jueves, 15 de noviembre de 2007

La adicción


Sigue el gorila rojo con sus bravuconerías y amenazas y el gobierno de Zapatero continúa agachado. La única respuesta posible para ese charlatán con sable es la de la firmeza y la autoridad. Ponerse de perfil, tal y como están haciendo en este momento Moratinos y Trinidad Jiménez, no deja de ser una actuación suicida cargada de irresponsabilidad. Los españoles residentes en Venezuela y los empresarios que están arriesgando allí miles de millones de euros necesitan verse respaldados por el gobierno español ante los envites del golpista.

Cosas curiosas estamos viendo en nuestro país a raíz de la autoridad mostrada por el Rey de España ante el energúmeno que preside –recortando derechos a diestro y siniestro- el país amigo. Tenemos, en clave interna, la posibilidad de conocer el nivel de estulticia de los dirigentes socialistas. Un diputado socialista, un tal Garrido –el mismo que defendió en el Congreso los derechos humanos de los simios- ha hecho una pregunta al gobierno sobre la “agresividad” del Rey contra Hugo Gorila Chávez.

En un partido democrático no se impide que un diputado haga semejante pregunta. Pero también, en un partido democrático, una vez que ha hecho la pregunta se le da de baja en el partido y en el grupo parlamentario. La democracia y la gilipollez no se deben confundir.

La periodista María Antonia Iglesias –ese indescriptible misterio de la estética- me ha producido siempre una reacción desagradable no por verla -cosas peores he visto, sin ir más lejos cuando sale en la tele la ViceVogue- si no por oírla. Por lo que dice y por cómo lo dice. Es de esas personas que hacen que uno bendiga continuamente al inventor del mando a distancia de la televisión, que nos permite desconectar el aparato de forma fulminante ante tan horrendas apariciones.

Sin embargo, a pesar de la vehemencia con la que se expresa y a pesar de que parece que vomita cada vez que pronuncia el nombre de José María Aznar –y si no vomita, al menos pone cara nauseabunda- tengo que reconocer que he cogido la costumbre de escuchar lo que dice cuando participa en una tertulia política que se desarrolla en el programa Locos por Madrid, presentado por Alfredo Urdaci en Onda Seis, un canal de televisión madrileño que me imagino no podréis sintonizar los blogueros que me leáis –sé que existís a través de vuestras muestras de apoyo y los comentarios privados que me hacéis llegar, y os lo agradezco de corazón- desde otros puntos del planeta. Merece la pena atender a sus intervenciones si se quiere conocer en profundidad el análisis y los mensajes que los medios cercanos al gobierno socialista hacen llegar a la población.

Ayer –no me produce ningún rubor reconocerlo- me encantó escuchar a esta periodista cuando analizaba críticamente el papel que sus compañeros de profesión de la prensa del corazón están jugando en la sociedad actual. Hay que tener la cabeza muy bien amueblada para descalificar con argumentos a quienes en un alarde de desparrame neuronal, fruto de la incapacidad para mantener a cada neurona en su sitio, mezclan vidas privadas, famoseo, sexo, pornografía chabacana, casposos y estupideces varias con investigaciones policiales, política internacional, actuaciones judiciales, etc., etc. Aunque siga pareciendo que vomita cuando menciona al mejor presidente del gobierno que ha tenido España, José María Aznar por supuesto, la seguiré escuchando.

Moura está algo desconsolada. Por un lado la falta de lluvia le afecta bastante. Aunque es un ser extraordinario, que no necesita nada más que los sentimientos para vivir, sabe que su existencia, al igual que la del resto de sus compañeras meigas, tiene que ver indisolublemente con la umbría que domina los montes y bosques de Galicia. El agua y el verde son su hábitat natural –lo es para la mayoría de quienes llegamos a la vida en Galicia- y este otoño ha sido especialmente rácano meteorológicamente hablando. Por otro lado le he podido confirmar algo que ella se temía, en China no hay meigas. Entre otras cosas, porque allí no hablan gallego, hablan mandarín.

Dice una persona muy inteligente –y que además sabe mucho de esto- que las adicciones del comportamiento se caracterizan por una pérdida de control, una persistencia de la conducta pese a valorar sus consecuencias adversas, un deseo obsesivo de repetir dicha conducta (dependencia psíquica), síndrome de abstinencia y pérdida de interés por otras conductas previamente satisfactorias. Aquí en Aranjuez, la adicción a un comportamiento claramente alejado de los intereses y los deseos de los ribereños, puede estar sumiendo al alcalde socialista Dionisio y su equipo de gobierno en un cuadro idéntico al descrito.

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