Decía el golpista Chávez en una de sus bravatas últimas que esperaba que cuando fuese en el avión camino de Portugal, al sobrevolar la Zarzuela no le disparasen. En su incultura supina no sabe este zopenco con boina roja que nosotros hace ya muchos años que dejamos de disparar a los monos.
Parece que Mariano Rajoy y su equipo electoral se han puesto definitivamente las pilas y han entrado –desde la convención del pasado fin de semana- en una estrategia basada claramente en contarnos a los españoles las ventajas que va a suponer para todos y cada uno de nosotros, la llegada de Rajoy a la Moncloa.
La reforma fiscal anunciada, eximiendo del pago del IRPF entre otros a los millones de españoles que ingresan menos de 16.000 euros al año, es una reforma histórica fácil de adjetivar como revolucionaria, y una de las cosas buenas que en principio trae la propuesta es el hecho de que la está haciendo quien fue Vicepresidente del Gobierno de España con José María Aznar, cuando en España Aznar acometió una reforma de similar envergadura. Es decir, la propuesta es totalmente creíble por venir de quien viene. Condición esta que no arropa ninguna de las promesas electorales que pueda hacernos Zapatero, excepto la de enciscar este país, en donde ha dado sobradas muestras de su maestría.
Rajoy con su propuesta entiende lo que entendemos la mayoría de los españoles y piensa como pensamos la mayoría de los españoles. Existen excepciones, pero son las menos y además son comprensibles. Veía anoche en un canal de televisión una noticia en la que un señor –un anillo en cada mano y un collar de oro macizo tipo Mr. T, el del “Equipo A” al cuello- exigía a no sé qué ayuntamiento dinero para comprarse una casa y abandonar la chabola en la que vivía y hacía malvivir a sus hijos. Estas son las excepciones, los ciudadanos que se consideran subvencionables. A estos la propuesta de Rajoy no les gusta, o mejor dicho no les interesa, no les es rentable para el modo de vida que se han buscado, dependiente de los dineros que Hacienda recauda de los demás.
Lo que Rajoy propone va mucho más allá de las subvenciones que tanto les gustan a los socialistas. Su propuesta es una propuesta de libertad, de defensa del individuo frente a la colectividad, es un paso enorme para sacar al Estado de nuestras vidas, además de ser una medida inteligente y efectiva para que millones de españoles vivan un poco mejor y para que se genere riqueza y por lo tanto empleo.
Los jóvenes –el sector de la sociedad en donde se encuentra el mayor porcentaje de mileuristas- ya están haciendo sus cuentas y ven que la medida tiene para ellos dos ventajas a primera vista. Por un lado, económicamente salen más beneficiados no pagando el IRPF que recibiendo una hipotética subvención –si es que les toca- y por otro tienen la libertad de hacer con su dinero lo que crean que más les interesa, gastarlo –en lo que quieran, no en lo que les diga el gobierno- o ahorrarlo. Porque en definitiva lo que se les viene a reconocer es que, después de haber trabajado para ganar un dinero, ese dinero es suyo.
En Letonia, la “chiquillada” de ultrajar la bandera cuesta –les cuesta a los dos jóvenes españoles- 3.800 euros. Si lo hiciesen otra vez, ya no sería una chiquillada y les podría llevar tres años a la cárcel. Aquí en España, algunos pasaron de la chiquillada a la reiteración con descaro público. Que son más guapos que los dos condenados a pagar en Letonia ¿no?, porque sino no se explica.
En Aranjuez, sumidos en la línea de despropósitos del gobierno municipal que dirige el socialista Dionisio, parece que los problemas de inundaciones que sufren algunos vecinos de La Montaña –un nuevo y espléndido barrio de mi ciudad- son culpa, según el concejal de Urbanismo –socialista igual que el alcalde Dionisio- de los vecinos por no haber mirado el proyecto de urbanización del barrio antes de comprar la vivienda. Espero haber entendido mal al concejal o que el concejal se haya expresado mal.
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