martes, 3 de marzo de 2009

La izquierda

codo Ella dice que es por la sal y teniendo en cuenta que no venía de jugar al golf –y por tanto no se cumplía la condición escrita por el escaso cerebro que sujeta la grasienta coleta- no me queda más remedio que dar la razón a la encantadora Moura que, a pesar de estar felizmente ocupada el domingo presenciando en los colegios electorales de Galicia la sabia decisión que estaban tomando mis paisanos, tuvo tiempo para encontrar el causante de lo del codo.

Cuando uno se cae al bajar unos escalones que baja a diario en varias ocasiones –y por lo tanto conoce a la perfección- es que algún elemento extraño e incontrolable ha intervenido. Cuando en la caída te rompes el codo obligándote a pasar por el quirófano –como es mi caso- ese elemento extraño e incontrolable está además dotado de una incuestionable carga de mala leche.

Hace unos días cuando en un torpe movimiento de mis manos tiré al suelo un cuenco con más de ¼ kilo de sal, alguien dijo a mi lado “eso trae mala suerte”. ¡Vaya! –pensé- todavía queda gente que cree en esas cosas, olvidándome de mi ciega creencia en las Meigas.

La sal, la puñetera sal ejerciendo un poder maléfico e invisible tras ser derramada por el suelo –Moura, que de estas cosas sabe mogollón, me lo asegura- fue la causante del batacazo que me dejó la espalda molida y el codo a trozos. Ahora eso sí, es cierto que “no hay mal que por bien no venga” y esta inutilidad absoluta –y espero que temporal- de mi brazo izquierdo, me ha servido para ponerme de manifiesto algunas cuestiones que aunque sabidas, las tenía algo olvidadas.

Por ejemplo, he podido comprobar –tengo que reconocer que con un cierto grado de alta estima- que al sentarme ante el teclado he reconocido que no ando nada mal en lo que a mecanografía –si es que se sigue llamando así- se refiere ya que al no poder utilizar la mano izquierda mi forma de escribir es lenta y torpe o, dicho de otra forma, cuando escribo con ambas manos cada mano y cada dedo se ocupan de sus teclas, dándole a la mecanización del post una diligencia que hoy me falta de todas todas.

He descubierto también que tan importante como una perfecta dentadura a la hora de comer es disponer de ambas manos. La mecánica e insulsa acción de pinchar con el tenedor sujetado con la mano izquierda una albóndiga, mientras la mano derecha en una ejecución más medida y precisa divide por la mitad la albóndiga con el cuchillo, se convierte en una cacería –primero por el plato y por el mantel a renglón seguido- de una pelota de carne dotada temporalmente de rápidas piernas –nada parecida por cierto a los muflones a los que tanta afición tienen el “Coloraillo de Arenas” y su compañero de partida Garzón- que termina si una mano amiga no lo evita con la albóndiga rodando por el suelo, pringando de deliciosa salsa a todos los que se encuentran sentados alrededor de la mesa.

Quizás otro día amigos blogueros, me entretenga en haceros una detallada relación –seguro que más de uno de vosotros ya tendrá la suya- de la enorme cantidad de actividades rutinarias en las que una de las dos manos permanece como convidada de piedra, cuando en realidad es elemento necesario para llegar a buen término. En mi caso ¡menos mal que me ha ocurrido en el codo izquierdo! porque –seguro que no os descubro aquí nada nuevo- yo soy “a todos los efectos” diestro.

Pude, a pesar del doloroso costalazo, disfrutar de una noche emocionante e inolvidable. La noche del recuento de los votos que ponían a Touriño y Quintana en el sitio que nunca debieron abandonar, en la oposición.

Touriño nunca debió llegar a ser Presidente de la Xunta, no por negar la voluntad de sus votantes –tan respetables en su voto como cualquiera otros- sino porque solo la presencia de un aparente convidado de piedra -¡qué casualidad, igual que mi brazo izquierdo!- como el grumete “Eu tamén quero ser”, le puso en disposición de hacer algo que no estaba a su alcance, como era presidir el gobierno de mi tierra madre. Algunos batacazos, como os comentaba unas líneas más arriba, sirven para ponernos de manifiesto algunas cuestiones que aunque sabidas, las teníamos algo olvidadas.

No sé si como dice Rajoy, el Amazonas ha cambiado su curso, lo que sí tengo claro es que desde el domingo pasado Galicia vuelve a ser una parte de España gobernada desde la unidad, el sentido común y la honradez.

No amigos blogueros, no han sido las Meigas las que han conseguido este maravilloso resultado electoral, aunque me imagino que algo habrán ayudado porque allí “haberlas, haylas”.

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