Más de 26.000 rayos en una sola noche. ¡Qué barbaridad! Ni que fuera Barcelona.
La verdad es que lo llevan bastante crudo los catalanes –especialmente los barceloneses- esta última temporada. Si tiene que llover mucho, llueve mucho en Barcelona. Si se tienen que quedar sin luz, se quedan sin luz en Barcelona. Si 150 generadores de corriente tienen que impedir dormir a los vecinos, lo hacen en Barcelona. Si el TALGO se tiene que averiar, se avería en Barcelona. Si las cercanías de RENFE tienen que dejar en tierra a 20.000 viajeros, los dejan en Barcelona. Si las inundaciones tienen que cortar el tráfico ferroviario, lo cortan en Barcelona. Si el barro tiene que anegar alguna autovía nacional –nacional de España se entiende- la anega en Barcelona….
Y eso sin que nos reconozcan la desaparición de un barrio entero –el Carmelo para más señas- estableciendo el más antidemocrático apagón informativo que se recuerda desde antes de Franco.
Por eso Moura me viene insistiendo desde hace mucho tiempo en que no son los últimos los mejores tiempos para pensar en ir a vivir a Barcelona. De hecho, desde que el ininteligible Pascual Maragall amenazó al notarial Arturo Mas con contar lo del 3 por ciento, no soplan vientos respirables por Barcelona. Y es una pena, porque sin ningún género de dudas –al menos a mi no me cabe ninguna- Barcelona es una de esas ciudades en las que uno hubiese deseado nacer y vivir –morir no, ya que ese no es un deseo presente en este momento- a pesar del amor que profeso a mi Galicia natal y mi Aranjuez adoptivo.
Le pierden a Barcelona –y a Cataluña por extensión- la gilipollez (no me gusta escribir palabras gordas, pero a veces se torna inevitable) de sus máximos mandatarios políticos. Tanto dar la paliza con el Estatut -¡qué manía de comerse las letras!- y con el interminable nivel de competencias, tanto marear la perdiz con la agencia tributaria nacionalista y al final la cosa va de que si llueve, el President –un andaluz que también se come las letras- está desaparecido. Si se quedan sin luz, el susodicho Montilla está fugado. Si los viajeros se quedan en tierra, ese servil colaborador de Zapatero llegado a President de la Generalitat, está mising.
No, tal y como me recomienda Moura, no es el momento de plantearse ir a vivir a la Barcelona que podría ser –si sus nacionalistas dirigentes se lo permitiesen yéndose cada uno a su casa- la indiscutible capital del Mediterráneo.
Por cierto, hablando de Moura –mi entrañable y adorable amiga meiga- algunos de vosotros –conocedores sin duda de los entresijos en los que se mueven estas extraordinarias criaturas- os preguntaréis sobre el motivo por el que esta amiga mía consiguió sobrevivir a las hogueras de la noche de San Juan.
Quienes no lo sepáis, habéis de conocer que en Galicia son tradicionales –al igual que ocurre en otros muchos puntos de nuestro país- las hogueras encendidas en la noche que precede al día de San Juan. Esas fogatas sirven en este rincón verde de España, entre otras cosas, para quemar meigas. Aunque claro, se tienen que dar dos condiciones. La primera es que las meigas sean capturadas. La segunda es que las meigas no puedan demostrar su carácter bienhechor. Moura no estuvo en ningún momento en riesgo de ser capturada, ya que ha permanecido a mi lado en las últimas semanas, sin exponerse a ser apresada ante la cercanía de la ardiente noche.
En Aranjuez, de donde Moura partió hace ya un par de meses, parece que el Alcalde Dionisio sigue ejerciendo la mayoría absoluta que le otorgaron las urnas como a él le gusta. Es decir, con prepotencia y saltándose a la torera las más elementales normas de acceso a la información de los grupos políticos de la oposición. ¿Acaso alguien esperaba otra aptitud por parte de quien dejará chico a Atila? Ahora no valen lamentaciones. ¡El rodillo se ha puesto de nuevo en marcha!
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