viernes, 23 de marzo de 2007

Haberlas, haylas

Haberlas, haylas. Aunque no se vean, aunque no tengamos la más mínima idea de donde pueden esconderse, lo cierto y verdad es que haylas.

Y ya que están, ¿harán algo?, ¿intervendrán de alguna forma en el devenir de los acontecimientos -grandes o pequeños- que van conformando nuestra existencia? Seguro que sí. Fundamentalmente en aquellos cuya explicación no alcanzamos a obtener nunca, pero en los que tenemos la sensación de que alguien -no sabemos quién- de los que están a nuestro alrededor participan sin consultarnos ni advertirnos.

Las meigas son (perdón pero la mitología no atiende a la recientemente aprobada Ley de Igualdad) mujeres adoradoras del diablo, que pueden echar maleficios o hacer pociones curativas.

¡Vaya! mira por donde acabamos de descartar todos a un montón de posibles candidatos a esa condición-estado de meiga. Sean buenos o malos, los hombres no pueden ser meigas.

Pero aclaremos bien en esto, las meigas no son especialmente malas. Hay de todo, como en botica. Será la suerte, buena o mala, la que determinará que nos encontremos con unas o con otras y, serán nuestros sentidos los que nos ayudarán a sacar lo mejor o lo peor que ellas tengan.

Balura, Marmanta, Feiticeira, Lurpia, Muller loba, Vedoira, Alen, Cartuxeira, Bruta, Moucha, Aquelarre, Agoreira, Lavandeira, Basilisco, Maria Soliña, Aureana, Sabia, Moura...son algunos de los nombres de las más conocidas.

Se me olvidaba comentar que entre sus habilidades se encuentra la de transformarse en animales domésticos y, por acercarme sin excesiva demora a uno de los ejes entorno al cual girará este blog, ¿conocemos algún animal más domestico que el hombre? Pues sirva esto para aclarar que si bien las meigas son mujeres, no impide esto que usando sus extraordinarios poderes tengan por adoptado en más de un caso (y a buen seguro en más de mil) la figura de un hombre.

Aranjuez, nombrada Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en Diciembre del año 2.001, es una de las ciudades más bellas, en la que el hombre ha dado muestra clara de su inteligencia y sensibilidad a la hora de diseñar y construir una ciudad armonizándola con la naturaleza. Naturaleza que por cierto ha modelado a su antojo para conseguir el resultado deseado.

En este Aranjuez, situado a 500 km de los paisajes húmedos e inquietantes de la tierra de las meigas, mi querida Galicia, estoy completamente convencido que habitan un buen número de ellas y que, aunque nos pueda parecer improbable, ejercen sus poderes habitualmente e influyen en nuestras vidas.

Es más, creo firmemente que con atención y capacidad de observación podríamos llegar a reconocer a alguna de ellas por muy disimulada que tengan su apariencia. Y por dejar constancia en estas líneas de aquello de lo que estoy convencido, terminaría por afirmar que algunas de las personas que intervienen en la vida pública ribereña, si no son meigas -ya con su aspecto real, ya transformadas en animales domésticos- sí son, al menos, personas en las que nuestras amigas han conseguido influir en buena medida.

A irlas conociendo, a conocer sus nombres suplantados y su intervención en la vida de nuestra ciudad iremos dedicando una parte muy importante de este blog, que pretende ser amable y respetuoso en sus planteamientos, aunque nunca independiente de las ideas y convicciones de quien lo ha creado.

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