lunes, 12 de enero de 2009

La sal


A buen seguro que en el gobierno del Ayuntamiento de Aranjuez, mi maravillosa ciudad, que dirige el incansable –no se puede cansar quien no hace nada- alcalde Dionisio hay más de un concejal/a con mucho salero, pero sal, lo que se dice sal, me da la impresión de que no tienen ni un gramo. Digo esto amigos blogueros, porque una vez pasado el embriagador efecto de la deliciosa e impresionante nevada caída el viernes pasado, lo que debe hacer cualquier gobernante responsable es ponerse manos a la obra para aliviar los enormes problemas que la ciudad y sus habitantes han de soportar en su movilidad por la nieve y el hielo.
No sé si la tormenta de nieve y frío les pilló desprevenidos, pero la sal ha brillado y continúa brillando por su ausencia y es el sol y no el Ayuntamiento dirigido por el alcalde Dionisio el que nos está permitiendo movernos sin grandes riesgos. Una vez más han perdido la oportunidad estos desgobernantes –ya sé que el palabro no está en el diccionario, pero les viene que ni pintado- de demostrarnos que no solo dicen muestran interés por nuestros problemas, sino que además son diligentes en la búsqueda de las soluciones necesarias. En este caso la sal.
Tengo algunas dudas sobre lo que un determinado comportamiento -mejor dicho, el comportamiento de un determinado ser- se ajusta a la definición que el diccionario de la RAE da del calificativo que yo le aplico.
Simplificando, un fascista es un totalitario y un totalitario no permite la actuación de los otros. Entonces me planteo, si un individuo tiene un empleado –el empleado tiene menos luces que las calles de Aranjuez en estas últimas fiestas, aunque eso no venga al caso, o sí- al que impide expresarse libremente incluso fuera del ámbito y el horario de trabajo –la verdad es que cuando el empleado se expresa el diccionario se retuerce de dolor, aunque eso no venga al caso, o sí- y el individuo empleador –no empresario, que los empresarios no explotan como este ha explotado al poco iluminado empleado- tiene además la cara dura de repartir premios y castigos públicamente rayando en el insulto y la injuria, dando clases de tolerancia y libertad. Si el individuo de marras decide además pasarse por la mugre que sujeta su cerebro la Constitución Española o la Declaración Universal de los Derechos Humanos para obviar un derecho que los ciudadanos hemos tardado siglos en conseguir, el de la presunción de inocencia, un derecho que se logró con la Ilustración y figuró por primera vez en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, creo sinceramente que nos encontramos ante un verdadero fascista.
Sus métodos son de fascista, sus escritos son de fascista, sus palabras son de fascista. Todo él en su pequeñez intelectual y humana es fascismo. Creo amigos blogueros, que coincidiréis conmigo en que ese el término que mejor lo define.
Con la llegada del nuevo año queridos amigos blogueros, me he hecho una serie de propósitos con la intención de encontrarle a la vida su lado más amable. Ya sé que las expectativas económicas y laborales son negras como el carbón, pero es en el lado de los sentimientos y las emociones en donde la vida puede ser dulce con independencia de lo que llueva fuera.
Tengo incluso la intención de referirme a Zapatero y su nefasto gobierno sin acritud, eliminando en lo posible la tensión en mis post cuando me refiera a ellos, aunque los primeros de año están siempre llenos de buenas intenciones que normalmente terminan antes que la cuesta de febrero.
He tomado para ello la firme determinación de considerar mobiliario urbano a los tontos del culo. Un banco, una farola, una papelera, están. Se limitan a eso. A nadie se le ocurre decir hola a un banco, por lo tanto prescindiré en mis saludos –ya tuve la oportunidad de hacerlo hace unos días a la salida de un tanatorio, tras acompañar a unos buenos amigos- del mobiliario urbano, de los tontos del culo. Pura higiene.

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