Con tanto Pájaro Bobo, tanto canon digital y tanto conejo para las Navidades, uno echa en falta una solvente disponibilidad de dinero y de tiempo para perderse en compañía de Moura, atendiendo solo a los cantos de lo extraordinario que desde los sentimientos permitan alcanzar la paz y el sosiego en los sentidos.
La bruma del amanecer, la paz. El olor de la hierba mojada por el rocío de la húmeda noche del norte, la paz. El verde incontrolable, la paz. El verde reconocible, la paz. El verde respirable, la paz. La frondosidad que tamiza al día, la paz. La lujuriosa espesura traspasada por la luz del alba, la paz. El frescor del sol en la mañana, la paz. El rumor del Atlántico, la paz. El nordeste que todo lo enloquece, la paz. El valor de la vida en los acantilados, la paz. Las historias venidas en el océano, la paz. Las vidas vividas en el mar, la paz. Las entrañas en donde se hunde el sol cada día, la paz. El tiempo sin medida, la paz. La piel en la piel, la paz. La vida para vivirla y la paz para sentirla.
Pero no. Lejos de poder disfrutar –aunque solo fuera virtualmente- de los placeres de la tierra –nación les gusta decir a quienes no tienen más ocupación intelectual que matar moscas con el rabo- del ficticio Breogán, aquí las trasnochadas mentiras de un Pájaro Bobo, la avaricia recaudatoria de quienes pretenden cobrarnos a quienes a diario defendemos la libertad –la nuestra y la de ellos- de creación, por reconocer sus virtudes a través del conocimiento de su obra o el empeño de quienes no suficientemente satisfechos con querer conducir por nosotros, ahora quieren elegirnos el menú que pondremos a la mesa en estas navideñas fiestas, estamos más entretenidos de lo que nos gustaría porque en esto del entretenimiento –al igual que en la mayoría de las cosas (he dicho la mayoría, no todas)- lo importante no es la cantidad, sino la calidad.
Comparada con la de otras especies animales, la carne del conejo es más rica en proteínas, en determinadas vitaminas y en minerales. Por el contrario, es más pobre en grasas y tiene menos de la mitad de sodio que otras carnes. La del conejo doméstico es carne totalmente blanca, ya que ha consumido alimentos naturales y se ha criado de forma higiénica en granjas especializadas. La carne de conejo es la que aporta menos calorías y menor cantidad de colesterol. Es dietética por excelencia. ¿Acaso alguno de vosotros amigos blogueros ha elegido precisamente estas fechas para ponerse a dieta, quitarse unos kilos de encima y rebajar sus cifras de colesterol? Entonces, ¿a santo de qué nos quieren obligar a comer conejo estas Navidades?
Está claro. Las economías familiares, el poder adquisitivo de las familias españolas –ese que Solbes y el gran economista ZP llevan diciendo toda la legislatura que iba viento en popa- están notando la “política social” de Zapatero y su gobierno y creen –me imagino por lo peregrino de la idea que será una ocurrencia del friki Pepiño- que con lo del conejo no nos vamos a dar cuenta del paupérrimo estado en el que se encuentran nuestros bolsillos. Nos contarán en breve que el conejo es un tradicional alimento navideño de nuestro país. Y el Pájaro Bobo también. Nos lo vendrá a contar posiblemente el director del banco en el que tenemos la hipoteca.
El Pájaro Bobo tiene los pies cortos –igual que las mentiras- y recibe este nombre por la facilidad con que se deja capturar. El Pájaro Bobo es moreno, ¿o es Moreno el Pájaro Bobo? Sea como fuere, las mentiras de Moreno tienen las patas muy cortas, justo lo contrario que su afán recaudatorio. Por eso el mayor depredador que ha tenido acceso al bolsillo fiscal de los ribereños, intenta tapar con burdas mentiras sobre la deuda contraída por el anterior gobierno municipal del PP de Aranjuez el indecente sablazo que le va a meter a los bolsillo de los contribuyentes de este lado del Tajo -y del otro del Jarama- con la abusiva subida de Tasas e Impuestos Municipales aprobada con los votos exclusivos de su grupo de concejales, el de los socialistas, el que dirige el Alcalde Dionisio a quien por cierto el fiscal le acaba de amargar las Navidades –no se si con conejo o sin conejo- citándolo a declarar como imputado por una serie de decisiones que tendrá que explicar al juez.
La música me gusta. Prácticamente toda la música, aunque reconozco –ya lo he hecho en infinidad de ocasiones- que tengo mis preferencias, aunque eso no viene al caso. Me imagino que es el momento, el lugar por el que transita el alma en cada instante, lo que determina que tarareemos una u otra melodía. Recientemente estuve en Beijing y me traje algunos palillos –de los que allí utilizan para comer- de recuerdo. Me costaron muy poco, creo que en torno a 15 céntimos de euro cada par de palillos. Esto y mi afición por la música me están creando un verdadero dilema que no soy capaz de resolver.
De vez en cuando, me doy cuenta que estoy tatareando Whole Lotta Love de Led Zeppelín, al tiempo que llevo el ritmo sobre la mesa con alguno de los palillos que adquirí en Beijing. Dado que el precio de los palillos no incluía el Canon Digital y cuando tarareo la canción en mi cabeza permanece no solo la melodía, sino también la imagen del legendario grupo en plena actuación, ¿debo volver a China para que me cobren allí el Canon o lo ingreso aquí en España? En caso de tener que ir a China ¿me pagará el viaje la SGAE? El dinero que ingrese por el Canon Digital de los palillos ¿se lo enviarán a la cuenta de Led Zeppelín? Y una última cuestión, si a ellos –a los que sean- les gusta componer, cantar, tocar y grabar ¿por qué tengo yo que pagarles un canon, si hacen lo que hacen porque quieren?
El Grupo Popular del Senado no cometió ningún error. Hizo lo mismo que nos gustaría hacer a la mayoría de españoles. No podemos votar en el Senado, pero tenemos Internet.
www.todoscontraelcanon.es
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