miércoles, 19 de noviembre de 2008

La manta


Esa manta no era una manta cualquiera. No servía para lo que sirven la mayoría de las mantas. No abrigaba, no estaba puesta con gusto ni con miramientos. Era el envoltorio de un fardo, un fardo repugnante por su contenido pero encantador por lo que significa. Dentro de la manta, como un bulto, sin más alma que la que puede tener un paquete y sin más posibilidades de destino que su encarcelamiento por 40 años, el asesino Txeroki. Y antes que él -sin manta, mostrándonos toda la impudicia de su amargo corazón- su novia o lo que sea –que a estos efectos me es indiferente que sea pagada o no- gritando ante las cámaras de televisión “¡Euskal Herria libre!”
Euskal Herria no existe sino en la mente enfermiza de esta panda de asesinos mafiosos. Ese es su medio de vida, la inalcanzable consecución a golpe de tiro en la nuca o bomba lapa de un estado inexistente. En base a ese objetivo viven de la extorsión y el terror, comen de la extorsión y el terror, disfrutan por la extorsión y el terror y lo justo es que paguen por la extorsión y el terror y se pudran en la cárcel por la extorsión y el terror.
Lástima que el empeño con que ahora se detiene a los asesinos de ETA no se corresponda con el trato dispensado a asesinos como De Juana Chaos, que ahora disfruta de unas vacaciones sine die y pretende cobrar el paro -¿cuándo y en calidad de qué ha cotizado este desecho humano como para pretender cobrar ese subsidio?- desde la cómoda vida que sus amigos del IRA –otros angelitos- le están proporcionando.
Y digo yo que es una pena que se haya terminado la cumbre de Washington y que Zapatero ya esté de vuelta en España. Lo digo porque le habría venido de perlas estar allí para haber agradecido a Bush, a su odiado Bush, el grandísimo favor que ha hecho –se quiera reconocer o no, ahí podemos encontrar con claridad la mano del mejor Presidente del Gobierno que ha tenido España, José María Aznar, en las espléndidas relaciones de colaboración para bien de los intereses de España establecidas con los EEUU- utilizando sus sofisticados métodos de espionaje para localizar al asesino Txeroki.
Dicen que la vida –otros dicen que Dios- al final nos pone a cada uno en nuestro sitio. Parece que al menos en algunos temas la vida –o Dios- va a permitirle a José María Aznar el reconocimiento –aunque no lo quieran expresar, aunque lo quieran disimular, aunque les duela la boca de solo intentarlo- de la enorme importancia que su presidencia tuvo para el futuro de España.

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