lunes, 26 de marzo de 2007

La Santa Compaña


Quienes hayáis tenido la amabilidad (ese es el calificativo que me merece vuestra acción, ya que escribo para ser leído y al así hacerlo sois amables conmigo), tendréis a buen seguro la sana curiosidad de ver cómo meigas y personajes públicos van coincidiendo en su aspecto, sus virtudes y defectos y cómo las consecuencias de sus actos nos llevan a conclusiones –lamentablemente, por ser cosas de meigas, nunca demostrables- sobre el uso que de sus extraordinarios poderes están haciendo mis amigas gallegas para intervenir en nuestras vidas.

Entenderéis que es mera precaución lo de referirme a ellas como “amigas”. Si leen estas líneas, que a buen seguro lo harán, no me gustaría encontrarme entre los objetivos de sus mágicos entretenimientos, por lo que prefiero hablar de ellas como amigas, aunque guarde una herradura en casa, tras la puerta de entrada y lleve en el bolsillo un diente de ajo y una castaña pilonga así como otros objetos que libran del mal de ojo y otros hechizos. ¡Tal es el poder que tienen!

Atención y observación serán las herramientas que básicamente utilizaremos para ir localizándolas y para ello, me vendrían de maravilla vuestros comentarios sobre los distintos personajes públicos de Aranjuez, sin que nos tengamos que centrar (por mucho que nos lo pida el cuerpo por el asombro nacional con el que nos hacen despertar cada día) en los políticos. No todo es política. Son múltiples y variadas las actividades públicas que intervienen e influyen en nuestra vida. Exactamente igual que no todo lo que nos afecta ocurre directamente en Aranjuez. Somos españoles y por lo tanto no solo no nos son ajenos, sino que pueden ser decisivos en nuestras vidas muchos de los acontecimientos y muchas de las decisiones que ocupan diariamente los titulares de los medios de comunicación.

Entre todos, en base a los comentarios que me vayáis enviando, fruto de vuestra observación, y con unas pequeñas pinceladas que yo pueda aportar sobre las características más notables de algunas meigas, podremos ir descubriendo hasta qué punto están inmersas en la cotidianidad que nos rodea. Ese ha de ser por mi parte el siguiente paso: contar algunas de sus características.

Pero antes, si me lo permitís, creo que sería bueno que nos fijásemos en otro elemento destacado de la mitología popular gallega de la que, curiosamente, encontramos en Aranjuez algunos pasajes, algo difusos, aunque relativamente cercanos en el tiempo.

Algún día, con un poco de calma, os contaré las referencias que algunos amigos (en este caso no utilizo esta expresión para protegerme de ellos, sino como manifestación pública de la sincera relación que nos une) me hacen a la presencia de la Santa Compaña en nuestra ciudad hace menos de cincuenta años. Es la negrita una forma de llamar la atención de la afirmación sobre la "presencia", toda vez que es generalmente conocido que se recomienda no mirar a la cara de los espíritus, tumbarse boca abajo en el suelo, trazar un círculo y meterse dentro... Si no se hace así el testigo se verá obligado inapelablemente a unirse a la comitiva por las noches. Y claro, mis amigos no han tenido que unirse a tan animosa procesión, por lo que habremos de suponer que en su momento sintieron o intuyeron, aunque no presenciaron, el paso de la Santa Compaña por la calle del Capitán de Aranjuez.

Os preguntaréis el por qué de esta referencia. Rápidamente lo explico. Según cuenta la leyenda, la Santa Compaña aparece en procesión por diversos motivos tales como reclamar el alma de alguien que morirá pronto, cumplir una pena impuesta por una autoridad del más allá o –y este es el caso que nos ocupa- reprochar a los vivos faltas o errores cometidos. Y digo yo que tal y como nos tienen el país y el pueblo estoy seguro que veremos en breve la Santa Compaña por alguna de nuestras calles ¿que no?

Pero aún hay más. La procesión de la Santa Compaña va encabezada por un vivo portando una cruz y un caldero de agua bendita. Esta persona no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de la noche. Únicamente se podrá reconocer a estas personas por su extremada delgadez y palidez. Cada noche su palidez irá en aumento. No les permiten descansar ninguna noche, por lo que su salud se va debilitando hasta enfermar y morir, salvo que otro incauto sea sorprendido y pase a ocupar su lugar.

Bueno, bueno, tampoco es necesario que empecemos a sospechar de cualquiera de nuestros vecinos por muy achacosos que los podamos ver últimamente. Con el cambio de hora estaremos todos durante unos días con aspecto algo cansino y hasta con ojeras, lo que no significará que estemos pasando las noches en vela encabezando ninguna procesión de ánimas.

Nuestros amigos crápulas, ¿quién no tiene un amigo crápula?, están también excluidos automáticamente. Ellos trasnochan y malviven por gusto, no por imposición de la compañía fantasmal. Y por supuesto, todos los que trabajan de noche, no están bajo sospecha, aunque los veamos demacrados por la mañana. Un buen sueño reparador los deja como nuevos.

Muchos de los testigos que afirman haber visto la Santa Compaña aseguran haberla encontrado en un cruce de caminos, en una encrucijada. Precisamente España se encuentra en estos momentos –sería mejor decir que nos han puesto- en una encrucijada histórica. La errática política llevada a cabo por el gobierno de la nación en la actual Legislatura abriendo un melón tras otro, a cual más disparatado, nos sitúa en un cruce de caminos propicio para que haga su aparición la Santa Compaña. Veremos quien es el primero que lleva la cruz y el caldero.

BRUTA es una meiga siniestra. Posee una cabeza desproporcionadamente grande. Solicita limosna y acepta cualquier donativo por poco que sea, agradeciéndolo con un beso. Pero este beso es maléfico y enloquece a quien lo recibe. No sé si se encontrará entre nosotros tal cual es o si se habrá transformado, pero el caso es que así, a bote pronto, es como si me recordase a alguien.

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