La verdad es que unos cuantos días sin escribir sobre los temas de actualidad, dan para elaborar todo un tratado sobre la condición humana. La ajena y la propia.
Dice Santiago Carrillo que en este país todo el mundo ha sido terrorista. Admiro profundamente el gesto de valentía y humildad que comporta el declarar públicamente –tal y como lo han hecho entre otros Pascual Maragall y Jordi Solé Tura- que tienen Alzheimer. A ellos y a sus familias les ayudará a llevar una vida más acorde con su situación y con la enfermedad, y nosotros conoceremos sin preguntar los motivos de las ausencias y silencios futuros. Además de crear una corriente solidaria de concienciación para luchar contra la enfermedad.
Algunos –como a buen seguro le pasa a Santiago Carrillo- desearían que la memoria, la espesa y oscura memoria que pesa en ellos fuese disipándose como el humo, y mientras esto no llega solo alcanzan a decir idioteces.
No es con ningún ánimo insultante, pero a unos cuantos el domingo se les debió quedar la cara igual que se le queda a Carrillo cuando dice idioteces como la comentada. Aquellos que hipnotizados por la flauta de encantador de serpientes que tan alegremente ha tocado Zapatero a lo largo de la legislatura que termina, han negado hasta la extenuación algo que otros muchos hemos denunciado –las mentiras de Zapatero sobre sus relaciones con ETA- estarán todavía con la mandíbula desencajada. ¡Menudo gancho de izquierdas –rojas y mentirosas- les ha metido Zapatero reconociendo en la entrevista que publica El Mundo que tras los atentados de la T4 de Barajas han seguido teniendo negociaciones con los asesinos!
Me imagino que el aparato del friki Pepiño ya tendrá preparada la batería de despropósitos para echar la culpa al PP de esta confesión de su ZP del alma, pero me preocupan personas como mi amigo y contertuliano Juan Carlos. Cuando yo afirmaba que Zapatero nos había mentido, él me exigía pruebas –le había preparado en estos días un enorme cajón de recortes de hemeroteca- y ahora no alcanzo a imaginar los momentos de turbación por los que estará pasando tras leer la confesión de ZP.
Por cierto, acaba de introducir Zapatero en el ámbito de lo cotidiano, como recurso recurrente y justificador de lo injustificable aquello del “deseo de instancias internacionales”. Ya está. Si el Presidente lo hace, ¿por qué no lo vamos a hacer los demás ciudadanos españoles?
¿Que nos vamos de jarana con los amigos? no hay problema. Nuestra comprensiva esposa lo entenderá y no pondrá ningún reparo siempre y cuando, eso sí, entre los amigos figure uno extranjero y que sea él quien haya expresado el deseo de la juerga que nos vamos a correr. ¿Exceso de velocidad?, ya, ya Sr. Agente, pero es que me lo ha pedido mi amigo Gordon. Ensordecedor eructo en un restaurante de cinco tenedores, tranquilos señores, ha sido como demostración de agradecimiento al Sr. Yassir, aquí presente…
Y así amigos y amigas blogueros, hasta donde la imaginación nos alcance, porque si Zapatero tiene imaginación para mentirnos, nosotros no le vamos a ir a la zaga. Máxime si como es el caso, las instancias internacionales no tienen nombre, ni apellidos, ni residencia conocida y las barbaridades que en su nombre se hagan parece que están completamente justificadas por el simple hecho del carácter internacional del deseo.
Al igual que ocurre con el Canon Digital, esto del deseo de las instancias internacionales es un verdadero cúmulo de seguridad jurídica versión ZP. Tengo la impresión de que a algunos incautos, la declaración de Zapatero en la entrevista del pasado domingo les habrá sonado igual de mal que un eructo.
Visto lo visto a lo largo de la legislatura, para Zapatero los nacionalistas vascos y catalanes ¿serán instancias internacionales?
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