martes, 3 de junio de 2008

El mobiliario


Existe mobiliario de despacho que debería ser sometido a determinadas pruebas de seguridad antes de ponerlo en el mercado. No me cabe la menor duda de que los fabricantes de este tipo de muebles intentan velar por el adecuado resultado y rendimiento de sus productos y, con ese fin, estoy convencido de que tendrán establecidas un buen número de pruebas –fundamentalmente de resistencia o ergonómicas en el caso de sillas y sillones- que garanticen la calidad de lo que fabrican.

Sin embargo da la sensación de que lo que realmente no está estudiado y calculado es la mejor colocación de esos muebles para que su uso sea seguro, sobre todo teniendo en cuenta las posibles reacciones de sus usuarios en función de la actividad que estén desarrollando.

Me explico. La verdad es que cómodos sí que son los sillones con ruedas que te permiten desplazarte unos centímetros –aunque puedas desplazarte kilómetros con ellos, no se trata de utilizarlos para sustituir a las piernas- o girarte para enfrentarte más cómodamente a los distintos puntos que conforman un puesto de trabajo. Algunos llegan a tal grado de sofisticación y ergonomía que podrían utilizarse para practicar el reconfortante deporte nacional de la siesta.

Lo habitual es contar detrás del sillón y la mesa con alguna estantería o librero que permita tener a mano los libros, archivos etc. de uso más habitual, determinando así junto con la mesa de escritorio, la mesa auxiliar para el ordenador y el sillón con ruedas el espacio en el que el usuario de tales muebles desarrolla una buena parte de su actividad.

Pero amigos blogueros, es precisamente ahí, en la actividad que desarrolla el usuario en donde radica el origen que pone de manifiesto la falta de seguridad de la que os hablaba al principio del post.

Estás razonablemente cómodo sentado frente a tu ordenador y de pronto, al repasar las noticias en la prensa digital –antes de que hablen los que sentencian sin conceder presunción de inocencia, recordar que el trabajo de algunos lleva implícito por necesario el repaso diario de la prensa más importante- viene a tus ojos el último dislate de las calenturientas mentes que pueblan los distintos despachos oficiales. ¡En Melilla quieren que la gente se exprese en Tamazigh, lengua tradicional de los bereberes!

Pues podéis imaginar lo que viene a continuación. Los ojos como platos, la boca haciendo una O y los brazos abiertos –tal y como le pasa a Bruno, el niño protagonista de “El niño con el pijama amarillo”- y un irrefrenable estirón de ambas piernas ante tamaña sorpresa que te empuja a toda velocidad sobre las suaves ruedas del sillón contra la librería que –lejos de cumplir con su cometido habitual- te abre la crisma en dos por la violencia de la acometida.

¡Menos mal que no estoy en Barcelona!, en donde –al igual que en el resto de Cataluña- van a contratar a 900 médicos de distintos países sin proceder a una mínima homologación de su título. Al que le toque uno de Botsuana o de Ruanda que se dé por jodido. Lo dicho, deberían comprobar mejor la seguridad de esos cacharros.

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