miércoles, 11 de abril de 2007

El Renacer


Anda a vueltas el gobierno municipal de Aranjuez en los últimos meses con un proyecto que a más de uno está quitando el sueño. Lo denominan Renacer de las Aves y, por lo que he leído, consiste básicamente en tirar ese barrio de nuestra ciudad para construir uno nuevo en el que meterían en torno a 1.000 viviendas más que las que ahora existen.

No pretendo hacer historia en este espacio, por lo que resumiré diciendo que unas impresionantes grietas aparecidas en varios edificios del barrio terminaron con una sentencia judicial que condena al Instituto de la Vivienda de Madrid (promotor de las mismas) a correr con los gastos necesarios para arreglar los mencionados edificios.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, los socialistas que nos gobiernan -otro día hablaremos del talante con el que imitan a su jefe de filas Rodríguez Zapatero- deciden que es momento de poner el barrio patas arriba y construir 2.500 viviendas en vez de las 1.500 existentes.

Puede que en algún momento, hace un lustro quizá, hubiese tenido algún sentido ofrecerles a los propietarios –esa es su condición y no otra- la posibilidad de construirles de nuevo sus viviendas para buscar la ocupación de los soportales de todo el barrio y la construcción de algunos pisos más. Pero ¿hoy en día? ¿Acaso no han incrementado asfixiantemente el número de viviendas previsto para el PAU de las Cabezadas (cuantas más viviendas metan allí más dinero tendrán derecho a exigir los actuales propietarios del suelo)? ¿Acaso no es suficiente pasar de 1.700 a 7.000 viviendas en el PAU de Puente Largo? Hoy no tiene sentido el Renacer de las Aves.

Junto con los legítimos derechos de los propietarios actuales de las viviendas de las Aves, que son quienes tendrían que decidir de forma individual sobre el futuro de sus casas, se encuentran los no menos legítimos derechos de quienes eran propietarios del suelo que allá por la década de los 50 les fue expropiado para la construcción de 1.500 viviendas de protección pública. ¿Las 1.000 nuevas viviendas serían de protección? Claro que no. Si no, no hay negocio.

Además, ¿basándose en qué supuesto bien general podrían obligar a alguien a permitir que le tirasen su vivienda, aunque le construyan otra nueva? Mil objeciones se me ocurren a este proyecto que no es si no un exponente más de la fiebre del ladrillo que invade a los socialistas de Aranjuez (a los otros también, pero hoy no estoy hablando de ellos y prefiero no generalizar). ¿El cambio de vivienda sería totalmente gratis? ¿La nueva vivienda estaría ubicada en el mismo sitio? ¿Con los mismos vecinos? ¿Servirían los mismos muebles? ¿Y qué me dicen de los espacios verdes del barrio? Me imagino que los vecinos lo tendrán claro.

Seguro que me preguntaréis amigos blogueros sobre la relación de mi escrito de hoy con las meigas. No hay ninguna. Una actuación como la proyectada no puede tener detrás meigas, sino gobernantes dispuestos a impedir la tranquilidad de un buen número de vecinos por atender a intereses que no sé si alguien ha explicado con claridad.

Pensaba al sentarme ante el ordenador en diversos asuntos de índole nacional y en algunas declaraciones escuchadas en los últimos días y, los unos y las otras, me han impedido volar con el teclado a las húmedas noches de los caminos gallegos.

Fundamentalmente porque esta mañana tuve la poca fortuna de escuchar en una entrevista radiofónica al friki más desagradable que vio la luz por primera vez en Galicia. Efectivamente, lo habéis adivinado. Me refiero a Pepiño Blanco. El día que se muerda la lengua morirá envenenado por su propio veneno.

El mismo riesgo que tiene la escritora Almudena Grandes, que como sabéis aprovechó la presentación de su último libro para decir que cada mañana “fusilaría” a dos o tres voces que le “sacan de quicio”. ¡Vamos, como para llevarle la contraria a tan demócrata señora!

Pero bueno, este blog está dedicado a las meigas, no a las brujas.

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