miércoles, 19 de noviembre de 2008

La coleta


Se van amontonando los temas sobre los que me gustaría escribir en este vuestro/mi blog y me debato en la duda sobre si castigaros escribiendo más de un post al día o saltarme algunas cuestiones. He comprobado que –por la distancia que consigue poner por medio de forma inmediata- mi encantadora amiga Moura, esa maravillosa Meiga que desde hace ya mucho tiempo decidió regalarme con su compañía y sus sentimientos, es capaz de encontrar el punto de equilibrio necesario para resolver estas cuestiones y me he ido a hablar con ella un rato.
Lo he hecho a orillas del Atlántico, donde más le gusta a ella y donde más vivo me encuentro yo. Como hacía algunas semanas que no hablábamos, le he dejado que me contase lo que a ella le ha apetecido. Me ha hablado de las enigmáticas y admirables fuerzas que algunas personas consiguen reunir para luchar por los demás, obviando sus propias necesidades, superando olvidos y silencios, entendiendo la condición humana que nos lleva a cometer errores impensables. Fuerzas que Moura conoce desde los sentimientos que conforman su extraordinario ser de Meiga y que ubica –en términos humanos- en quienes sienten una profunda amistad por otros.
Me habló –como no podía ser de otra forma-del dolor intenso que le producen las pateras que lamentablemente siguen transportando una ilusión convertida muchas veces en muerte, se entretuvo en contarme detalles de alguna jornada de reunión –le dije que eran aquelarres, pero ella me ignoró- con sus compañeras meigas y se mostró indignada con el artificial muro lingüístico que Touriño y sus socios del BNG están levantando en nuestra querida Galicia, como se ha mostrado indignada siempre que alguien, por los motivos que fuesen, decidía levantar un muro de incomprensión y distancia.
Me estaba contando que ahora anda liada ayudando a unos amigos que se dedican a enviar juguetes en cajas de zapatos a niños que no tienen a ningún Papá Noel, ni a ningún Rey Mago que se los pueda llevar, o algo parecido y a la vista de que tenía tantas cosas que contarme tuve que interrumpirla par plantearle el motivo de mi visita, que no era otro que el que me echase una mano en establecer un orden de prioridades a la hora de escribir mis post.
Lo tenía –como siempre- totalmente claro. Si escribes –me dijo- para tus amigos, no lo haces por obligación, no cobras por ello y tus sentimientos circulan libremente entre los renglones de lo escrito, deja que las prioridades las establezca tu corazón. Deja que él conduzca tus dedos.
Moura sabe de lo difíciles que son las despedidas y hace tiempo que decidió aliviar esa cuestión. Sencillamente deja de estar, desaparece, y uno se queda solo, con sus pensamientos –de los que indudablemente no te despides- consiguiendo así que no se note de forma inmediata la ausencia. Pero claro, eso lo puede hacer ella que es Meiga, ella que es sentimiento y no sentido. Los humanos lo tenemos más complicado.
¡Vaya!, se me ha pasado el post sin que me diera tiempo a hablaros un rato sobre las coletas. La inmensa mayoría de ellas me imagino que además de limpias, van enganchadas en cabezas muy dignas, aunque alguna coleta conozco yo –ubicada en testa de hombre, no con fundir con caballero- que en su suciedad alberga la ignominia, el servilismo rampante y sectario y la abyecta mentalidad de su propietario. Son coletas que se ven venir, que quieren despistar sobre la innoble condición de quienes entre su mugre ocultan el insulto fácil y cobarde, de quienes tras un micrófono quieren aparentar la dignidad que nunca tuvieron, por que se dedicaron a almacenar mierda en su coleta para alimentar a diario su pobre cerebro.
Otro día os contaré sobre las coletas.

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