martes, 8 de febrero de 2011

La edad


Vaya en primer lugar mi más afectuoso saludo para Maite Pagazaurtundúa. Hoy se cumplen 8 años de la muerte de su hermano Joseba a manos de los hijos de puta de ETA. Maite sabe que somos muchos millones de españoles los que recordamos el dolor causado a todas las víctimas del terrorismo en nuestro país. Somos muchos millones (aunque a veces el silencio cómodo pueda hacer pensar lo contrario) los que estamos con ellos y no vamos a permitir que se pase página como si nada hubiese ocurrido en nuestro país en los últimos 40 años.

Ayer, ante la presentación de la nueva marca/engaño de Batasuna, el omnipresente (no solo porque esté ahora en todas partes, sino porque anteriormente también estuvo presente en todas partes y en todo momento) Rubalcaba dijo que entregaría los estatutos de la “nueva” formación política vasca al fiscal para que los estudiase minuciosamente en relación con su adecuación a la Ley de Partidos.

Del rostro impresionante que tiene este hombre no os voy a hablar amigos blogueros, nada nuevo tengo para contaros. Ya conocemos de sobra sus dobles intenciones y sus silencios. Hace ya bastante tiempo aprendimos que en lo que calla deberíamos buscar el verdadero sentido de lo que dice. ¡Cojonuda forma de explicarse! para un individuo que en los momentos de mayor dolor y manipulación de nuestra reciente historia democrática dijo aquello de “No nos merecemos un gobierno que miente”.

Realmente no pretendo hablaros hoy de él. Estoy más interesado en saber la edad del fiscal al que le pasan esos estatutos. No porque la edad del fiscal pueda importar a la hora de sacar una conclusión de la lectura de ese engaño, sino porque en función de la edad del fiscal su trabajo será más fácil o más trabajoso.

Si el fiscal es gente joven, me imagino que le pasará lo mismo que a muchos de vosotros amigos blogueros. ¿Cuál es la película más antigua que recordáis? En vuestra memoria mantenéis la duda en el recuerdo sobre si era en color o en blanco y negro -aunque los más jóvenes dudaréis incluso sobre las dimensiones en que se proyectaba- pero lo que está claro es que las recordáis con música y voz. Si el fiscal es joven le pasará lo mismo, las recordará con voz. Sin embargo, si ya tiene unos años recordará a Sir Charles Spencer Chaplin, el entrañable Charlot y su inigualable talento para contarnos sin voz su punto de vista sobre esta vida.

Es lo que ocurre con los batasunos disfrazados con piel de angelitos. La mejor fórmula para hacer un análisis de la nueva marca/engaño de Batasuna, sin necesidad de leer sus estatutos, sin necesidad de meternos en profundas disquisiciones jurídicobobas –llevaba mucho tiempo sin regalarles un palabro nuevo a los de la RAE- es recurrir al cine mudo. Es sencillo amigos blogueros, poneros delante del televisor a la hora del informativo –en esta ocasión no importa la cadena televisiva que escojáis- y quitadle la voz al televisor. Cuando informen de la presentación de este nuevo partido vasco tendréis la clara sensación de que la noticia se corresponde con otro año ya pasado, que ya la habíais visto en varias ocasiones. ¡Son los mismos!, los mismos rituales, los mismos gestos, las mismas miradas, las mismas “Nekanes” del odio y la confrontación. Entonces ¿a quién quieren engañar?, solo a quienes se dejen, a quienes ya estén predispuestos a ello. Por eso la importancia de la edad del fiscal. Una de dos, o es mayor o si no es así, ¡por favor, que alguien le quite el sonido a la tele cuando el fiscal esté viendo el Telediario!

Rubalcaba esto ya lo sabe. Rubalcaba es como alguno de los personajes de LOST. Ha vivido en muchos tiempos distintos y ha ido interviniendo en todos, siempre con la intención de cambiar la realidad.

Disolución de la banda armada, entrega de las armas, puesta a disposición de la justicia y cumplimiento íntegro de las penas. A partir de ahí –y solo a partir de ahí- sus marcas políticas podrán tener alguna credibilidad. Sin sonido también. No es necesario que nadie le ponga música ni voz. Cuando veamos esas imágenes sabremos interpretar con certeza que se acabó el horror.

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