En las películas de espías es recurrente el truco por parte de alguno de los personajes de poner distintos señuelos –al mismo tiempo y en diferentes lugares- con el fin de despistar al enemigo. Lo de Bono, lo de los nuevos ministros, lo de los 2.500 euros, suena a señuelos para desubicar al personal.
Zapatero ya no está en la gestión -¿acaso estuvo alguna vez?- sino que está metido de lleno en la vorágine electoral y sus últimos movimientos son meros fuegos de artificio. Decían hoy distintos comentaristas de la actualidad política, que Bono tendrá que explicar qué es lo que ha cambiado entre su salida hace un año del gobierno y la situación actual. Sinceramente, a mí Bono no me tiene que explicar eso y espero que no me cuente otra vez lo del carnet de sindicalista de su padre.
Lo que si tendría que contarme –a mí y a todos los españoles- son las causas reales que provocaron la muerte de 17 militares españoles dentro de un helicóptero en Afganistán. Eso sí quiero que me lo cuente, porque estoy empezando a hartarme de tantísima mentira, de tanta trápala chabacana, de tanto aguantar pisotones en los callos sin rechistar. Ante mi, Bono no va a recuperar ninguna credibilidad cuente lo que cuente o haga lo que haga, porque nunca la tuvo.
Hoy se cumplen diez años del secuestro que llevó al asesinato de Miguel Angel Blanco y, lamentablemente, desde los poderes públicos del Estado no se está haciendo una mención expresa de una fecha tan significativa en la lucha contra el terrorismo. Igual quieren pasar de puntillas para no tener que dar las explicaciones que se les están pidiendo sobre sus contactos con ETA. Tendremos que ser nosotros, los ciudadanos de a pié quienes recordemos aquel magnicidio y quienes recuperemos en su integridad el espíritu de Ermua.
Zapatero y sus inmediatos están empeñados en no contarnos esta parte tan trascendental en las relaciones con ETA, pero la justicia –con poco que dejen trabajar a algunos jueces- permitirá que conozcamos lo que hoy conocen distintas personas ajenas a nuestro país. Sangrante es el caso de Cuba. Que Zapatero haya depositado una parte de esa información que nos niega a los españoles en manos del dictador cubano –aunque nos tenga acostumbrados a las afrentas- no deja de ser una muestra más de lo peligroso que puede ser un iluminado como él.
De esa exigencia de conocimiento, de la justicia del recuerdo de Miguel Angel, de los continuos insultos a nuestra inteligencia quiere apartarnos Zapatero con sus fuegos de artificio. Me imagino que poder servir a tu país como ministro del Gobierno de la Nación debe tener un atractivo muy importante, pero participar del paripé montado por Zapatero para desviar nuestra atención de los temas importantes de cara a las próximas elecciones, no me parece una postura adecuada para personas de valía y conocimiento demostrados como es el caso del nuevo Ministro de Cultura Cesar Antonio Molina.
No tienen posibilidades de llevar ninguna nueva Ley al Parlamento, ni de desarrollar ninguna iniciativa importante. Llegan sin tiempo, porque a Zapatero no le importa lo que hagan, sino lo que son. Señuelos, simples señuelos.
Me da pena la marcha de Carmen Calvo, la Ministra de Pixie y Dixie. ¡Tan colorista ella! ¡Le quedaban tan bien los vestidos de Agata! Me alegro por el senador popular Juan Van-Halen. Podrá dedicar de nuevo a la poesía el tiempo que ahora tenía que emplear en ver dibujos animados para poder hablar en el mismo lenguaje que la Ministra Calvo.
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