Jose: -Meiga, ¿tu votas?
Meiga: -Jose, ¿tu estás tolo o qué? ¿No ves que yo no soy humana? ¿Dónde has visto votar a alguien que vuela en escoba?
J: -Mujer, visto así…Pero si votases ¿has pensado a quién votarías?
M: -Tendría que pensarlo. Nunca se me había pasado por la cabeza. Todo eso de los partidos, las candidaturas, los programas electorales, las promesas... La verdad es que se me hace un poco cuesta arriba. Nosotras lo tenemos más fácil. Nos montamos un Aquelarre y allí solucioinamos nuestras cosas.
J: -Ya, pero entiende que nosotros debemos solucionarnos los problemas de una manera más normal, menos taumatúrgica.
M: -Tu dirás lo que quieras, pero algunas de eso que vosotros llamáis candidaturas más parecen A Procesión das Xans que otra cosa. En algún caso hasta la Santa Compaña diría yo, porque son cadáveres políticos antes de ponerse en marcha.
J: -Bueno, pero nadie debe privarles de la oportunidad de intentarlo ¿no? Al fin y al cabo hasta que los ciudadanos emitamos nuestro veredicto a través de las urnas nadie puede estar seguro de nada.
M: -Vale, vale. A mi no me tienes que convencer. ¿Sabes que con mis poderes puedo intentar influir en algunos y hasta convertirlos en animales domésticos? ¿Quieres que convierta a alguno?
J: -Sí, pero no en este momento. Ahora hablamos de a quién votarías en caso de ser humana.
M: -Me lo tengo que pensar. Ya te lo diré.
Y desapareció de la misma forma que había aparecido, sin que yo supiese cómo y por dónde.
Había tenido la oportunidad de hablar en directo con una meiga y –debo haber perdido mi sano juicio- no se me ocurre otra pregunta para hacerle que aquella de “Meiga, ¿tu votas?”. ¡De juzgado de guardia!
Lo que me asombra aún más si cabe es que ella me dio palique. En vez de mirarme como si fuese tonto y largarse, se quedó a contestarme. ¿Por qué?
Repasando las características que recuerdo de algunas meigas he llegado a la conclusión de que me encontré con una MOURA, una bellísima criatura, inofensiva y encantadora. El encuentro con una Moura puede ser beneficioso, pues indica que cerca hay un tesoro oculto (no todos los tesoros son económicos). Debemos conseguir su atención para que nos indique el lugar exacto donde guarda el tesoro. En mi caso, el tesoro estaba allí mismo. Era la conversación, mejor dicho la situación vivida con ella. Por eso le hice aquella pregunta tan tonta. No estaba malgastando la oportunidad de hablar con una meiga (¿tendría otra alguna vez?). La importancia que para los ciudadanos tiene este largo proceso que ya ha comenzado y terminará el 27 de Mayo con las Elecciones Municipales y Autonómicas, bien merece una reflexión, aunque la interlocutora sea una meiga.
Tardé poco en saber si tendría una segunda oportunidad de hablar con una meiga. Moura –así me reconoció que se llamaba- se presentó de nuevo a mi lado cuando, a los pocos dias, anocheciendo paseaba por los soportales de la Casa de Oficios, protegiéndome de una ligera llovizna que persistentemente intentaba calarme la cazadora.
Notó mi cara de sorpresa y me recordó las últimas palabras que me dijo en nuestro anterior encuentro “Ya te lo diré”. En ellas estaba implícito este nuevo encuentro.
¿Y bien? -le dije- ¿de verdad has venido a decirme a quien votarías?
Hombre, no pensarás que he venido a ver tu cara bonita –me respondió con medida sorna. Ante la nada desdeñable posibilidad de que la meiga se riese en mis propias narices de la incapacidad demostrada por mí para iniciar adecuadamente nuestras conversaciones, opté por guardar un prudente silencio y esperar a que fuese ella la que rompiese el hielo.
He decidido –dijo- que no pensaré en este asunto hasta que no me digas a quién votarás tú.
Yo ya he dicho en este blog a quien votaré el 27-M -le contesté. Has dicho que votarás a Esperanza Aguirre –me atajó la meiga- pero te estoy preguntando a quién votarás en Aranjuez.
Votaré al Partido Popular –afirmé.
¿Por qué? -me inquirió la curiosa.
Me pasa –le respondí- como al escorpión de la fábula que pica mortalmente a la tortuga que lo mantiene a salvo cruzando el río, a pesar de que eso signifique su muerte. Es mi naturaleza.
O el meigallo –dijo Moura. Y se fue sin contarme su decisión.
