lunes, 1 de diciembre de 2008

La medicina


En política parece que todo está visto, aunque la verdad es que está todo por ver. Uno se pregunta hasta dónde –en su bajeza- son capaces de llegar determinados “artistas” de la cosa pública y, visto lo visto, hay pozos que parecen no tener fin. Acostumbrados ya a los insultos en serie del friki Pepiño nos despertamos un día dándonos cuenta de que es capaz de superarse de la forma más rastrera imaginable.
¿Siempre se van a valer de las bombas y los muertos para intentar derrotar al adversario político? ¿A santo de qué las insidiosas palabras del friki Pepiño sobre la salida de Esperanza Aguirre del infierno de Bombay? Él sabe perfectamente que Esperanza salió de la India a petición-exigencia de las autoridades de aquel país que, en aquel momento, lo que menos necesitaban eran tener que estar pendientes de garantizar la seguridad de nuestra Presidenta. Entonces ¿por qué tanta bajeza? Ni la naturaleza del escorpión es tan dañina.
Cuando hace un montón de meses me ilusioné con la idea de escribir un blog no pensé en ningún momento que pudiera tener poderes sanadores ni medicinales y sin embargo –sobre todo en las últimas semanas- me estoy dando cuenta del efecto benefactor que para algunas personas está teniendo. He de confesaros amigos blogueros que esto me llena de satisfacción y me anima a continuar con este vehículo de comunicación que casi a diario tengo con vosotros. Lo haría de todas formas aunque no hubiese comprobado los efectos curativos del mismo, porque lo que me encanta es saber que estáis ahí, al otro lado de la pantalla del ordenador, manteniendo este vínculo de cercanía y libertad.
Volviendo a los efectos curativos de mi blog, espero que los psicólogos y psiquiatras que puedan enterarse de lo que ocurre no me acusen de intrusismo profesional, ya que al fin y al cabo no lo hago premeditadamente ni recibo contraprestación económica alguna por ello.
¿Os podéis imaginar amigos blogueros la cantidad de frustrados y frustradas de la vida, gentes acomplejadas seguramente por su incapacidad para resolver los problemas que la vida les plantea, gentes frustradas por motivos políticos, sociales, sexuales, familiares, laborales, principalmente gentes amorfas y cobardes, que incapaces de asumir la responsabilidad que tienen en sus penas las desfogan anónimamente a través del insulto que me envían?
¡Qué maravilla poder contribuir a que sanen un poco sus enfermizas mentes!
Las caricaturas que te hace un amigo no ofenden. Obedecen al estado de ánimo del amigo y nos ofrecen su opinión que, como siempre, nos apetece conocer aunque no coincida con la nuestra.
Algunos dueños de coletas, de esas que desde la mugre ocultan la vacuidad de la cabeza que las sujeta, suelen compartir estertores radiofónicos con aprendices de saltimbanquis y andan temerosos siempre de que se les quede el micrófono abierto, para que no puedan salir al aire incontroladas expresiones que muestren una radiografía perfecta del mundo intelectual en el que saben nadar. No quieren que se les escape un “¡Sandra Vanesa, Sandra Vanesa, te he dicho sienes y sienes de veces que no te tires por el rampolín que se te va a revirar el shosho!”

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