lunes, 27 de octubre de 2008

Washington


Dicen los entendidos –por si no habíais caído en la cuenta amigos blogueros, en el mundo hay entendidos de todo- que los adultos tardamos tres días en volver a la normalidad tras el cambio horario. Ya sabéis el monumental cabreo que me pillo cada vez que ocurre esto del cambio de hora, no solo por la alteración que me meten a los biorritmos sino por el hecho de que unos cuantos decidan quitarnos o añadirnos horas a nuestra vida, como si de dioses se tratase. Sin embargo no es mi intención volver a insistir en estos argumentos.
Me llama la atención lo de los tres días para volver a la normalidad. ¿Pero es que acaso somos normales la mayoría de los humanos? ¿Cuál es ese punto de normalidad al que se supone que volvemos tras los tres días?
Entendedme bien, no estoy planteando que seamos monstruos –aunque algunos sí lo son- lo que pongo en duda es que el estado al que regresemos tras el cambio horario sea normal. Más bien los entendidos en esto deberían hablar de que volvemos a nuestro estado “habitual” tres días después del cambio horario.
¿Alguno vais a ser capaz de asegurarme que Zapatero es normal? Su periplo a golpe de genuflexión continua implorando una invitación –como si no le llegase el sueldo para pagarse el viaje- para estar en Washington el próximo 15 de Noviembre para enseñar al mundo el camino de la salvación ¿es de personas normales?
Sabéis igual de bien que yo amigos blogueros, que serían interminables los ejemplos de los miembros del desgobierno de España en los que hablar de vuelta a la normalidad tres días después del cambio horario es una falacia, pero no creo que merezca la pena perder más tiempo con el argumento.
Sí quiero hacer mi pequeña aportación a la esperpéntica situación que estamos viviendo a raíz del anuncio de la reunión de los líderes mundiales en Washington para adoptar medidas globales que ayuden a frenar la agobiante crisis que padece todo el planeta. Lo de Zapatero y sus voceros es surrealista total, pero lo lamentable es que una vez más nos quieren hacer pasar por gilipollas. No estamos invitados a la mencionada reunión por culpa de Zapatero, por menospreciar un símbolo tan importante como la bandera de EEUU, por sus continuos insultos y descalificaciones hacia los EEUU y sus gobernantes, por su grotesca y grosera actitud –la suya y la de todos los que cobran por decirle “sí señor”- hacia un país del que en líneas generales nos queda mucho por aprender.
Pero como dice Rajoy, no es tiempo de pasarle factura a Zapatero. Necesitamos estar en Washington el día 15. Pero deberíamos plantearnos, debería plantearse Rajoy y debería plantearse Zapatero si la presencia de España en tan importante reunión hemos de supeditarla a que ostente la representación de nuestro país en la misma Zapatero. Que busquen una vía alternativa para que estemos presentes en Washington. Es necesario que estemos, pero no es necesario ni puede ser condición sine qua non que esté Zapatero.

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