jueves, 19 de junio de 2008

El bache


Estoy empezando a pensar que los nacionalistas catalanes, vascos, gallegos y melillenses de nuestro país tienen razón en el jode-jode que se traen con lo del idioma. Pensaréis que se me ha dado la vuelta la cabeza –como a un calcetín- ante tal afirmación, pero seguro que entenderéis los motivos que me llevan a hacerla.

Los largos días de lluvia que hemos vivido recientemente son días propicios –de las tardes de lluvia ya os he contado algo y estoy seguro que volveré sobre el tema en más ocasiones- para la melancolía y el recuerdo añorante. Son días en los que el sonido de la lluvia, su visión tras los cristales o el olor a vida que levanta de la tierra te llevan –llevan al pensamiento- hacia momentos que por una u otra razón han quedado prendidos en los hilos de la memoria y los hacen reverdecer con el mismo vigor que lo hace la naturaleza agradecida por el agua caída.

A través del recuerdo de esos momentos, uno toma conciencia de la gran pérdida que ha ido experimentando nuestro idioma, el español, la lengua común en su uso para todos los españoles, en los últimos años. No voy a ocultar aquí la convicción que arrastro de que, el juego de la semántica al que nos viene sometiendo Zapatero junto con su gobierno y personajes tan poco edificantes como el friki Pepiño, tienen una elevadísima cuota de responsabilidad en esta catastrófica pérdida de identidad nacional, pero he de reconocer que no son los únicos.

Hace años cuando alguien te decía que era de noche, te asomabas a la ventana y realmente estaba oscuro y mirabas el reloj y seguramente ya pasarían las manecillas de las 22’00 (hora ferroviaria). Si alguien hablaba de la luna y la señalaba con el dedo –ya sé que no es de buena educación señalar con el dedo- al mirar hacia el cielo comprobabas que la tierra de los selenitas permanecía allí, flotando en el universo e iluminada –si era tiempo de luna llena- por el sol oculto en un rincón detrás de nosotros.

Pero amigos blogueros, esos eran otros tiempos. Hoy el idioma que debería servir como vehículo que trasmitiese datos, sentimientos, ideas, proyectos, ilusiones y certezas entre los españoles ya no sirve para ese cometido. Los empresarios españoles, al igual que el resto de ciudadanos –con la excepción ya conocida de Zapatero y sus voceros oficiales y oficiosos- hablan a diario de la profunda crisis que está empezando a sacudir a nuestro país. Con quien hables, da igual el sector en el que trabaje, te dice que las cosas van cada día peor, que vienen tiempos muy difíciles. Es la pauta común. Es el sentir de quienes respondemos a la crisis con nuestro bolsillo.

Ayer Zapatero se quiso hacer la foto –debe tener un álbum muy grande- con sindicatos y empresarios. La foto, por conocida fue lo de menos. Las dificultades de Fidalgo, el líder de CCOO, para explicar que se habían reunido para nada fueron notables. La presencia como figurante del líder de UGT no llamó excesivamente la atención –lleva ya mucho tiempo pillado- pero lo que asombró al personal fueron las declaraciones del presidente de la patronal. Quien representa a cientos de miles de empresarios que a diario están quejándose abiertamente de una crisis de graves consecuencias, dijo sencillamente que estamos atravesando “un bache”.

Ya no hablamos el mismo idioma. Los empresarios y quien los representa hablan idiomas distintos. El castellano ya no quiere decir lo mismo para unos que para otros. Ahora entiendo a los nacionalistas. Tenemos una lengua oficial común, pero utilizamos distintos diccionarios.

De todas formas, antes de dar el paso, prefiero estar una temporada aprendiendo el lenguaje de Moura y sus amigas meigas. El lenguaje de los sentimientos, el que no necesita palabras. Ella dice que llevan así toda la vida –la vida de ellas es “toda la vida”- y que nunca han tenido ningún problema para entenderse.

Lo único malo es que con ese lenguaje tampoco conseguiré entender a Zapatero. Las Meigas no tienen sentimientos que puedan trasmitir mentiras.

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