martes, 17 de julio de 2007

El hombre del tiempo


Siempre me ha resultado muy curiosa la distancia existente entre la realidad posicional y la realidad meteorológica. Me explico. Cuando el hombre del tiempo –el Instituto Nacional de Meteorología en un argot más formal- nos informa del tiempo que hará o ha hecho en determinados puntos de España, sin ser mentira, la realidad de quien está en esos determinados puntos es distinta.

Recuerdo cuando el hombre del tiempo en sus predicciones sobre las lluvias en Galicia situaba la nube del mapa sobre un determinado punto de la costa gallega. Sería por cuestión de magnitudes. Posiblemente el hombre del tiempo no caía en la cuenta de que semejante nube situada sobre un mapa escasamente dimensionado, no respondería a la realidad de lo que viviesen ese día los paisanos.

Nube –enorme- sobre el noroeste gallego. Las carnes le temblaban a turistas, empresarios turísticos y pescadores y mariscadores desde Muros hasta la playa de las catedrales. En realidad la nube –y el agua que contenía- pasaba, milimétricamente encarrilada, por la Area Mayor de Os Muiños mientras el resto de tantísimos kilómetros de costa gallega disfrutaba de un sol y una temperatura maravillosa.

Estoy convencido que el hombre –hoy, como en todo, son más ellas que ellos- del tiempo no actuaba con mala fe. Nada más lejos de su intención que el perjuicio buscado para el sector turístico del norte de España y, más en concreto, Galicia. Sin embargo esa desproporcionada nube causaba más estragos por omisión que por su acción natural. También hoy, mientras toda España pensaba que en el norte de Galicia los peces del mar bebían agua dulce por la lluvia, la realidad era muy distinta a la prevista.

Lo que nunca he entendido ha sido la resistencia manifestada por nuestros televisivos meteorólogos ha reconocer a toro pasado su equivocación, fuera esta directa o inducida. Si el diluvio no había hecho acto de presencia en la zona del vaticinio, no sé porqué esa recalcitrante negativa a reconocer al día siguiente la equivocación. Hubieran sido más simpáticos y –por humanos- más creíbles, pero nunca lo entendieron. Fueron defensores a ultranza de “mantenella y no enmendalla”.

Me pregunto si la Ministra de Fomento –efectivamente, Maleni, la que nos quería chantajear en plena campaña electoral de las autonómicas para que votásemos a Don Rafael (Simancas) a cambio del cierre de la M-50 en Madrid- me pregunto repito, si no tendrá algo de hombre –con perdón- del tiempo. El buque hundido frente a las costas ibicencas soltaba únicamente –según Maleni- fuel procedente de sus depósitos de combustible. Al día siguiente los buzos ya habían cerrado las vías por las que escapaba el negro detritus. Ibiza no tenía por qué preocuparse.

Han transcurrido los días –no llevo la cuenta igual que lo hacía Caldera con el Prestige y tampoco pienso manipular documentos oficiales igual que hizo él- y el fuel ha llegado a las playas de Ibiza obligando a su clausura –temporal por supuesto, ¿o acaso alguien ha pensado que en esta vida hay algo definitivo con excepción hecha de la muerte?- y el combustible sigue escapándose del barco hundido. ¿Por qué no rectifica la Ministra Maleni? ¿Ya no recuerdan los “hilillos” de Rajoy? ¿Les da miedo llenar las playas ibicencas de voluntarios con monos blancos? No está mal como inauguración de ese engendro que ha quitado a Jaume Matas el gobierno que los baleares quisieron poner en sus manos.

Por cierto, ¿tan urgente es lo que tenía que hacer Zapatero en Méjico? Es cierto que los gestos en política tienen una importancia capital, pero ¿no podía esperar unos días quien dejó plantado, por ejemplo, al presidente polaco porque estaba cansado, para ir a reconocerles a los nietos de los españoles que emigraron a Méjico sus derechos como españoles y atender a los graves problemas que se le están amontonando a los ibicencos por culpa de la ineficacia de su Ministra de Fomento?

La verdad es que no sé ni por qué me lo planteo. Sería un milagro que Zapatero hubiese estado con quienes lo necesitan.

Con lo hablado y escrito en su día sobre el Prestige, me imagino que a ningún progre del tres al cuarto le importará que sigamos hablando del daño que esos accidentes pueden causar a nuestro medio ambiente ¿no?

De los Nunca Máis mejor no hablar ¿verdad? Una vez más han demostrado que estuvieron para manipular y llevar al poder a sus amos. Lo que le pase a nuestras costas y a quienes viven con su trabajo de ellas, les importa un bledo. Nunca más una indecencia como Nunca Máis.


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