jueves, 29 de noviembre de 2007

Mis disculpas


Como buena parte de vosotros amigos blogueros conocéis, los miércoles a las 19’30 participo en una tertulia radiofónica en Onda Cero Aranjuez, en el 90.7 de la FM. Comparto espacio y conversación con Juan Carlos Ramírez, Secretario General de UGT del sur de la Comunidad de Madrid, con quien además mantengo una relación de cordial respeto desde hace muchos años. Ayer me pasé. Lo quiero reconocer públicamente a través de este vuestro/mi blog.

Cuando hablando sobre la Semana de la Integración que anualmente organiza CCOO de Aranjuez con la colaboración de un buen número de asociaciones de nuestra ciudad, se puso encima de la mesa la invasión que demasiados vehículos –y con demasiada frecuencia- hacen de los accesos para minusválidos, ocupándolos sin ningún tipo de miramiento, dije que habría que quemar esos vehículos. Es una barbaridad la dicha –que nunca llevaría a cabo, entre otras cosas porque no fumo y por lo tanto no llevo encima cerillas ni mechero- que refleja el estado de ánimo que me produce semejante atropello contra quienes tienen en este tipo de accesos –mal hechos en muchos casos- la única posibilidad de desplazarse por determinados lugares de nuestras ciudades sin tener que pedir ayuda.

Es cierto, no quemaría los vehículos. Sin embargo creo que la administración, fundamentalmente la local, y los agentes de la autoridad de que disponen los municipios deberían hacer un esfuerzo integrador persiguiendo con ahínco y sin flexibilidad a quienes ocupan con absoluto desprecio hacia las personas con minusvalías físicas, hacia los ancianos, hacia los bebes que en cochecitos son transportados por sus padres, los pocos espacios de que disponen para desplazarse por las ciudades.

A esos conductores les podían quitar todos los puntos de su carnet de conducir –aunque me sabéis en contra del sistema de puntos, máxime cuando no premia por conducir con corrección- y desde luego creo que no habría mejor escarmiento para ellos que tener que acompañar y ayudar a algún ciudadano con minusvalía física en sus recorridos por la ciudad durante un par de meses. Seguro que tras esa experiencia entendería perfectamente la injusticia que se comete al invadir los pasos de los que hablamos.

Y aprovechando que estamos hablando de barreras arquitectónicas, no vendría mal que desde la Federación Española de Municipios –por aquello de buscar la administración más cercana a los ciudadanos- se impulsase un gran acuerdo nacional por el que se estableciesen, junto con Comunidades Autónomas y Administración del Estado, las trasgresiones a las distintas normativas que se pudiesen realizar para garantizar de una manera digna la movilidad de las personas con minusvalías por nuestros pueblos y ciudades. La estética, la historia, la cultura e incluso el medio ambiente trabajan en infinidad de ocasiones contra este numerosísimo colectivo de personas.

Para quienes creemos que el aborto no es la mejor solución para un embarazo no deseado y que constituye un atentado contra la vida del ser en formación, cualquier noticia que tenga que ver con su práctica nos produce una enorme tristeza. Sin embargo los detalles que se van haciendo públicos tras la intervención de la Guardia Civil en cuatro clínicas de Barcelona en las que se practicaban abortos ilegales, van transformando la tristeza en indignación y horror.

La existencia en estas clínicas de trituradoras a las que tiraban los fetos para –una vez convertidos en una especie de macabro puré- verterlos por los desagües al alcantarillado es una mala pesadilla. Es el guión perverso de una estremecedora película de terror en la que los actores se representan a sí mismos, dejándonos ver lo más abyecto de su condición humana –en este caso inhumana- y las víctimas –los niños por nacer- son tratados como basura. Me imagino que la justicia mirará hasta el último resquicio de la responsabilidad penal que pueda existir tanto para los autores materiales de esta salvajada como para quienes desde la administración pudieran tener conocimiento –si es que lo tenían- de lo que estaba ocurriendo.

No podemos traer un niño desde algún remoto país del denominado Tercer Mundo para tratarlo médicamente y curarlo con nuestros avanzados medios y conocimientos y al mismo tiempo permitir que algunos trituren a nuestros niños futuros. No es mentalmente sano ni moralmente aceptable.

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