lunes, 28 de febrero de 2011

De frikis y alquimistas


El mundo del revés. El friki Pepiño llamándonos frikis a los del PP. Frikis y anarcoides. Hombre, friki, lo que se dice friki, lo es él. La mejor manera de explicar a alguien qué es un friki es enseñarle un video de Pepiño. No hacen falta más palabras ni imágenes.

Ignoro lo que este lamentable paisano –Lalín está muy cerquita del lugar en el que vine a esta vida en mi Galicia del alma- ignoro, repito, lo que ha pretendido llamarnos con eso de “anarcoides”. Si ha querido llamarnos anarcos reprimidos, pues vale. Aquel puntito de llevar siempre dentro un respingo de oposición al gobierno y a cualquier autoridad o jerarquía, que nos lleve a contrastar continuamente lo que vemos y oímos, los que nos cuentan y nos muestran con lo que pensamos, conocemos y creemos, en eso me siento complacido. Pero el friki Pepiño posiblemente no sabe lo que quería llamarnos el que le escribió esa palabra en el discurso. Es muy de él.

Sin embargo el friki Pepiño –mirad bien amigos blogueros que de un tiempo a esta parte me refería a él como ministro de Fomento, o como José Blanco y ha sido él quien me ha llevado de nuevo a mencionarlo como friki- no me debe ocupar más espacio ni más tiempo.

Hoy quiero amigos blogueros incidir en lo que ya han incidido miles y miles de ciudadanos en la red. El recorte a la velocidad máxima autorizada en autovías y autopistas. La limitación a 110 km/h anunciada a finales de semana por Rubalcaba.

El hecho mismo de que sea Rubalcaba quien anuncie la medida, aisladamente de las otras chorradas que nos vayan a querer vender como medidas para el ahorro ante la sangrienta situación de Libia, ya encierra en sí mismo algo tenebroso, algo que acompaña permanente a Rubalcaba y que se me antoja en su maldad idéntico al humo negro que tantos disgustos les propició a los protagonistas de LOST.

Está claro a estas alturas –los expertos no tienen dudas al respecto- que lo del ahorro por bajar de 120 a 110 es una quimera. Está también claro que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, no se van a cortar un pelo en su ansia recaudatoria y los radares van a echar humo en las próximas semanas. Son verdaderos cuervos de los monederos ciudadanos. Arramplan con todo lo que se les cruza por delante con algún valor para las arcas que tan talentosamente han dilapidado. Y está claro que esta medida es una punzada más en los pulmones del aire de libertad que hace pocos años respirábamos tranquilos.

Esa es la parte que más me incordia y me preocupa. El descaro, la desfachatez con la que este gobierno viene recortando nuestras libertades, controlando nuestra vidas, interviniendo en todos los asuntos que forman parte de nuestra intimidad más sagrada.

En la rueda de prensa en la que el manipulador Rubalcaba nos contaba esta nueva improvisación para el atropello, dejó que su subconsciente le dominara cuando quiso hacer pedagogía. Tengo que recordar aquí y ahora, que no tengo en la memoria amigos blogueros ninguna intervención de Rubalcaba en la que bajo la apariencia de pedagogía no estuviese colándonos un marrón. Pues bien, en aquella rueda de prensa Rubalcaba osó decir que la reducción no implicaba prácticamente nada a efectos de tiempo en los recorridos. Si a 120 km/h se tardan 50 minutos en recorrer 100 kilómetros –nos contó este alquimista de la palabra- haciéndolo a 110 km/h tardaremos solo 5 minutos más.

No, amigos blogueros, no es que Rubalcaba con las prisas de la improvisación errase en las cuentas, las cuentas las hizo bien. En donde el subconsciente le traicionó fue en que no tuvo tiempo de disfrazar lo que nos estaba contando, no tuvo tiempo para disimular y evitar dejar claro una vez más que lo que le gusta –a él y a todo el nefasto gobierno de Zapatero- es llegar hasta las últimas consecuencias de la intromisión en el ámbito de lo privado, porque ¿acaso puede haber algo más privado que el uso que cada uno decidamos hacer de nuestro tiempo?

Para Rubalcaba 5 minutos míos, 5 minutos de cada uno de vosotros amigos blogueros, no tienen importancia y además es él quien decide lo que hacemos con ellos. Pretenden administrarnos nuestro tiempo y su uso. ¿Qué voy a estar yo 5 minutos más en el coche porque a este manipulador se le ponga por la barba?

Mi tiempo es mío y ni a Rubalcaba, ni al friki Pepiño ni a ninguno de los singulares personajes que les acompañan en sus totalitarios modos les voy a permitir que entren –ni tan siquiera a opinar- en lo que hago con mi tiempo.

A fuerza de sufrir sus embestidas, van a terminar consiguiendo que llame a esa delicada Subdirectora de Tráfico para que me haga una rima adecuada para su jefe en el ministerio. Ella tiene práctica.

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