jueves, 22 de mayo de 2008

La inmortalidad


Una impertinente y pertinaz tendinitis me ha impedido en los últimos días sentarme delante del teclado –la tendinitis no era en el culo, sino en la muñeca- para contaros lo que pasa por mi cabeza. Controlado el dolor -para gusto de mis amigos y disgusto de quienes no lo son- puedo de nuevo dejar que mis dedos vayan golpeando, con el ritmo que mi cabeza les dicta, las negras teclas que me permiten estar con vosotros amigos blogueros.

Soplan en lo personal vientos esperados –y por necesarios para terminar con la ignominia también deseados- que ayudarán sin duda a poner punto final a un paréntesis en mi vida ajeno por completo a mi voluntad, pergeñado por quienes desde la incapacidad para trabajar por el bien común, han tenido que recurrir a las marrullerías y los despropósitos propios de quienes tienen su condición, la condición de basura.

Entenderéis amigos blogueros que no le dedique ni una línea más de este vuestro/mi blog a un asunto que por fin resolverá la justicia.

Me imagino que será por deformación profesional –quizás sería más correcto hablar de interés profesional- el hecho de prestar continua atención a los distintos avances que la medicina va experimentando y que en definitiva nos permiten vivir más años con una calidad de vida aceptable. La esperanza de vida de las personas cada vez es mayor en una carrera de la ciencia por acercarse cada día un poco más a la inmortalidad. Escrito o no en los cuadernos de objetivos de investigadores, laboratorios, empresas farmacéuticas y todo el largo elenco de profesionales que trabajan en ese sector, lo cierto y verdad es que todos intuimos que su aspiración final es encontrar las terapias y las sustancias que nos permitan alcanzar la inmortalidad en esta vida.

Sin embargo –excepción hecha de las extraordinarias criaturas que dan nombre a este blog, con mi bella y encantadora amiga Moura a la cabeza- tengo bien claro que la inmortalidad terrenal es inalcanzable. No solo por creencias religiosas –que también- sino por el estudio tranquilo y detallado de las causas que llevan al fallecimiento a las personas.

No morimos porque se nos agote la vida por vieja, ni siquiera morimos –en un elevado porcentaje- a causa de enfermedades que conlleven pareja la muerte. Es cierto que existen causas violentas inapelables, como ocurre con los accidentes de tráfico o de cualquier otra índole, pero en esos casos la única diferencia es que la muerte llega antes del tiempo lógico.

Morimos porque mueren los demás. Esa es la realidad. Morimos porque formamos parte de una rueda de sentimientos que no podemos –ni queremos- abandonar. Morimos en definitiva, porque cada vez que alguien querido muere, se muere algo de nosotros mismos y como no somos infinitos en nuestra dimensión humana, cuando es más lo perdido que lo que nos queda, alimentamos la rueda.

Me diréis que ¿a santo de qué este post? Es lo que tienen las tendinitis que imposibilitan temporalmente el uso del teclado, que pueden llegar a inflamar –espero que también temporalmente- determinadas zonas del cerebro.

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