Meiga: -Jose, ¿tu estás tolo o qué? ¿No ves que yo no soy humana? ¿Dónde has visto votar a alguien que vuela en escoba?
J: -Mujer, visto así…Pero si votases ¿has pensado a quién votarías?
M: -Tendría que pensarlo. Nunca se me había pasado por la cabeza. Todo eso de los partidos, las candidaturas, los programas electorales, las promesas... La verdad es que se me hace un poco cuesta arriba. Nosotras lo tenemos más fácil. Nos montamos un Aquelarre y allí solucioinamos nuestras cosas.
J: -Ya, pero entiende que nosotros debemos solucionarnos los problemas de una manera más normal, menos taumatúrgica.
M: -Tu dirás lo que quieras, pero algunas de eso que vosotros llamáis candidaturas más parecen A Procesión das Xans que otra cosa. En algún caso hasta la Santa Compaña diría yo, porque son cadáveres políticos antes de ponerse en marcha.
J: -Bueno, pero nadie debe privarles de la oportunidad de intentarlo ¿no? Al fin y al cabo hasta que los ciudadanos emitamos nuestro veredicto a través de las urnas nadie puede estar seguro de nada.
M: -Vale, vale. A mi no me tienes que convencer. ¿Sabes que con mis poderes puedo intentar influir en algunos y hasta convertirlos en animales domésticos? ¿Quieres que convierta a alguno?
J: -Sí, pero no en este momento. Ahora hablamos de a quién votarías en caso de ser humana.
M: -Me lo tengo que pensar. Ya te lo diré.
Y desapareció de la misma forma que había aparecido, sin que yo supiese cómo y por dónde.
Había tenido la oportunidad de hablar en directo con una meiga y –debo haber perdido mi sano juicio- no se me ocurre otra pregunta para hacerle que aquella de “Meiga, ¿tu votas?”. ¡De juzgado de guardia!
Lo que me asombra aún más si cabe es que ella me dio palique. En vez de mirarme como si fuese tonto y largarse, se quedó a contestarme. ¿Por qué?
Repasando las características que recuerdo de algunas meigas he llegado a la conclusión de que me encontré con una MOURA, una bellísima criatura, inofensiva y encantadora. El encuentro con una Moura puede ser beneficioso, pues indica que cerca hay un tesoro oculto (no todos los tesoros son económicos). Debemos conseguir su atención para que nos indique el lugar exacto donde guarda el tesoro. En mi caso, el tesoro estaba allí mismo. Era la conversación, mejor dicho la situación vivida con ella. Por eso le hice aquella pregunta tan tonta. No estaba malgastando la oportunidad de hablar con una meiga (¿tendría otra alguna vez?). La importancia que para los ciudadanos tiene este largo proceso que ya ha comenzado y terminará el 27 de Mayo con las Elecciones Municipales y Autonómicas, bien merece una reflexión, aunque la interlocutora sea una meiga.
Tardé poco en saber si tendría una segunda oportunidad de hablar con una meiga. Moura –así me reconoció que se llamaba- se presentó de nuevo a mi lado cuando, a los pocos dias, anocheciendo paseaba por los soportales de la Casa de Oficios, protegiéndome de una ligera llovizna que persistentemente intentaba calarme la cazadora.
Notó mi cara de sorpresa y me recordó las últimas palabras que me dijo en nuestro anterior encuentro “Ya te lo diré”. En ellas estaba implícito este nuevo encuentro.
¿Y bien? -le dije- ¿de verdad has venido a decirme a quien votarías?
Hombre, no pensarás que he venido a ver tu cara bonita –me respondió con medida sorna. Ante la nada desdeñable posibilidad de que la meiga se riese en mis propias narices de la incapacidad demostrada por mí para iniciar adecuadamente nuestras conversaciones, opté por guardar un prudente silencio y esperar a que fuese ella la que rompiese el hielo.
He decidido –dijo- que no pensaré en este asunto hasta que no me digas a quién votarás tú.
Yo ya he dicho en este blog a quien votaré el 27-M -le contesté. Has dicho que votarás a Esperanza Aguirre –me atajó la meiga- pero te estoy preguntando a quién votarás en Aranjuez.
Votaré al Partido Popular –afirmé.
¿Por qué? -me inquirió la curiosa.
Me pasa –le respondí- como al escorpión de la fábula que pica mortalmente a la tortuga que lo mantiene a salvo cruzando el río, a pesar de que eso signifique su muerte. Es mi naturaleza.
O el meigallo –dijo Moura. Y se fue sin contarme su decisión.
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