

Somos más chulos que nadie si permitimos que un político de la raza y la talla de Mariano Rajoy deje el liderazgo del Partido Popular. No creo que ningún país de nuestro entorno se permitiese semejante lujo.

Haga lo que haga, tome la decisión que tome, estoy convencido que lo hará pensando en el bien de España y de los españoles, una tarea a la que lleva dedicado un porrón de años de su vida y, visto lo visto en el balcón de la calle Génova en la noche electoral, no estará solo.

Muchos años de entrega y sacrificio, trabajo y esfuerzo, muchos años de dedicación a nuestro país, muchos años anteponiendo las necesidades e intereses de los demás a los suyos propios, tome la decisión que tome, no le sumirán en la soledad.

Mariano Rajoy tiene la misma suerte que otros hemos disfrutado y disfrutamos todavía. Lo vimos el domingo por la noche en el balcón de la calle Génova. Allí vimos en unos instantes como se concentra el apoyo necesario para superar cualquier situación en una persona. Vimos lo único que necesitará para afrontar los amargos rictus de la ingratitud y la serenidad del recuerdo. En unos instantes breves, pero bellísimos, pudimos reconocer la fortaleza que necesita para vivir estos momentos y los venideros. En su caso se llama Elvira.

Para quienes vivimos y hemos vivido en ese “filo de lo imposible”, es fácil reconocerlas. En mi caso se llama Mari Carmen. Ellas posiblemente no lo saben, pero son tierra, aire y luz. ¿O sí lo saben?

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