viernes, 23 de enero de 2009

Roces neuronales


No es cristiano ni decente desear la muerte de nadie ni alegrarse de la misma. Sin embargo nuestras creencias religiosas no nos impiden ver la realidad y comentar lo que día a día ocurre. Se va el caimán. Sus mensajes últimos –inusualmente frecuentes- paseando por la línea que marca el futuro después de la muerte y su patético esfuerzo por aparecer ante sus sometidos conciudadanos como el padre bondadoso que nunca fue, son una muestra bastante certera de que se acerca vertiginosamente a su final.

No me alegraré por su muerte -¿qué tipo de cristiano sería yo si así lo hiciera?- pero indudablemente me alegraré por los cubanos, por esos millones de cubanos que han visto sometida su libertad, cercenado su futuro, medida su condición humana por un dictador longevo y despiadado que aún hoy desde la cama a través de la hedionda mano de Raúl -su hermano de sangre y de padres- continúa lacerando la vida de los habitantes de La Flaca.

Con el camarada Fidel nuestro país –especialmente quienes nos gobiernan- ha sido injusto, muy injusto desde siempre. Una injusticia basada en hacerle determinadas y variadas carantoñas en aras a la consecución de mayor grado de libertad para los cubanos, o la liberación de algún preso político, o menores cotas de represión en la isla. Una injusticia, porque lo justo hubiese sido mandarlo a hacer puñetas desde el primer momento. El caimán nació tirano y sanguinario -lo lleva en la sangre- y ha tenido la oportunidad de demostrarlo al mundo durante 50 años.

Zapatero –que admira al caimán- está encantado de haberse conocido a sí mismo. La victoria de Obama en las presidenciales norteamericanas parece que ha sido –a juzgar por lo que dicen Zapatero y sus voceros- gracias a los consejos zapateriles. Menos mal que Barack Obama y sus asesores, a miles de kilómetros de nuestra España, no habrán tenido ni un soplo de influencia de las formas y los pensamientos de nuestros pinochos oficiales.

Lo que aún soy incapaz de entender es cómo mantenemos en el gobierno a este hombre. ¿Puede haber mayor grado de demostración de su incapacidad para dirigir un país tan importante como el nuestro, en la adoración que siente Zapatero hacia el camarada Fidel y el encanto que tiene con el –compañero según él- Presidente de EEUU? ¿Cómo es posible que no le rechinen las neuronas en el roce continuo a que las somete en su cabeza?

Ahora eso sí, hábil lo es como el que más. Ni paro, ni crisis, ni huelga de jueces, ni nada de nada. ¿Qué la situación se puede tornar insostenible para él?, pues nada, para eso están Prisa y todos los medios serviles. ¡Espías en el PP! Hay que reconocer que son cojonudos.

Y nosotros mientras, como memos, a buscarnos en las entretelas a ver si encontramos a nuestro particular Super Agente 86.

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