miércoles, 25 de noviembre de 2009

Cee


Soy gallego, ya lo sabéis. Es cierto que mi corazón está entusiasmado –que no dividido- entre mi tierra madre y Aranjuez, hasta el punto de que me considero un ribereño –así nos llaman a los de Aranjuez, mi maravillosa ciudad- gallego. Y no es amigos blogueros por ejercer de gallego y evitar que sepáis si subo o bajo, sino sencillamente porque me considero un ribereño gallego.

Quizá por esa condición –de la que me siento muy orgulloso- es fácil que me quede prendado e incluso algunas veces enganchado con algunas noticias que se refieren a Aranjuez o a Galicia, o será quizás porque las noticias son tan llamativas que enganchan a cualquiera que las conozca, o no.

La verdad es que Galicia, los pescadores gallegos para ser más exactos, ha estado y sigue estando de triste actualidad a causa de la experiencia traumática y surrealista vivida en torno al secuestro y posterior liberación del Alakrana. Al delito del secuestro, el Desgobierno de Zapatero contesta con el delito del pago del rescate. Son vidas de españoles –gallegos y vascos- que había que salvar, pero su liberación ha puesto encima de la mesa la inseguridad jurídica que nos rodea.

Si el gobierno de España –incluida la Cataluña que Montilla y compañía pretenden quedarse por el morro- paga o ayuda a pagar el rescate por un secuestro sin que a continuación se pongan todos los medios para detener a los corsarios –sí, corsarios, con los importantes matices que los diferencian de los piratas- y someterlos a los tribunales de justicia, eso es inseguridad jurídica.

Si los dos corsarios detenidos inicialmente y trasladados a España por orden y deseo expreso del inefable Garzón son objeto de trato distinto y juicio más rápido del que tenemos los que pagamos los impuestos en España, eso es inseguridad jurídica. Eso sin tener en cuenta el cachondeo vivido en torno a la indescifrable mayoría de edad del denominado Willy y la cantidad de dinero gastado –dinero del contribuyente, por supuesto- en pruebas que determinasen su supuesta edad. Que digo yo que la cosa se hubiese determinado rápidamente si le hubiesen mirado los cojones al tal Willy. ¿No los tuvo para participar en el abordaje y secuestro del Alakrana? Pues ¡hala!, que los tenga también para ser juzgado y condenado.

Si el Desgobierno - a través de “expertísimos” agentes del CNI- paga un millón de dólares a un supuesto representante de los piratas que se queda con la pasta y nada tiene que ver con los piratas ni con el secuestro, mientras la pacifista Chacón nos dice que tienen perfectamente localizados a los tres marineros que habían sido trasladados a tierra –que en realidad no fueron nunca trasladados a tierra, por lo que la ministra no tenía ni puñetera idea de la suerte que estaban corriendo los marineros, o lo que es lo mismo, nos estaba tomando el pelo al tiempo que jugaban con la vida de los pescadores- eso es inseguridad jurídica (y física).

Y sobre este asunto -del que algún día escribiré con algo más de detenimiento- lo más lamentable es la inseguridad que para el futuro han creado Zapatero y la pandilla de incapaces que le hacen el coro a diario desde el gobierno. ¿Quién será el próximo secuestrado?

Hoy quería hablar de Galicia y al final me he enrollado con el Alakrana, los corsarios y los fuleros, pero no quiero terminar sin centrar la mirada en Cee, en la Costa de la Muerte.

Cerca de allí he compartido horas y horas de conversación con Moura, mi extraordinaria amiga Meiga. Conversaciones sobre el mar y la tierra, sobre lo divino y lo humano, sobre el tiempo y el espacio, sobre lo que no existe y lo que no es y muchas, muchas veces, sobre la vida y la muerte y la poderosa coexistencia de ambas en el vivir cotidiano de los gallegos.

Ayer, al darse a conocer la noticia por los medios de comunicación, vino a verme. Dejó por unos instantes su presencia al borde de los acantilados en los que la Costa de la Muerte bebe del Atlántico las historias de vidas que este inmenso mar cobija en sus olas, y vino a hablarme del muerto desaparecido en el cementerio de Cee. Me hablaba entre risas por lo que de comedia del tres al cuarto tiene lo ocurrido y los pormenores que lo rodean. Desaparece un muerto del nicho en el que fue sepultado –incluida la caja- justo cuando se va a tomar una muestra del cadáver para determinar si el ADN de un recién llegado al pastel de la herencia coincide o no con el suyo. Y además el cura que lo enterró –me imagino que el secreto de confesión le está tapando la boca- dice algo tan simple como que posiblemente haya cambiado de nicho –el muerto- y que la silicona blanda, por reciente, seguro que puede dar buenas pistas.

Vamos, que ni Meigas, ni conjuros, ni ritos de descerebrados. Blanco –no el friki- y en botella.

Curiosamente el Ministro de Justicia –que ha engordado desde que llegó al ministerio- es de Cee. No digo yo que tenga nada que ver con lo del muerto desaparecido –ni que no tenga- pero sí hago la salvedad de que igual que se puede cambiar a un muerto de nicho –pensemos en cómo han de ser quienes hayan hecho el cambio- aquella tierra es capaz de lanzar al mundo un ser como Caamaño. Según el parecer de este defensor de la imposición del gallego a los gallegos, no hay que perder de vista que el Estatuto de Cataluña fue aprobado por la mayoría de los representantes de los españoles. ¡Qué torticero el ministro! Pretende dar por válido lo que la propia Constitución exige que sea aprobado por una mayoría cualificada superior a la mayoría absoluta de la Cámara, es decir la modificación de la Constitución.

Según su teoría, que no busque al muerto desaparecido. La mayoría de los asistentes a su entierro dirán que lo metieron en el nicho que tienen su nombre grabado en la lápida y por lo tanto ¡ahí tiene que estar el muerto! Además, si el Desgobierno de Zapatero, con este prosélito ministro encargado de la Justicia entre ellos, nos tienen sumidos en la más absoluta inseguridad jurídica, no creo que se pongan a garantizar el descanso de los muertos, o sí.

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