martes, 27 de enero de 2009

El rey


Anda ocupada mi buena amiga Moura –esa maravillosa Meiga que comparte algunas de sus experiencias con nosotros a través de este blog- en los pormenores y por mayores de las elecciones que en poco más de un mes se celebrarán en Galicia. Me cuenta interesantes asuntos que una vez más ponen de manifiesto el tipo de personajes que en estos momentos tienen el poder en mi tierra madre, que me comprometo a contaros en los próximos días.
Hoy sin embargo quería hablaros de los reyes. Existe la creencia generalizada de que los reyes nacen predestinados a recibir ese reconocimiento. Es decir, que llegan a ser reyes aquellos que al nacer ocupan un determinado lugar en alguna línea sucesoria de alguna familia real. A esto habría que añadir la coronación de quienes lo son como consortes –tal y como le ocurrirá a nuestra Letizia- y que no provienen necesariamente de ninguna línea de sucesión.
Realmente no siempre es así –y no me refiero a los tiempos de las fábulas en que hechos heroicos podían llevar a individuos nacidos fuera de las familias reales a reinar por aclamación- y podemos ver algunos casos que lo demuestran.
Sin ir más lejos todos conocemos a dos reyes –uno ya no está en este mundo, aunque nos dejó un importante legado, y el otro se ha decolorado vergonzosamente- que no nacieron sino que se hicieron. El Rey del Rock –el llorado Elvis- y el Rey del Pop –el enfermizo Michael Jackson- son fruto del trabajo realizado por ambos a lo largo de sus carreras musicales. Mundialmente conocido es el Rey de las Tartas de Mondoñedo –en la provincia de Lugo- con franquicias repartidas a lo largo y ancho de nuestro país. Es decir, que a poco que nos pongamos somos capaces de encontrar múltiples ejemplos de esa otra forma de “reinado” en la que el trabajo, el ingenio o incluso la inutilidad pueden ser los detonantes para la llegada al “trono”.
Seguro que todos vosotros amigas y amigos blogueros sabéis lo que es un trampantojo. Estamos acostumbrados a verlos en nuestras calles fundamentalmente, aunque su utilización no se limita a las imposibles fachadas de algunos edificios. La ilusión, la trampa con que se engaña la vista haciendo ver lo que no es, es utilizada por artistas de todas las disciplinas e incluso por profesionales de la arquitectura, el cine o la ingeniería entre otros.
Esos balcones pintados en donde realmente solo existe un muro sólido, esas escaleras cuyos peldaños solo existen para los ojos o esos rincones floridos y luminosos conseguidos en donde la naturaleza sería incapaz de depositarlos, son ejemplos cotidianos y agradables de lo que los trampantojos suponen en nuestra vida. Las trampas a los ojos, los engaños a los sentidos –hasta el común- son un verdadero arte en el que –al igual que ocurre en otras facetas de la vida- siempre hay alguien que destaca y es reconocido por los demás como el rey.
Maestro en el engaño de los sentidos y las personas, tras su intervención de ayer en La 1 de TVE José Luis Rodríguez Zapatero ha de ser reconocido eternamente como el Rey del Trampantojo.

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